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QUE LA CASA DE ALBA NOS DEVUELVA LOS CASTILLOS

Entre su impronunciable nombre completo debe haber algún apellido gallego; porque Cayetana de Alba era, en propiedades, la señora más rica de Galicia,  además de ser la persona que más títulos nobiliarios detentaba en el mundo.

La duquesa y tras su muerte la Casa de Alba posee aquí dos fortalezas, cuatro castillos y unas cuevas medievales, además de numerosas tierras y fincas cuya lista haría interminable este artículo.

Las fortalezas son la de Castro Caldelas y la conocida como Castillo de Monterrei. Ambas las cedió en uso la Casa de Alba a la Xunta de Galicia que las puso en valor llevando a cabo obras de rehabilitación de gran importancia y cuyo coste ya resulta incalculable.

La primera de ellas es la más antigua, está construida en el siglo X sobre un castro celta y pasó a manos de la Casa de Alba en 1794 por herencia del decimoctavo conde de Lemos, Carlos Miguel Fitz –James Stuart.

El castillo-fortaleza de Monterrei, al que Otero Pedrayo llamó la “Acrópolis de la Hidalguía”, fue construido en el siglo XII por Alfonso Henríquez, nieto de Alfonso VI. Está en perfecto estado de conservación y llegó a propiedad de la Casa de Alba por vía del Conde Duque de Olivares, su mayor figura histórica.

Yo creo que ambas fortalezas debieran ser cedidas por la casa ducal al patrimonio autonómico, puesto que nunca puso un euro para su conservación y, si se mantienen en pié,  es por los fondos públicos aportados por el gobierno de Galicia.

Sin embargo, la Casa de Alba sí llevó a cabo las obras de lo que hoy queda del Castillo de los Andrade, en Pontedeume, que no hay que confundir con la Torre que sobresale en el paisaje urbano de la villa, de propiedad municipal. Este castillo, casi en ruinas,  está en las afueras y  fue construido por Fernán Pérez de Andrade en 1337. Es de los Alba desde el siglo XVII, cuando lo compra el conde de Lemos.

El Castillo de Moeche está en pié pese a la revolución Irmandiña, que tiene conmemoración especial cada año. Data del siglo XV y también fue y es propiedad de la Casa de Lemos.

Monforte ya tiene como apellido “de Lemos” y su castillo, fue construido en el 1.332. El personaje más relevante de su historia fue Pedro Fernando de Castro y Andrade, presidente del “Consejo de Indias” y virrey en Nápoles. De él desciende James Francis Edward Fitz, que se casó con Teresa da Silva, de la Casa de Alba. Lo que mejor se conserva es la Torre del Homenaje.

El Castillo de Naharío, en San Sadurniño, del siglo XV fue levantado por uno de los hombres de confianza de Pedro el Cruel. Pasó luego a los Andrade y tras la revolución de los Irmandiños, a la Casa de Lemos, la más favorecida en aquella guerra.

Y las Cuevas de doña Urraca son los restos de una primitiva fortaleza construida en el siglo X por el Conde de Salvaterra, título que detenta hoy Cayetano Martínez de Irujo.

Bien. Esto es lo que hay. Dos fortalezas rehabilitadas con el dinero de los gallegos que solo están cedidas en uso. Tres castillos cuyas paredes se pueden venir abajo y que  piden a gritos una intervención. Y unas “cuevas monumento” que debieran ser cedidas a quienes las usan de hecho y las cuidan todo el año, el ayuntamiento de Salvaterra.

La Duquesa de Alba solo visitó una de estas “sus” propiedades en el año 1964, el Castillo de Monterrei; y dudo que estuviese en Galicia en otra ocasión porque la señora era folklórica, como se sabe y tiraba más al sur.

La fortuna y los bienes de la Casa de Alba los administra el más discreto de los seis hijos de Cayetana, su primogénito, el abogado Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, que es precisamente el heredero del título de Conde de Lemos y por lo tanto de todos los bienes que os hemos reseñado.

Resulta que yo tampoco creo que el futuro Conde de Lemos tenga mucho interés en Galicia y en sus castillos; al menos el suficiente para mantener vivos los más importantes monumentos medievales que posee el país.

Porque,  títulos aparte y herencias conseguidas de aquella medieval manera, de lo que no me cabe duda es de que fortalezas, castillos y cuevas son, sino legal  sí moralmente,  del pueblo gallego, es decir, patrimonio público.

Y los gallegos, descendientes de aquellos plebeyos que contribuyeron a levantarlos, tenemos mucho más derecho a su propiedad que quienes ni siquiera los conocen.