galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

MANULO, EL CHULO DEL PARQUE

Me lo presentó mi amigo Churruca, mariñeiro de Cangas ¿Recuerdas?… Sí, el mismo que me inició en mi escasa vocación marinera.

Pepe de Castelo había nacido en ese lugar de su sobrenombre, aún hoy habitado, en Chandrexa de Queixa, entonces territorio serrano del Ourense más primario y ancestral…

—- De alí se emigraba ou morrías de inverno…

Paseando la playa de Liméns Pepe me contó aquella tarde tantas penurias pasadas en su infancia,  que me sentí muy afortunado con la mía, en Cudeiro o en el Parque de San Lázaro de Ourense, donde vivió mi hermana Betty sus años más felices.

Por allí paseaba Manulo su metro noventa de hercúleo cuerpo con cara de Ganimedes, tratando de conquistar a las que “tenían que servir”. Para eso y algunas cosas más,  siempre fue único…

Manulo era sobrino de don Elesbán, agente de la propiedad inmobiliaria y de lo que hiciera falta; porque a la vez ejercía de padre y manager de Menchu, la única representante ourensana en el Festival de Benidorm. (Para mí Menchu fue la Maricarmen de mis iniciáticos deseos primaverales y algún intento interrumpido por la inexperiencia y el miedo a que nos sorprendiera mi cuñado, el popular pediatra Dr. Mato).

Manulo se divirtió siempre a cuenta de los demás sobre todo si había público femenino en el recinto. Pero hay que reconocerle sus cualidades como bailarín de primera que recorría la pista del Posío, de punta a punta y a golpe de un solo bolero, en aquellos asaltos-baile.

También se lanzaba al agua desde la cepa del Puente Nuevo para asombro de la concurrencia que buscaba el frescor de las aguas del Miño en los ardientes veranos de Ourense.

Y asimismo boxeaba en las veladas de los sábados del cine Xesteira en cuyo improvisado ring perdió casi todos sus combates.

—- ¿Cómo te fue Manulo?

—- Bien, bien, lo tuve contra las cuerdas todo el tiempo…

—- ¿Pero ganaste o perdiste?

—- Perdí, al final perdí.

—- ¿Y eso?

—- Pues… ¡La típica ostia que te deja K.O.!

Decía él, a quien quisiera oírle, que “le daba a todo y a todas”. Pronunciaba la frase con tanto empaque y presunción que los chavales lo bautizamos como “El Chulo del Parque”.

Todo esto que te cuento y que muchos de mis paisanos recordarán, tenía hasta cierta gracia. Lo malo fue cuando Manulo quiso ser, primero agente de la propiedad inmobiliaria como su tío don Elesbán y en segundo lugar agente de viajes especializado en Emigración…  Ambos títulos se podrían resumir en uno solo: timador profesional.

Verás. Aquel indiano, de nombre Fulgencio, recién llegara de La Guaira a Vigo en la primera clase del “Begoña”. De Vigo a Ourense había hecho el viaje en su “Pontiac” rojo que se las vio y se las deseó para salvar las curvas de A Cañiza y de Melón. Y ya en Ourense, fue a La Región para poner un anuncio por palabras, que decía:

Compro solar edificable en el centro de la ciudad. Mínimo diez mil metros. Pago bien. Interesados dirigirse al Hotel Roma y preguntar por don Fulgencio”.

Leído por Manulo el aviso,  se fue a la vieja Alameda del Crucero y colocó sendos carteles de “se vende” en lo que entonces era una selva, (aquella donde fumamos el primer pitillo y cometimos algunos pecados veniales los adolescentes y muy religiosos alumnos del Colegio Salesiano de María Axuliadora).

Manulo se fue a por Fulgencio que en aquel mismo instante le dio una señal de mil duros, porque… ¿Cómo iba él, gran hombre de negocios, perder aquella oportunidad?

Al “agente sin agencia inmobiliaria” no volvió a verlo más delante pero sí a los municipales, cuando Fulgencio se dispuso a tomar posesión de aquella ganga de solar, cerrándola con valla de alambre y remate de espino, paso previo para la construcción del que sería el edificio más alto de Ourense…

Fulgencio solo perdió dinero pero Pepe de Castelo perdió la ilusión y todos sus sueños… Cuando llegó a Ourense desde la montaña de Queixa, tras un viaje con trasbordos de autobús que duraba seis horas, ni siquiera había visto nunca el gran río. Le asombró la gran ciudad que era y los altos edificios de la calle del Paseo de aquellos años cincuenta.

Estaba mirando el escaparate de una conocida agencia de viajes cuando…

—- Achegouse onda mín un señorito ben traxeado, alto e moi ben composto, que se identificou como director de “Viaxes América”, axencia especializada no mundo da emigración trasatlántica. Dicía que era moi barato o seu billete a Venezuela. ¡Moito mais barato que as demais axencias porque “el mándaba moita xente cara alá”!

En los años cincuenta, el billete en el “Begoña”, el buque de referencia de la emigración, costaba cuatro mil y pico duros, pero Manulo se lo vendía por solo dos mil. Además, lo acompañaría a Vigo y él se encargaría de todos los trámites.

Para celebrar el casual encuentro el “agente de viajes trasatlánticos” invitó a Pepe a comer en La Regidora, lo llevó a una pensión de la calle del Progreso y al día siguiente, en el Auto Industrial, a Vigo

—- Eu confiaba nel porque parecía moi boa persoa. Pedíume a documentación e alá se meteu nunha oficina. Púxolle un selo os papeis e todo. Díume o billete i eu embarquei rumbo o porto da Guaira, onde supostamente me esperaba o axente venezolano…

El viaje duró media hora. Justamente lo que tardaba en llegar de Vigo a Cangas el primero de aquellos “Vapores de Pasaje” que durante tantos años fueron el único medio de enlace entre ambas poblaciones…

En el muelle de Cangas no había ningún agente, pero sí un mariñeiro al que llamaban Churruca que le ofreció trabajo a Pepe de Castelo en la Factoría Massó. Por aquel entonces, la industria ballenera estaba en auge y había necesidad de mano de obra… barata, eso sí.

Y Pepe se quedó para siempre en uno de los lugares que más me cautivan de esta mi Galicia Única

—- A min tamén. Eu non cambiaría Cangas por ningún lugar do mundo.

Hace unos diez años que se jubiló y es feliz. La última vez que lo vi fue cuando grabamos en Cangas el DGPM y Pepe pescaba calamares en la punta del muelle mirando como iban y venían, cada media hora, los barcos de pasaje que cruzan la ría de Vigo. Mi amigo Churruca, sin embargo,  hace ya tiempo que viajó al espacio.

No por este sino por otros casos de estafa, Manulo, el Chulo del Parque, pasó dos años de su vida en prisión… Un día de mis últimos años madrileños me pareció verlo paseando por la Gran Vía, tan chulo como por el Parque de San Lázaro. A quien no he vuelto a ver y me gustaría es a Maricarmen, aunque nunca triunfó como cantante… fue una de mis amigas de Ourense.