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PABLO MILANÉS, EL CANTOR NO CALLA

Me dio el sol del amanecer en mis ojos somnolientos, aquella noche en La Habana, cuando los músicos, sus músicos, se reunieron en casa del cantor para hacer fiesta. Allí estábamos, junto a sus amigos, escritores, artistas, periodistas y gente bohemia de la Cuba más libre de entonces.

Aquella noche, la trompeta de Arturo Sandoval mandó a dormir a la Luna y a los demás a la cama.

Cuando ya me iba, le pregunté al cantor porqué cantaba aquellas letras de discurso y el cantor me dijo que “había que cantar de todo, cuando se cree en una revolución”, pero me dejó entrever que él, en ese momento, “ya creía poco”. De esto hace, más o menos, unos treinta años.

Sin embargo ya creía nada, te digo, porque sus giras europeas fueron cada vez más y más largas, a pesar de esa pierna maldita que llenaba de dolor el placer de hacer música sobre un escenario.

Yo siempre gocé de sus canciones y creo que conocí a pocos artistas capaces de amar tanto a su Isla como Pablo Milanés.

Hasta el extremo de convivir con una “revolución” de la que, como poco, se duda.

Y se duda desde siempre…

Escuchando a Pablo Milanés en su casa de La Habama

Pablo Milanés es mi cantor preferido y me sé de memoria todos sus poemas de amor, esas canciones que nunca olvidará mi memoria de viejo, porque son los recuerdos de inolvidables momentos pasados allá y acá, que yo también amo esa isla aunque no sea del Caribe.

Su música es tan bella que solo puede componerse teniendo un techo de estrellas azules para dormir y musas de belleza sin par a las que amar eternamente…

Pablo habla, además de cantar. Y yo me alegro de que tome parte activa en el debate político que se cierne sobre su patria y mi América, porque los tiempos son llegados para que afloren sentimientos capaces de cambiar un mundo que mantiene prisioneras a las ideas.

Las Damas de Blanco, en La Habana

—- Cuando veo que unas señoras vestidas de blanco protestan en la calle y son maltratadas por hombres y mujeres, no puedo por menos que avergonzarme e indignarme…

Fue en Miami, tras su primer concierto en la ciudad norteamericana a finales de agosto,  donde el cantor abogó por el rescate de las libertades individuales en la Isla que ama y se lo dijo públicamente a esa intelectualidad cubana, a los artistas, a los músicos, a los periodistas y a los políticos para los que siempre tuvo una canción de madrugada, acompañada de un “roncito a la roca”.

Pablo Milanés le escribió una carta en el portal cubanoamericano “Café Fuerte” a esa gente suya, amigos de toda la vida. Les dice que se “solidariza con esas mujeres despiadadamente atacadas por una cobarde horda de supuestos revolucionarios”.

Y añade:

«No hay ningún código que defienda eso en el mundo; es más, la violencia de género se queda corta al ver esas salvajes manifestaciones».

Tú ya sabes que las “Damas de Blanco” son la réplica cubana de las argentinas “Madres de la Plaza de Mayo”. Se manifiestan para pedir la libertad de los presos políticos y denunciaron recientemente violentos ataques en su contra, obra de gente, al parecer, encuadrada en el régimen revolucionario.

Pablo Milanés afirma:

— 53 años de militancia revolucionaria me otorgan el derecho, que muy pocos ejercen en Cuba, de manifestarme con la libertad que requieran mis principios. Y esa libertad implica que no tengo ningún compromiso a muerte con los dirigentes cubanos, a los que he admirado y respetado, pero no son dioses, ni yo soy fanático; y cuando siento que puedo hacer un reproche y decir no, lo digo, sin miedo y sin reservas.


Pablo Milanés en el histórico concierto de Miami

La palabra del cantor en Miami, que uno sepa,  nunca tiene consecuencias en la Isla, dónde Fidel Castro sigue siendo uno de sus grandes amigos y también su mayor admirador como artista.

Algunos cubanos en el exilio –por ejemplo el periodista Edmundo García, director de un programa de radio dirigido a la Cuba de Miami– le acusan de ser poco valiente y no decir estas cosas en La Habana.

Pero la realidad es que, a pesar de su situación de privilegio,  no le dejan hablar ni participar en política. Por eso trata de contar fuera de Cuba lo que no puede decir en el “Granma” y mucho menos en la televisión.

Pablo Milanés hace ya muchos años que habla, alto y fuerte,  en los periódicos y en las radios de España y de medio mundo. Yo mismo le he entrevistado sobre la situación política en su Isla varias veces y nunca se me escapó de una pregunta. Incluso cuando le acompañaba el típico comisario político,  personaje indispensable en toda cita con todo artista cubano.

— Yo me sirvo de los periódicos y medios de fuera de Cuba para que difundan libremente las entrevistas que me están negadas en la Isla. Yo sueño con que aparezcan en el Granma y las lea todo el pueblo. También espero que un solo periodista, uno solo de los miles que hay en mi patria, tenga lo que hay que tener para dar a conocer lo que tantos años llevo expresando.

Un día en Vigo, después del concierto, le agradecí a Pablo que hubiera cantado en gallego,  a dúo,  con mi amigo Luís Emilio Batallán; pero su mente ya estaba en la Isla:

— ¿Te vas mañana?

— Sí, terminó aquí la gira y vuelvo a la cruda realidad cubana en la que te encuentras a esos falsos “libertadores de la patria”, de todo tipo y condición. Te tomas un roncito y le dices que hay que luchar en voz alta por esas libertades que te susurran al oído y te contestan: “Estoy de acuerdo, pero no veo como hacerlo”.

Esto sucedía hace unos veinte años, paseando por el Parque de Castrelos, ya en soledad…

Pablo Milanés “no reniega ahora a la cruz de su parroquia”, como dice algún periodista de Miami. Desde siempre la criticó, allá donde le dejaron…