galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

SENSACIONES DE UN PEREGRINO A COMPOSTELA

Por Ramón Fernández Fernández.

 

Hoy hace un año, un año de mi llegada a la meta escogida cuando di el primero de los pasos del millón, o más, que me faltaban por dar para llegar al lugar escogido y hacer la reflexión más grande de mi vida, para intentar ser un hombre nuevo por dentro, para intentar entender el por qué de esta necesidad de caminar hacia un destino que poco a poco me llamaba. Un lugar donde llegar con mi vida a cuestas, un lugar para entender lo más posible el trayecto caminado en todos los años vividos, un lugar donde poder descansar después de poner paz en mi corazón y mi mente.

Después de un año, creo que todo este tiempo transcurrido solo me aportó ganas de vivir, ganas de seguir caminando. Creo que esto ya es mucho lo recibido a cambio de ese caminar del millón de pasos, o más. Mi primer paso fue en tierras francesas, esas tierras vecinas, tierras de unas gentes que se me antojan reacias a nuestra amistad, diría casi que distantes con todos nosotros, y me gustaría saber porqué. Esa es mi apreciación, puede que esté equivocado. Pero como digo, allí di mi primer paso para comenzar a recorrer el Camino de las Estrellas, un Camino milenario, un Camino casi siempre de unión, pero un Camino siempre para la vida. Ojalá, y lo siento más ahora, todos los caminos sean siempre de unión y de convivencia en paz.

Todo este año vivido desde entonces, valió para dar un gran paso, como una transición previa a un futuro que me espera, espero, a nuevas metas aún por conquistar, a nuevos caminos por descubrir, a dar otros millones de pasos en la vida intentando siempre ver luz al final de cada camino, de los muchos caminosque todavía quiero andar.

Un año de recuerdos permanentes y presentes, de una nueva forma de sentir muchas cosas que antes pasaban desapercibidas para mi, de saber mirar con los ojos del corazón. A respetar mucho más todo lo que me rodea y disfrutarlo con la simple sencillez grandiosa de ver nacer un nuevo día. Sentir que cada amanecer es un regalo que debo intentar vivir.

Una experiencia brutal para mi forma de ser, digo brutal por lo grande que me parece y por las grandes sensaciones que anidaron en mi interior para quedarse para siempre. Ojalá que con el discurrir de los años, sigan vigentes en mi como ahora las siento. Yo pondré todos mis esfuerzos para que así sea. Lo que viví hace justo un año es algo indescriptible, algo que a lo largo de todo un año no fui capaz de encontrar la palabra que a mí me parezca justa, que más que justa, acertada, que me llene para poder expresarla a los demás, para intentar que comprendan mi manera de sentir y para sentirme plenamente satisfecho conmigo mismo. Pero de todos modos si estoy satisfecho.

Llevo escribiendo en todo un año muchas páginas con estas reflexiones, incluso un libro de muchas páginas de mi caminar en esos 33 días del Camino, pero nunca me siento satisfecho del todo, todos los días siento en mi cabeza pensamientos nuevos, todos los días siento el Camino como el día después de mi llegada. Unos días siento nostalgia, otras ganas de ponerme en marcha de nuevo, pero siempre feliz por lo vivido y sentido en Él, pero no deja de llamarme.

Al principio mi cuerpo pedía descanso, desconectar de tantos días caminando, pero a medida que los días pasaban, la nostalgia me invadía, cada día sentía más el orgullo de ser peregrino, más bien diré que me siento orgulloso, trato de escribir nuevos recuerdos que afloran a mi cabeza a diario, llegan poco a poco, como si los recuerdos del largo peregrinar quisieran caminar despacio, como yo lo hacía, no quieren abrumarme, vienen caminando y haciendo descansos, como por etapas, como esencia del Camino. Como una compañía silenciosa transportando imágenes a mi mente y sonrisas a mi corazón.

