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REFLOTEN EL “ARA SAN JUAN”

“El casco estaba a 108 metros de profundidad y a 140 kilómetros de la costa rusa. A pesar de las difíciles condiciones climáticas, el submarino no estaba empotrado en el fondo del mar, lo que facilitó el reflote. Tras recuperar los restos de todos los fallecidos, se determinó que 23 de ellos habían sobrevivido al accidente inicial antes de asfixiarse”.

Así describía “Pravda” el hallazgo del submarino nuclear de misiles guiados “Kursk”, un año después de su hundimiento en el Océano Ártico, en el año 2.000.

Mi memoria compara hoy aquella desgracia con la del “Ara San Juan”, el submarino normalito que había decidido comprar de segunda mano el engolado almirante argentino, tal vez para presumir de flota y nada más.

El “Kursk” era un sumergible de última generación, invencible. El “Ara”, un cuatrolatas inservible para la guerra y nada útil para la paz. Ambos solo tenían en común que podían sucumbir ante los envites de la mala mar, la misma que les abocó a la tragedia para que el hombre tuviera claro que no hay almirante que mande en los océanos.

El diario moscovita nos describió el sufrimiento de aquellos marinos rusos para decirnos que hay juegos que debemos abandonar. Sin embargo, se le olvidó contarnos que el dolor corporal solo dura unos días, unos minutos… pero el que provoca una muerte estúpida deja en las almas de los que se quedan en el planeta un sufrimiento permanente, inolvidable.

Hace unos días, una empresa norteamericana, “Ocean Infinity”, encontró el casco del “Ara” de 2.300 toneladas a 900 metros de profundidad y a unos 600 kilómetros de la costa argentina. La firma cobrará 7,5 millones de dólares por el hallazgo.

Ocurrió un año y un día después de aquella última comunicación de los marinos con la base naval del Plata, el 15 de noviembre de 2017, cuando a bordo solo les quedaba una reserva de aire para siete días.

Durante aquel tiempo las esperanzas de encontrar con vida a los 44 tripulantes del “Ara” se fueron desvaneciendo a medida que pasaron las horas, pero ningún periódico se refirió a la angustia de aquellos hombres cuya muerte en el fondo del mar fue demasiado lenta y para colmo… por asfixia.

Tras el hallazgo del día 16 salió el presidente Macri a la palestra para decirles a las 44 familias de los marinos del “Ara” que no se iba a reflotar la nave, pese a su localización, porque eso suponía un coste para las arcas públicas argentinas de unos 3.500 millones de euros y la República no disponía de ese dinero.

No les dijo nada más a esas abuelas, madres, hijos, primos y demás familia que tienen el alma rota porque a un almirante en jefe se le dio por enredar con los juegos de guerra utilizando un verdadero cacharro.

La gente, la mía, se está preguntando:

—- ¿Para qué quiere la Armada Argentina –lo mismo que la española- submarinos? ¿Va a ser capaz de defender su territorio, en caso de invasión como en la Guerra de las Malvinas, con semejante flota? ¿A quienes pretenden asustar los almirantes y generales de sus ejércitos? ¿A su propio pueblo como hicieron aquellos dictadores?

Los argentinos ya no lloran por Evita sino por sí mismos. En cada alma nació un tango por la Patria olvidada, aquella de su bienestar. Ese es el cantar que cantan todos a coro, que si es por cantar un tango… que no quede la cosa. Lo malo es que en la letra hay un verso que dice:

—- Esto no tiene arreglo, el rico es más rico y el pobre más pobre.

Juntamente como en España, donde el poder económico ha tomado las riendas para que esto ocurra, no olvides lo que decía Botín, el viejo:

—- Es que ricos le somos muy pocos.

Macri presidente debería hablar con  Alejandro Bulgheroni, Eduardo Eurnekian, Gregorio Pérez Companc, Marcos Galperín, Jorge Brito, Eduardo Costantini,  Ezequiel Carballo y  Julio Patricio Supervielle.

Estos nueve argentinos, todos mayores y algunos hasta viejos, tienen en común que son milmillonarios. Sus fortunas suman casi 20 mil millones de dólares según el ranking de la revista “Forbes”. Aunque, entre todos, donasen la cantidad que es necesaria para reflotar el “Ara San Juan” seguirían siendo muy ricos, riquísimos…

¡No estaría mal que tuvieran un detalle con los pobres! ¿No os parece? Mientras, en lo que debemos de insistir todos es en que hagamos ejércitos para la paz, que las máquinas de guerra causaron ya demasiadas muertes.