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PEPA FLORES, LA MALAGUEÑA DE MIRADA TRISTE

“Me llevaban a un chalet del Viso y allí había gente del régimen que venían a verme desnuda a mí y a otras niñas”.

 

Mi concupiscencia infantil creció con ella y con sus películas, por eso le debo pleitesía ahora que ambos peinamos canas y las arrugas nos marcan el paso por el camino que conduce al tramo final de la vida. Me refiero a Pepa Flores, malagueña de ojos claros con mirada triste por haber sido Marisol hasta su juventud, un personaje que la convirtió en la mayor estrella del cine español pero que, una vez descubiertas sus maldades, la mandó a una radical e irreversible desaparición de la vida pública, pese a las mil y una tentaciones con las que cine y televisión intentaron recuperarla.

¿La causa? Todos los que vivieron a su alrededor se la callaron y ella, la niña, no pudo nunca por contrato denunciar unos hechos que hoy serían delito de cárcel para quienes la sometieron a castigos físicos y a todo tipo de vejaciones, haciendo gala de un machismo asqueroso que el mundo del cine y del espectáculo pasó por alto.

La revista “Vanity Faire” ha publicado hace unos días parte una conversación que la actriz mantuvo con el desaparecido escritor Francisco Umbral. Aquella entrevista iba para libro biográfico, pero nunca llegó a publicarse…

—- ¿Por qué?

—- Quizá porque su contenido era demasiado explosivo y una parte importante del cine español podía volar por los aires. Pongamos que fue censurado.

Pepa Flores confesó a Umbral que había sufrido tanto abusos físicos como sexuales desde que era una niña. Le contó, con lágrimas en los ojos, como actuó con ella un conocido empresario de la época, que la había contratado junto a otros siete niños para hacer una gira musical por toda España…

—- Me llevaban a un chalet del Viso y allí había gente importante, gente del régimen, que venían a verme desnuda; a mí y a otras niñas.

Cuando Marisol creció lo suficiente como para poder escapar de aquel infierno, se fue. Como disculpa dijo que se había quedado muda, que había perdido la voz, pero amigos como Joselito y Bárbara Rey sabían que su retirada tenía otro trasfondo.

Pepa era ya una mujercita de izquierdas que empezaba a colaborar con el PC  y estaba harta de que le asignaran en El Pardo el papel de embajadora de España, todos los domingos, por las tardes, cuando las nietas del dictador la invitaban a tomar chocolate en palacio y le hacían cantar aquellas canciones que ahora le parecían horribles. Ella no quería que se la siguiese identificando con aquel cine del franquismo y mucho menos volver a ver las mismas caras de quienes tanto la habían hecho sufrir de niña.

Creció y se casó con Carlos Goyanes del que no habló nunca maravillas…

—- A mi madre su familia la mandaba a comer a la cocina.

Goyanes lo niega todo pero Pepa siempre insistió en que aquel matrimonio fue un fracaso. Quizá porque siempre estuvo enamorada de Antonio Gades, el bailarín, con el que se casaría en 1982. Es más, reconoce que…

—- Yo nunca quise ser cantante, yo quería ser bailarina.

Uno de sus amores platónicos fue el guapo Alain Delon, a quien recuerda con cariño…

—- Cuando ya era famosa dormía con una foto suya debajo de la almohada.   

Ya ves. Yo por aquel entonces llevaba una foto de Marisol en la cartera que me había regalado mi padre.

Pepa también le contó a Umbral que aquella famosa foto suya, desnuda en la revista Intervíu, que batió todos los records de ventas, se hizo sin su consentimiento… aunque esto me resulta difícil de comprender.

El caso es que después de aquel shock que conmocionó a toda España, Marisol dejó de serlo y se convirtió en Pepa Flores González, una joven que se distingue en la lucha por los derechos de la mujer en el cine, la televisión y el espectáculo. Tenía entonces 38 años.

Ahora, a los setenta, Pepa ya no recuerda a Marisol, un personaje al que mató tras aquella foto. Dice que su mejor regalo es el anonimato. Y la creo.