En todo este año, procuro poner a veces el calzado que usé en el Camino, y salgo a caminar diario, sé que no es lo mismo, pero lo necesito. Los lugares actuales por donde camino no dejan el poso en mi como caminante, pero es lo que tengo, camino para sentir la libertad, para desconectar de lo que me rodea aunque sea difícil conseguirlo. Camino por el placer de caminar, así de sencillo, es lo más barato en la vida y lo más reconfortante para mi cuerpo, sentir el cansancio caminando para sentir después el gran placer de descansar. Alguna vez camino sin mirar lo que me rodea, intento solo rodearme de los lugares que están en mi cabeza muy presentes todavía, trato de transportarme de nuevo a esos lugares de algún modo. A veces, cuando cierro mis ojos por unos segundos me siento de nuevo en algún lugar del Camino. Esos segundos me llenan de alegría, son sueños dando pasos, son sueños que solamente los puedo interpretar yo, son sueños que siempre estarán conmigo cada vez que camine, cada vez que me ponga en movimiento.

Son momentos para sentirme caminando de nuevo por los lugares que desconocía, por los lugares y caminos que quería empezar a conocer y viene a mi mente los recuerdos de cuando empecé a caminar. Lugares que siempre quedarán en mi hasta el final de mis días.

Para mí cuando caminaba por lugares desconocidos, sentía un placer difícil de explicar, mis pies por momentos empezaban a sentir que compartían los pasos de otros caminantes a lo largo de los siglos. Mis ojos se volvían inquietos al descubrir todo lo nuevo, no eran capaces de fijarse en un solo punto durante mucho tiempo, solo querían transmitir a mi mente y a mi memoria toda la información visible y posible.

Muchas veces sentí la necesidad se continuar caminando a pesar del cansancio, sentía como todo lo nuevo que se presentaba para mí me llamaba a seguir, me daba energía y ponía mi mente a expandirse imaginando historias, imaginando tiempos pasados y futuros sobre los caminos que pisaba. Todos los porqués de este sentimiento que me producen al caminar, inyectan una luz a mí mente para llegar a ver en las sombras y se trasforman en luces que antes no veía.

Cuando di el primer paso de este largo Camino, solo tenía dudas, muchas dudas y miedos, pero de igual forma tenía ilusión, mucha ilusión y ganas, todas las ganas del mundo dentro de mí para caminar, para sentirme libre, porque sabía que, desde siempre, caminando me sentiría libre, me sentiría solo pero rodeado de gente y de cosas.

También cuando en algún lugar del Camino el cansancio hacía que mi cuerpo dijese basta, pidiendo descanso, descansaba pensando en el momento en que este cansancio pasajero me abandonase y pudiese ponerme en pie y continuar caminando, continuar descubriendo lugares en cada recodo, en cada esquina, en los valles y en las montañas, en los pueblos y en las gentes.

Un caudal de imaginación entraba en mi a cada paso que daba dando lugar a realidades, a placeres jamás sentidos ni vividos, a sentirme pleno y feliz.

Placeres sencillos, placeres que siempre estuvieron ahí pero que nunca antes fuera capaz de verlos. Lugares soñados por mi con mucha anterioridad empezaban a cada paso a hacerse realidad, caminar con la compañía de grandes montañas, grandes bosques que me llenaban de felicidad, llanos, valles, ríos, pueblos y ciudades y lo más importante, la gente que como yo caminaba por el Camino de las Estrellas. Todo lo que vivía superaba en mucho mi imaginación cuando pensaba en hacer el Camino. Era la Naturaleza puesta ante mí, el espectáculo más grandioso y variado en el que sentirme importante.

Pude encontrarme sentado una mañana en un alto del Camino viendo amanecer y también un valle desde el lugar donde pudo estar sentado hace 800.000 años un hombre o una mujer mirando el llano en Atapuerca y sus lagunas. Pude sentir el rumor del viento como ellos lo sintieron, disfrutar el mismo calor que me ofrecían los rayos del mismo sol que a ellos calentaron y dieron luz a un nuevo día. Sentirme parte de la historia a cada paso, a cada descanso mirando el horizonte, mirando las piedras milenarias que conforman los grandes monumentos a lo largo del Camino, mirando los ríos que desde hace miles de años apagaron la sed de los caminantes con su agua y que en mi forjaron una parte de mi vida, árboles centenarios que me dieron sombra para descansar en los días de sol, que me dieron sus frutos sin preguntar ni pedir nada a cambio. Toda la naturaleza puesta a mi servicio, para disfrutarla despacio, para respetarla siempre. Caminar para ser feliz, esta puede ser la frase de mi vida.

