galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

MICK JAGGER, EL EXTRATERRESTE

The Rolling Stones

Cuando me miro en el espejo veo como pasó el tiempo y si me asomo a la ventana incluso el paisaje se me ha vuelto ocre. De verdad, ni siquiera me he dado cuenta de cómo llegó el otoño a mi vida, ahora que doy balbuceantes  pasos para atravesar el invierno… sin que me pese mucho. Por eso admiro tanto a Mick.

Le conocí en Barcelona, hace años. Tantos que ya me he olvidado. Estaba de gira, claro, y aquel día pasé de ser de los Beatles a ser de los Rolling.

—– ¿Por quéeee?

—–  ¡Yo que sé!

Seguro que fue por aquella rebeldía mía que se identificaba más con el rock que con el pop. Siempre me fueron más los marginales que los que hoy en día llaman pijos…Porque los Rolling Stones representaron siempre a la gente común y los Beatles se subieron muy pronto a la Vía Láctea para escenificar mejor su éxito musical y social. Es decir, deslumbrando…  

Con los Stones participabas más del concierto, intentabas seguir a Mick bailando con los y las colegas. Y también con sus discos, que uno no es capaz de mantenerse quieto ni en silencio cuando los escucho desde mis propias arrugas. Es como si quisiera vaciar de mi mente las ideas.

—– Suena fuerte…

—– Eso, a mí, nunca me pasó con los Beatles.

Claro que  ambos grupos perduran en la mitología intergaláctica. Pero Mick Jagger sobrepasa la dimensión de mito porque su cuerpo funciona como una máquina. Ya no solo es su originalidad como músico sino también su aguante como hombre.

A lo largo de mi vida no solo escuché y vi varios conciertos de Los Stones, sino que los disfruté al máximo. En cada uno viví una experiencia diferente, tanto artística como personal.

Y en todos… todo giraba en torno a Mick que parecía un pequeño demonio saltando, bailando y cantando al ritmo que aún hoy en día le marca una de las muchas guitarras que maneja Keiht Richard.

—– Ambos los dos, solo los dos, serían suficientes para mantenerte vivo.

Mi última vez fue en el 1999, en el compostelano Monte do Gozo que, además de ser meta de peregrinos,  porque desde allí ven por primera vez las Torres de la Catedral del Apóstol, es un auditorio tan increíble como tan tremendamente desaprovechado por las autoridades locales, provinciales y autonómicas; e incluso por los promotores privados.

Mi experiencia ese día fue comprobar cómo Mick hacía acopio de energía en el back stage, ajeno a todo lo que sucedía alrededor.

—–  ¿Será ese su secreto o el doping  habitual de los artistas?

—– No te pases, que los genios lo son porque nacen no por su dieta alimentaria…

—–  No sé, pero lo cierto es que enfrenté sus arrugas a las mías y me di cuenta de que éramos de la misma quinta, la del 43. ¿Cómo es posible que él aguante dos horas y media sobre un escenario y yo no sea capaz de subir de un tirón al Monte Castelo?

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Mick Jagger pasó en Galicia varios días de aquel año jubilar acompañado por su hijo. Incluso visitó la Catedral de Santiago y le dio el tradicional abrazo al Apóstol. Alguien le dijo que debería visitar Noia, la pequeña Compostela y el puerto a donde arribó el Arca de Noé después del diluvio y allá se fue.

A la hora de comer se metió con su gente en un modesto restaurante muy popular de la villa. Nada del otro mundo, pero sí buen marisco y excelente pescado. Al entrar, el dueño del establecimiento le dijo…

—– ¡Ostia! ¡Tú eres el feo de los Hermanos Calatrava!

Mick, con su flema británica, no se fue del local; simplemente le contestó:

—– Buenos días. Me llamo Mick Jagger y canto en los Rolling Stones. En cuanto a lo de feo conozco alguno que lo es mucho más.

Después de comer, el viejo rockero le agradeció sus atenciones diciéndole…

—– La comida gallega es excelente.

Lo que ignoro es si refería a la de días anteriores o a la de ese restaurante.

Mick Jagger

Seguro que a Mick, salvo cuando toca,  le pasa lo mismo que a mí: abro la ventana para que me dé el frío en la cara mientras regresa la melancolía; entonces abro el cofre de los recuerdos, en el que he guardado con celo los días felices. Revivo el pasado y como no se cantar, te lo cuento.