galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

RETRATO DE UNA NIÑA DE SADA

Si esta niña se reconoce en este artículo que sepa que me lo inspira no solo lo aterido de sus pies descalzos; también es cómplice la inocultable ternura de sus ojos hermosos que los imagino radiantes, iluminados por una sonrisa que nunca debió perder.

LA RAZÓN DE AQUELLA HUIDA
Por J.J. García Pena

Pocas, muy pocas de las miles de fotografías que van componiendo, día a día, el impagable archivo de Memoria de Sada, alcanzan el grado de elocuencia visual de esta durísima imagen, a la que, pese al dolor y congoja que me transmite, no dudo en calificar de hallazgo artístico.
A todas luces, no se trata de un retrato por encargo, pagado por algún familiar de la sufrida criatura. Nadie, cercano a ella, quisiera retener una escena tan dramática como la registrada. En ese hipotético caso, hubiese hecho enfocar y encuadrar, solo, la angelical y afligida cara de la niñita.
Es una pena que al menos no se pueda conocer su data, sin duda anterior a 1950. Me arriesgo a situarla alrededor de los años 30-40 del siglo XX.
Me lo sugiere la gruesa prenda de lana que lleva sobre sus hombros, aquella toquilla que si no era elegante servía para matar el frío; también el largo de la raída falda. Ambas prendas de la niña estarían fuera de época en los años cincuenta.

Hay algunos detalles en la imagen que me hacen sospechar que la foto fue tomada por un fotógrafo sensible con dotes de verdadero artista. No solo captó el dramatismo del objetivo enfocado, sino que lo realzó, magistralmente, con el manejo de las luces y las sombras.

No sería nada improbable que un fotógrafo vocacional y en tránsito ocasional por Sada, hubiese reparado en el humano valor testimonial de la pequeña maltratada.
Quizás fuese el mismo Noya Moneró, aquel que, en la sufrida Galicia de posguerra lograra, con genial naturalidad, el mejor retrato de Xorxe «O Manco», mi abuelo sadense y marinero, protagonista de El Remiendo.

Hoy en día, cuando por suerte la corriente emigratoria hacia América no es más que un mal recuerdo para los que se quedaron na terriña y un dolor incurable para los que permanecen de la diáspora, es bueno y muy saludable para las nuevas generaciones, conocer qué razones impulsaron a miles de sus compatriotas más infelices a salir -huir- del suelo amado.
Una vez más, una imagen nos demuestra que vale mucho más que mil palabras mal hilvanadas, como estas mías.

Por tanto, me llamo a silencio… ¡Que hable la luz!

Con mi agradecimiento a “Memoria de Sada” porque así también se hace patria.