Cuanto tiempo de mi vida sin sentir que lo más simple de la vida y de las cosas, pueden aportar una serenidad incomparable. Que todo o casi todo lo que antes era un logro, ahora veo que lo sentiría como superficial, que la verdadera felicidad está mucho más en las pequeñas cosas. Que ahí pude encontrar lo que nunca había sentido. Que una sonrisa de alguien desconocido, en un lugar desconocido de mi caminar, pude sentirla como un gran regalo, un gesto que antes pasaba desapercibido en mi vida por recibirlo de alguien también desconocido, un gesto que yo entendía en su mirar como para decirme: “Comparto tu cansancio”

“Comparto tus pensamientos”, alguien que tal vez no vuelva a ver jamás, que algún día lo recuerde y ocupe mi pensamiento, que sea de algún país lejano que me gustaría conocer. Que pienso en ese momento en que su mirada se cruzó con la mía y dejé pasar la gran oportunidad que me brindaba el momento de conocerlo mejor, de cambiar o más bien combinar sus sonrisas con mis sonrisas y mis palabras con sus palabras, saber de su forma de ser, de su país, de su cultura, algo de su vida, saber incluso algo de su religión y su lengua distinta a la mía, pero con la fe de caminar, ese alguien que pudo, o puede, llegar a ser mi propio reflejo en mi espejo, alguien del que aprender y que como yo puede que sea feliz simplemente caminando. Es simplemente alguien que está cruzando, como yo, un puente en esta vida, un gran puente.

Caminar hizo y hace, que sienta a diario lo que nunca sentí, y no me cansaré de repetirlo, y porque no, compararlo si hablo de mis admirados puentes, como si cruzase un puente y en un extremo dejase lo cotidiano y la ambición, y al otro extremo encontrase la serenidad y la paz. Porque siempre pensé que un puente o los puentes pueden tener un gran paralelismo con nuestras vidas, un sinónimo de unión o meta al cruzar un puente o al menos, llegar a la cresta y ver lo que nos espera al otro lado.

Un puente muy largo, un puente que todos nosotros deberíamos cruzar o intentarlo algún día en la vida, para sentir o intentar sentir como la entrada de la energía del bienestar hace desaparecer nuestros miedos acumulados a lo largo de nuestra vida y sentirnos casi como si naciésemos de nuevo a la vida.

Ahora cuando me siento a descansar en ese extremo del puente imaginario, miro a mi alrededor y quiero seguir caminando, quiero encontrar otro puente que me siga ofreciendo otra nueva orilla donde descansar al final de mi vida.

Hay miles de puentes a lo largo del Camino de la vida, solo debemos dar el primer paso para encontrar el primero de los puentes en nuestro Camino, con nuestra mochila cargada de dudas, miedos y ambiciones, pero por encima de esa mochila que siempre sobresalga la ilusión, esa ilusión que no pesa en nuestra mochila, que hace más ligero nuestro peso, esa ilusión como meta para la búsqueda del primer puente que nos espera, ese puente milenario, hecho de piedra dura, hecho para soportar el peso de mi vida, único y compartido al mismo tiempo, que por largo que sea, por muchos descansos que nuestros cuerpos pidan, siempre levantarnos con la energía de la ilusión, porque todos los puentes tienen principio y final. De nosotros, solo de nosotros depende de cómo será ese final. Pero no es este el momento de hablar de finales, es momento de recordar principios, de serenar la imaginación para que los recuerdos sean ellos los protagonistas, los que de verdad empujen y den alegría a mi relato, que pueda disfrutar con ellos aunque a veces sienta que pueden hacerse repetitivos.

Intentaré colocar esos recuerdos en cuatro bloques para intentar descifrar cada uno de ellos como mejor sepa.

En el primero quiero poner a la gente que de alguna manera más recuerdo por el simple hecho de que forman parte de mi Camino, siempre están ahí como una parte indispensable en el discurrir de ese millón, o más, de pasos que conforman estos recuerdos.

Al principio conocía a los principales protagonistas de mis recuerdos en los primeros miles de pasos, unas personas con las que compartí risas y cansancios, unas personas que siempre supe que podía contar con su apoyo en el momento del desfallecimiento, que me ayudaron del mismo modo que yo les ayudé y que en un momento y en un lugar del caminar, nuestros pasos se alejaron esperando a que algún día podamos volver a caminar juntos. Luego en los siguientes miles de pasos fui conociendo a más personas que aunque no dimos muchos miles de pasos juntos, los que dimos fueron suficientes para que su recuerdo sea imborrable. Personas de muchas partes de España y del mundo, unos de países más cercanos y otros más lejanos, pero que, ahora, están todos a la misma distancia en mis recuerdos, están presentes a pesar de la distancia. Cada día recuerdo algo nuevo, recuerdos todos agradables, alguno no tanto, pero pasado el tiempo todo se vuelve bueno.

