galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

NADIE JUEGA LIMPIO EN CATALUÑA

Cuando los grises se vistieron de azul, una vez que celebramos la primera “fiesta de la democracia”, parecía que los jóvenes de la época dejaríamos de montar algaradas porque todo iba a ir como esperábamos: España sería el paraíso de las naciones y las tres históricas cobraríamos la autonomía que se nos debía.

Hubo un tiempo en que nos lo creíamos.

Porque, las manifestaciones sindicales, protegidas por los nuevos maderos, parecían procesiones religiosas y a nadie se le ocurría pensar que pasado medio siglo y ya en el tercer milenio, se nos iba a torcer la historia que estábamos escribiendo con brillantez y sin incidentes.

Pero ya lo veis. En Cataluña, los jóvenes de mi quinta y los de la quinta de mis nietos, han vuelto a pisar las calles para entonar nuevos cantos pidiendo libertad para sus políticos presos, que tras la “Sentencia del Procés”, digan lo que digan las leyes, los líderes catalanes son presos políticos porque les han condenado tan solo por la intención de preguntarle a su pueblo si quiere ser independiente o seguir dentro del marco político del Estado Español.

(En aquella primera fiesta de la democracia se decía “habla pueblo habla”. Tiene gracia.)

Si la derecha comandada por Aznar y Rajoy, y también la social democracia de Zapatero y Sánchez, hubiesen tenido la valentía de convocar un referéndum no habría motivos para el conflicto. Lo más probable es que algunos despertasen de su sueño, ya envejecido.

Sin embargo ahora, parece que todos hemos perdido el tren o el avión porque los CDR, bajo la dirección de ese ente oscuro que se hace llamar Tsunami Democratic, han ocupado las vías y el aeropuerto.

Lo cierto es que nadie juega limpio aquí y por mucho que intentes buscar un lado positivo a este momento de emociones, a las protestas ruidosas e incluso destructivas, solo se me ocurre que si el problema catalán quiere encontrar una salida decente ha de volver al terreno del que nunca debería haber salido: el político.

Desde luego, tal y como están las cosas, es difícil que un jefe de Estado y un primer ministro acepten el diálogo, en serio, cuando acaban de escuchar a Quin Torra la palabra venganza y toda una arenga a la guerrilla urbana.

Debería el presidente de la Generalitat leerse con calma el libro de Raül Romeva “Des del banc del acusat”, en el que le dice claramente:

 —-  El presente, duro y difícil, nos interpela y nos pone a prueba constantemente, pero es necesario continuar, trabajando siempre con la mirada puesta en nuestro futuro.

A lo que un periodista catalán, de los que a nadie le sitúa entre los españoleiros, contestó:

—- Ojalá que seamos capaces de conseguirlo juntos y en el marco de nuestras instituciones.

De eso se trata si no queremos que Barcelona pase a ser un destino turístico de riesgo, como en su día lo fue Beirut, ahora lo es Arabia Saudí y aún lo siguiendo Egipto a lo largo de la última década.

Además, en estos líos hay ya demasiadas víctimas de las pelotitas de goma, que un joven perdió un ojo, otro un testículo y los heridos pasan de 240.

Esperemos que a partir de hoy, día de la confluencia de todos los catalanes en la capital autonómica, se bajen los humos y Cataluña, poco a poco recupere la normalidad.

Porque de seguir así las cosas, ya lo ha advertido el ministro Ábalos:

—– El derecho a la manifestación no es un derecho sin límites. Bloquear un aeropuerto no es cortar una carretera y de continuar así las cosas la respuesta del gobierno de España será aún más contundente.

Esa es la situación de una Cataluña que está invitada a votar el día 10N y sus partidos más radicales aún piensan como se presentarán. Lo más probable es que concurrirán con las mismas ideas pero no revueltos, más bien desunidos. Aquí, en estos comicios, tengo la impresión de que van a pintar muy poco.

Aunque todo está confuso: el líder socialista, Pedro Sánchez, afirmó estos días que quiere formar gobierno rápido: se adjudica la victoria pero con pactos. Y si no pasa de 123 escaños, los actuales, el PP no le va a permitir gobernar  así como así y va a producirse una gigantesca presión de Casado para que se dé, de una vez por todas, la gran coalición que pidió Feijóo hace tiempo, imitado días pasados por Felipe y Rajoy en el foro La Toja.

La gran coalición necesitaría los votos de de Ciudadanos que las encuestas señalan como los grandes perdedores, por debajo de VOX.  Yo no me lo quiero creer pero cuando el río suena…

Porque a Errejón, según las encuestas no le dan los números, sino Sánchez lo tendría claro. Porque Iñigo ha irrumpido en el terreno político como uno de los divulgadores de las teorías que afirman que hay un populismo bueno, un nacional-populismo de potencial emancipador, que debe ponerse en marcha también en las sociedades desarrolladas.

Estudioso y observador directo de los nuevos populismos latinoamericanos de izquierdas, el impulsor de Más País tiene en la cabeza el patriotismo “de la gente”, que no rechaza los elementos identitarios porque sabe que pesan más de lo que parece al poner una papeleta en una urna.

A mí me parece que crear un partido es tarea muy difícil. Admiro a los que lo hacen. Sobre todo porque cuesta mucho filtrar a los arribistas, los tontos, los fanáticos y los mediocres que encuentran la ganga en los aparatos. Dicho esto, si el nombre suena bien, media faena está ya hecha.

Hay otra izquierda de la que hablar cara a estas elecciones, sobre todo en Galicia donde la Marea está bajando de forma más que brusca. Pero yo creo que todas las fuerzas políticas de este mi país están pensando ya más en las autonómicas que en las generales. Quieren ir todos contra Feijóo y no saben cómo hacerlo. Hasta siete fuerzas de izquierda conté yo, que aspiran a tener parlamentarios en el Pazo do Hórreo.

Os prometo que un día hablaremos con calma de cómo se ha roto la izquierda nacionalista y las fuerzas que había conseguido aglutinar el PCG bajo sus siglas.

Pero eso será otro día. Hoy seguiremos atentos a esas palabras que a mi me trae el viento, las deposita en mi mesa y me incita a analizarlas. ¡Nos vemos!