galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

LOS SABIOS ANCIANOS DE MI TRIBU

Los ancianos de la antigua Roma estaban considerados los más sabios del Imperio y de sus conocimientos aprendimos todas las generaciones el Latín rimado que, junto al griego clásico, fue la base elemental de nuestra cultura. En esta Postmodernidad, en la que aún vivimos, me duele el desprecio a los sabios ancianos, casi generalizado, por parte de esta sociedad desorientada.

No me digáis que no es así, que se les trata bien, que sus familias les cuidan o con sus propios medios viven en residencias especializadas y confortables, aunque las conversaciones transcurran, exclusivamente, entre el dolor de cada día y la enfermedad de cada cual.

No es verdad que estén a gusto, porque eso no es lo que sienten ellos. Más bien se ven a sí mismos como muebles inservibles a los que han llevado al desván o colocado en la esquina del salón como si fuera un objeto decorativo.

A los viejos sabios les dolerá el cuerpo pero poseen el indestructible conocimiento que les proporcionó la vida que vivieron, cada uno la suya. Ese conocimiento y esa experiencia la desprecia la sociedad actual entretenida en la alta tecnología.

Hoy sí que corren malos tiempos para la lírica…

Y ya es curioso que nadie se dé cuenta de que está aumentando la esperanza de vida y esa juventud que hoy está tan lozana se marchitará poco a poco y será un número más para que el nuevo y avanzado mundo presuma de estadísticas.

Hablemos pues de ellas. De las estadísticas. Dice el INE que ya son muy pocos los concellos gallegos que no tienen registrado un centenario o centenaria en su padrón municipal. Por lo visto, más del 87% de nuestros ayuntamientos cuentan con personas que pasan de los cien años de vida y ya es curioso que sea Dozón, en la comarca del Deza, con sus inviernos de nieve y sus veranos achicharrantes, el municipio que tiene censados mas centenarios en Galicia, un total de 13. Dicen por allí que es por el frío, excelente conservante de la carne, pero los geriatras afirman que cumplen tantos años gracias a lo bien que se trataron a sí mismos a lo largo de la vida.

También cuentan los expertos censales que las mujeres viven mucho más que los hombres y que la media en el país es de 86 años, lo que supone cuatro más que el resto de España.

Pero esos versados especialistas en la ancianidad debieran de tener en cuenta el viejo axioma de la vida y la muerte: todos y todas tenemos el día marcado, incluso la hora y el minuto. Algunos lo creemos firmemente y no nos interesan para nada sus datos.

A mí me da la risa sobre todo cuando leo las esquelas de “El Correo Gallego”, excelente enciclopedia del trayecto final. No es por nada, pero tampoco son tantos los que atraviesan la década de los ochenta, pese al optimismo que pretende contagiarnos el INE.

Pero sigo. Por lo visto hemos superado la barrera de los mil centenarios y esto, en un país tan pequeño y con tan mala fama –me refiero a los usos y costumbres, ya sabes, nuestras grandes juergas y paparotas- ha despertado la curiosidad del resto del mundo y hasta aquí han venido científicos de todas partes para estudiar a fondo el fenómeno, que será estudiado a nivel mundial. ¡No me digas que no suena bien lo que nos cuentan oficialmente!

Cuando le comento el asunto a Carmen, mi sabia de cabecera, esboza una sonrisa y dice…

—- Si se deixaran de estadísticas e gastaran os cartos en suprimir as listas de espera mellor nos iría a todos.  

Y entonces me doy cuenta de que a los más viejos de mi tribu no les interesa para nada pasar de los cien, sino la calidad de vida con la que se llega a edades tan avanzadas, si es que llegan.

Todos, incluso Ginés, alaban las bondades de la sanidad pública pero critican la falta de médicos y de medios, y le echan la culpa al gasto tonto, ese que se contrae para dar de comer y beber a los amigos…

—- Lo de las listas de espera es cuestión de parné. Dedican el dinero a fuegos artificiales y luces de Navidad en vez de gastarlo en médicos.

Ginés es murciano pero yo le he dado el pasaporte gallego por ser tan buena gente. Tiene el corazón partido, pero de verdad, no como Alejandro Sanz. Como él, todos los que pasamos de los setenta nos hemos hecho socios del Servicio Galego de Saúde. Quiero decir que no estamos ya para ponernos metas estadísticas.

María Blanco a la izquierda y Ramona Costoya a la derecha. Juntas suman 221 años.

Vuelvo al principio. Sí los pipiolos de Madrid de los que habló esta semana o noso presidente quisieran llegar a pactar, por un casual, deberían encargarle las negociaciones a sus ancianos más ilustres. Ellos llegarían a un acuerdo. Por sabiduría y por experiencia.

Es un ejemplo, solo uno. Porque mejor nos iría con un simple Consejo de Ancianos en cada municipio, en cada provincia, en cada autonomía y en el propio estado. O por lo menos que cada organismo público tuviese una cuota de ancianos sabios lo mismo que se mantiene el cupo de género.

Termino. Como se que sientes curiosidad por el asunto te diré que la persona gallega más longeva no vive en Galicia, sino en New Jersey. Se llama María Roberta Blanco Pariente y nació en Bergondo. Emigró en 1945 a los Estados Unidos para reunirse con su marido y con su hijo. En la actualidad tiene 111 años.

De las residentes en el país, la abuela es Ramona Costoya Rey, de Silleda, que el mes pasado cumplió 110 años.