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EL PAZO DE OTERO PEDRAYO

Ramón Otero Pedrayo no llevaba bien los calores del verano de Ourense, de ahí que buscase refugio en el Pazo de Trasalba, en Amoeiro, al menos durante el verano. Pero lo frecuentaba durante las cuatro estaciones en busca de la inspiración o tal vez porque le traía los mejores recuerdos de su infancia.

En realidad esta casona de Trasalba que Otero Pedrayo heredó de su madre y esta a su vez de su abuela no es un pazo, aunque todo el mundo lo designa como tal, tal vez porque aquí nació y vivió el insigne escritor que mereció el título de “patriarca de las letras gallegas”.  

Se ubica en el lugar conocido como “Campanas de Abaixo” y aunque el edificio se nos muestra dentro de una finca sí está integrado en el núcleo urbano de Trasalba.

La vida de Ramón Otero Pedrayo transcurrió a caballo del piso de la ourensana calle de la Paz, que curiosamente también habitó el escritor Vicente Risco,  y este Pazo de Trasalba.

Es de planta rectangular. La fachada principal da a la cara al oeste y está casi totalmente recorrida por una solaina que en su última parte ha sido transformada en galería.

Desde el patio situado delante de la casa se sube a la solaina a través de una escalera de piedra situada en su lado izquierdo.

También la fachada posterior, orientada al este, está recorrida por otra solaina, ésta de mayor longitud, que discurre a la altura del piso alto. Esta solaina tiene una barandilla de piedra hecha de sobrios pilares sobre los que se apoya un pasamanos de piedra moldurada.

El Pazo de Trasalba ha sido reconvertido en el Museo de Otero Pedrayo,  y se pueden visitar las diferentes dependencias, que se conservan tal y como estaban cuando vivía el patriarca.

Amoeiro descubrió a Otero Pedrayo, desde muy niño, la profunda esencia de la cultura tradicional y la etnografía del país. Son sus contactos de Amoeiro los que provocan en él su interés por la lengua, el galleguismo y la tierra. Su museo es todo un símbolo de nuestro pasado.

Mi madre siempre presumía de haber sido alumna de don Ramón y mi hermana Betty heredó ese orgullo de maestra que ella sentía.