galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

PAZ DE ARENA EN INVIERNO

El océano construye un mar de arena y el mar un océano de rocas esculpidas por las olas. Cuando calienta el sol océano y mar reposan sobre el lomo arenoso de la playa interminable y acarician suavemente la piedra salada para que irradie el blanco de espuma que embellece la postal.

El océano es Atlántico y el mar es Cantábrico. Juntos conforman el gran paisaje marino de este país: El del horizonte perdido en el infinito o el de la bahía bonita; el de los faros que persiguen el agua con luz propia y el del puerto de la estirpe marinera; el mar azul de la inmensidad o el verde mar que se deshace en la playa…

Mar y océano protagonizan también el invierno. Uno lo hace encaramado a las olas que saltan sobre las rocas que emergen de los fondos marinos, mientras el otro deshace en la orilla su serenidad, procurando la fúlgida luz del mediodía que cae del cielo más azul.

Esta es la hermosura de la Galicia marinera.  Hoy te invito a contemplar el baile de las olas sobre las rocas y a disfrutar de esta paz de arena, en el grandioso escenario natural… que suponen el mar y el océano.

RODAS

Te presto un barco para, en primer lugar y desde Vigo, llegar al Paraíso y hacer músculo frente al mar de Cíes, en Rodas, la mejor playa del mundo. Aquí te sentirás rodeado de bellas nereidas hijas de Neptuno en el lugar indescriptible donde resplandece el lago de mis leyendas. Alguna vez me he bañado en él desnudo de perjuicios invernales cuando sentí la caricia de una sola raioliña, aunque los barcos temblasen enfrente danzando entre las olas, ebrios de sal, navegando de regreso al puerto de la vida…

A  LANZADA

En Los antiguos mapas de Galicia, O Grove no era una península, sino una isla. Cuentan los cronistas de la antigüedad que se unió al Salnés  «no por humana obra sino por la ingeniería del mar, por el ir y el venir de las mareas, ayudadas por los vientos del sudoeste».

Así se creó, poco a poco, el istmo de A Lanzada, a lo largo de cuatro kilómetros y con otros dos de ancho entre el mar y la ensenada actual que conocemos como Marisma do Vao. En este espacio, el tiempo y la Naturaleza han creado uno de los más interesantes complejos dunares de Europa, rico en fondos de arena, vegetación marina, humedales y bancos marisqueros. Y la gran playa…

A Lanzada es refulgente miremos por donde miremos. Las olas de invierno provocan una luz tan especial que nos perderemos en sus infinitos azules desde tierra, paseando por la senda de madera creada para la mejor conservación de este espacio protegido.

CARNOTA

Hay un mar entre dos montes míticos y muchos mitos nadando entre sus olas. Este mar es un océano, el Atlántico, que llega y se va, tras esculpir estatuas de piedra salada en los acantilados y después de enviar su música de olas a la playa interminable, abierta a los buscadores de paz.

El monte Louro es de geológico interés por su origen en el pleistoceno, hace dos millones de años. El monte Pindo es el olimpo celta de la leyenda que nos conduce por entre guerreros pétreos hasta imaginarias fortalezas que vigilan el fin del mundo.

Desde uno y otro mirador se contemplan las furiosas montañas de espuma saltando sobre la roca y las olas que se deshacen en la serenidad de la playa interminable de Carnota, abierta a la villa de la calma. Sobre ella escribe el crepúsculo invernal el final de cada tarde…

NEMIÑA

En esta costa los protagonistas son el mar y el viento que la modelaron, prodigiosa y bella,  formada por una sucesión de acantilados elevados, furnas, coidos y playas casi salvajes. Te invito a seguir una senda de 28 kilómetros,  sin asfaltar y sin ruido de motores, que recorre este tramo de vida: es una ruta para hacer a pie, a caballo o en bicicleta, las tres maneras de conocer a fondo uno de los  paisajes de catálogo de la Costa de A Morte.

El sector del litoral entre la Punta da Barca y el Cabo da Nave es uno de los más abruptos de la costa gallega: un acantilado casi continuo, pero que tiene como premio invernal la playa y ensenada de Nemiña, desde donde la vista alcanza al Cabo Touriñán, el más occidental de Galicia.

DONIÑOS

Este es el mismo Atlántico capaz de recrear la belleza en la roca, labrando esculturas a las que cubre cada invierno con un manto de espuma blanca de olas, buscando esa policromía de mar y playa. El paisaje lo preside el Cabo Prior, convertido en balcón marinero y en el símbolo más apreciado de lo que se conoce como Ferrolterra.  Desde aquí te quedarás con el contraste que forman en Doniños y en la Rega, el agua dulce de su laguna y el agua salada que se deshace en este gran arenal, imprescindible espacio por su importancia ecológica.

Yo te invito a practicar surf o katesurf;  o simplemente a pasear por esta playa  que te proporcionará  una iodada atmósfera para respirar.

LOIBA

La costa de Loiba, en Ortigueira, constituye una auténtica sucesión de monumentos naturales. Este es el litoral más salvaje del Cantábrico gallego y también el más desconocido. El mar esculpió en esta zona impresionantes acantilados y cuevas. Vamos a hacer senderismo, si te parece, en busca de playas vírgenes como la de O Picón, a la que se accede por una escalera de vértigo.

Pero si esto cuesta, sigue el paseo que conduce a la playa de Cabalar o Morouzos, con las dunas más extensas y mejor conservadas de todo el litoral del norte de Galicia. Imita a las aves que se concentran aquí durante el invierno. Pero no te olvides de escuchar la sinfonía natural de las olas que procuran acompasar su sonido al canto de los pájaros… ¡Es una delicia!

AS CATEDRAIS

Finalmente te diré que en este lugar mágico es donde el mar demostró, a lo largo de los siglos, su poder erosivo. Aquí, el Cantábrico esculpió su mejor obra, un monumento nacional en donde la arena de la playa se cuela entre arcos que se alzan como si fueran los arbotantes de una catedral. El espectacular laberinto queda al descubierto solo cuando baja la marea.

Esta es la joya de la corona de la “Rasa Cantábrica”, una plataforma de erosión que se extiende a lo largo de 200 kilómetros entre Burela y Asturias. Es área protegida y un paisaje único, con acantilados de entre diez y veinte metros de altura.