galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

SARGADELOS, CRÓNICA DE UN SUEÑO

No sé por qué, pero en estos días difíciles de pandemia me acuerdo especialmente de algunas de esas muchas personas honestas que fueron capaces de hacer país, mucho antes de que los gallegos votásemos el  Estatuto de Autonomía.

Una de ellas es mi inolvidable amigo Isaac Díaz Pardo.

Tengo su imagen delgada paseando por Sargadelos clavada en mis ojos y recordándome:

— Unha das aventuras mais grandes da miña vida… e tamén unha das mais extraordinarias da Galicia dos anos sesenta,  foi sen dúbida Sargadelos.

Siempre me recordaba aquellas dificultades iniciales para crear el Laboratorio de Formas, hecho del que ya pasaron más de cincuenta años.

Aquello fue, a mi entender, uno de los más exitosos procesos de la creación colectiva, el gran hito gráfico que sirvió de cordón umbilical entre la Galicia del arte y ese amplio mundo artístico de la Galleguidad exterior.

Claro que, cuando “veo paseando a Díaz Pardo por Sargadelos”, me acuerdo de cómo le fue “arrinconando” esa gente que ahora obtiene pingües beneficios del trabajo de Isaac y del de cuantos volcaron su entusiasmo en crear aquellas primeras “formas artísticas”, que identificaban a Galicia como país.

Díaz Pardo, en su modestia, siempre te decía:

—  O Laboratorio de Formas foi unha idea brillante, como todas as súas, de Luís Seoane.

Pero yo conocí a un Isaac que, mientras le dejaron, luchó lo indecible como líder del invento, aportando además su gran imaginación y todo su poder creativo.

Por eso, esas figuras de Sargadelos que bien definen el carácter de quienes aquí habitamos,  fueron las embajadoras de Galicia en el gran escaparate del mundo. Y a través de ellas, también nos conocieron.

Su singularidad extrapoló la creatividad gallega mucho más allá de nuestras fronteras.

A mí me gusta distinguir entre Sargadelos y O Castro, aunque ambas “marcas” dieron vida a aquel Laboratorio de Formas. Para mí Sargadelos es el arte y O Castro solo la cerámica, si dejamos al margen la importante labor cultural desarrollada por su imprenta.

O Castro, en mi modesto parecer, es el juego de café. Y Sargadelos es la “forma”. De la fábrica de Sada salen tacitas como churros y en los hornos de Cervo se cuece el arte.

Y no fue por casualidad por lo que el tándem Díaz Pardo-Seoane eligieron a Sargadelos como sede principal de su Laboratorio de Formas

— Elexímos iste lugar pola súa historia, polo seu siñificado…

Isaac me contó ese mismo día como el origen germinal del Laboratorio de Formas estuvo, precisamente, en la conjunción de las fuentes de la inspiración y la epopeya de la resistencia cívica, galleguista y republicana contra la dictadura franquista.

Y también me habló de un personaje poco citado por los historiadores de la Ilustración, un asturiano nacido en Los Oscos, pero que desarrolló la mayor parte de su actividad profesional e industrial en Galicia, entre Ribadeo y precisamente Sargadelos.

Antonio Raimundo Ibañez, el Marqués de Sargadelos, fundó en 1806, en este pequeño pueblo del municipio lucense de Cervo la Real Fábrica de Loza, la más importante de España. Aprovechó la infraestructura de una siderúrgica que había creado anteriormente y la proximidad de yacimientos de caolín.

Junto a aquella fábrica se asienta el actual Laboratorio de Formas de Sargadelos y aún se conserva el edificio de la Administración.

Los gustos artísticos del Marqués, su personalidad y su brutal asesinato en Ribadeo merecieron la especial atención de Díaz Pardo y de Luís Seoane, los creadores de este centro universal del arte y la cultura.

Tras la muerte de Díaz Pardo, Sargadelos pasó es…  pero otra cosa.