No sé si la vida me dará la oportunidad de volver a verlos algún día, supongo que no, pero da igual, la vida continúa, el Camino siempre está listo para seguir caminando por él, y ellos siempre irán a mi lado.

Los recuerdos son magníficos, y, como dije, todos ellos caminaran a mi lado de nuevo en algún momento de mi vida, aunque solo sea en sueños.

El segundo y tal vez uno de los recuerdos que más me acompaña es simplemente mi Tierra y las otras tierras por las que caminé. Este caminar de un millón de pasos, o más, hizo crecer en mí de forma desmesurada el gran amor que ya sentía por ella.

Viendo otros lugares y tierras se acrecentó este sentimiento que yo siempre creí que ya era enorme. Pero con el tiempo y con muchas reflexiones llegué al convencimiento de este cambio en mi sobre mi Tierra e incluso sobre mis gentes.

El hecho de caminar casi un millón de pasos, o más, por otras tierras hizo en mi este cambio, y el porqué pienso que es simple.

Yo tengo viajado, creo, bastante, aunque no todo lo que quisiera, tanto por

España como por algunos países del mundo, y a pesar de estar alejado de mi tierra mucho más tiempo nunca lo había sentido de este modo y la explicación es sencilla; Esta vez fui caminando, si caminando.

Cuando uno se pone a caminar día tras día, siente y ve mejor las diferencias entre un lugar y otro, es la mejor forma de palpar, sentir y vivir los lugares. Es la mejor forma de comparar y apreciar lo bueno y lo malo de cada cosa y lugar y este es el motivo de mi cambio. Un cambio que no me sorprende, al contrario me hace feliz, se diferenciar muchas cosas que antes me pasaban desapercibidas, que no le daba valor o importancia como ahora, que ahora sé lo que para mi vale de verdad.

Cuando caminé por todo el norte de España, en ese millón de pasos, o más, casi todos fueron por zonas rurales, esa fue la gran diferencia entre esos lugares y mí Tierra, ahí radica lo hermoso y lo más normal, ahí creció mi orgullo por lo hermoso de mi Tierra y mis Gentes.

Ahora que estoy en ella me doy cuenta de lo que antes en muchas facetas pasaba desapercibido para mi, ahora lo valoro, lo siento más mío.

Otra parte es simplemente el recuerdo de algunos pueblos que conocí y que de alguna forma dejaron un poso en mi muy agradable, un deseo de saber de ellos ahora que los conozco un poco. No sé si volveré algún día de nuevo, peromientras tanto busco toda la información posible para poder sentirme más cercade ellos.

El primero de estos pueblos que tanto me agradó es Estella-Lizarra, unprecioso pueblo navarro donde me sentí casi como en mi Tierra.

Conocí muy buenas gentes, apoyo siempre en mis dudas, siempre unaspalabras amables y de afecto. Todo lo que engloba la cordialidad la encontré eneste lugar y sus gentes. Gracias.

Otros pueblos a reseñar pueden ser, por su historia, Viana, un pueblo también navarro con mucho que enseñarme, con mucha historia como casi todoslos pueblos de Navarra.

Roncesvalles, Puente la Reina, Los Arcos, Torres del Río…Tantos lugares y tanta historia, tanto del Camino como de grandes personajes que hicieron que renaciera en mi aún más la pasión por todo ello.

La provincia de Logroño, con Logroño ciudad a la cabeza, Navarrete,

Nájera y como no, Santo Domingo de la Calzada, otro lugar que me agrado de forma distinta, me sentí también como en casa.

De las provincias de Burgos y Palencia, muchos lugares que me sorprendieron por ser totalmente desconocidos para mi, incluso ni conocía sus nombres, de lo cual sentí vergüenza en algún momento. Pueblos o más bien casi pequeñas ciudades como Belorado, Agés, Frómista, Carrión de los Condes y comono, Atapuerca.

También mi recuerdo en estas provincias son, entre otras cosas, sus preciosos amaneceres que tanta energía me aportaban para sentirme pleno caminando. También sus puestas de sol magnificas e incomparables.

La Provincia de León siempre estará unida a mí por algo más especial,principalmente su capital, un lugar donde decidí hacer un pequeño descanso para sentir de nuevo una mano en mi mano, un apoyo a mi cansancio, un apoyo a mi caminar. No voy a nombrar pueblos de esta provincia, todos se quedarían pequeños en los recuerdos al compararlos con León, y quiero ser justo con todos ellos que me aportaron preciosos recuerdos también. Solo quiero hacer una salvedad entre todos ellos, no ya por el pueblo en sí, El Acebo, si no por la propia etapa de ese momento.

Un día duro para caminar por las inclemencias del tiempo y al mismo tiempo feliz al final del día, con muchas anécdotas, pero por encima de todo está el momento en que empecé a pisar las piedras depositadas por miles de peregrinos a través de los años y que rodean la base de la Cruz de Ferro. Fue el profundo sentimiento que brotó en mi cuando mi mano tocó y acarició la Cruz de Ferro. Las primeras lágrimas de emoción y casi diría dolorosas que brotaron esa mañana del día 28 de septiembre de 2013.

Muchos momentos y muchas personas pasaron por mi mente en ese momento y en ese lugar de una forma que, aún hoy transcurrido un año me emociona, me hace sentir que añoro muchas personas y momentos que estuvieron presentes a lo largo de mi vida, unas siguen y otras solo están en mi corazón.

Tampoco puedo dejar de escribir de mi agradable, entre otras, sorpresa cuando llegué a pueblo de la Virgen del Camino. En un momento en que casi puedo decir me acompañaba cierta tristeza, apareció ante mí la Basílica dedicada a la Virgen del Camino. Mi ignorancia, una vez más, se vió gratamente recompensada con lo que mis ojos veían, y ya la emoción indescriptible fue cuando entré y mis ojos vieron el interior de la Basílica. Fue un momento de sentir algo distinto, algo sorprendente para mi manera de pensar. Fue muy íntimo, unos segundos donde mis creencias religiosas, escasas, hicieron que pensase ypensase…

Luego ya entro en mi Tierra, Galicia. Aquí ya no son recuerdos, son presentes, porque para mí todos los días de alguna forma y en algún momento, estoy en un lugar por donde mis pies dieron los últimos miles de pasos para llegar a Santiago de Compostela.

El final de estas cuatro partes se la quiero dedicar solo a mi Tierra y a mí llegada, creo que aquí tendré que hacer una selección o más bien una elección con mucho cuidado porque todo me parecerá poco, y difícilmente sabré escribir lo que siento o sentí cuando di esos pasos.

Ya antes de pisar tierras gallegas, algunos pueblos limítrofes me ofrecieron una especie de preludio de la marea de sentimientos que estaban por llegar en el momento en que, en un lugar del Camino un monolito en medio del monte meconfirmaba que pisaba tierras gallegas.

Pero quiero empezar por el principio de ese día que había soñado desde el primer día en que empecé a caminar allá por tierras francesas.

Ese día nació con lluvia, como queriendo darme el bautismo y limpiar mi aurea para entrar sin el polvo del Camino en mi adorada Galicia. Y así fue como empecé a caminar temprano, con una emoción contenida, intentando serenarme y solo pensar en caminar como siempre hice en etapas anteriores, tratar de disfrutar de todo lo que me rodeaba, de toda la abundante vegetación y del color verde que me recibía para que mis ojos empezasen a acostumbrase al color con el que se identifica mi tierra.

Pero la sorpresa de ese día vino justo cuando ya empecé a divisar a escasosmetros en un alto, el “Marco”, le voy a llamar así como se llama en Galicia, que me avisaba de que dejaba León y entraba en Lugo, Galicia.

Por decisión de la naturaleza, en ese momento cesó la lluvia y dio paso a un sol radiante entre unas nubes que poco a poco iban formando unas preciosas formas en el cielo para crear en mi un estado de felicidad y como regalo para secar las últimas gotas de lluvia que todavía permanecían sobre mi cuerpo. Un calor que de alguna manera alimentaba mi corazón y lo llenaba de esperanza e ilusión por lo que empezaba a vivir a partir de ese momento. Ese día, llegué a otro lugar clave en el Camino, O Cebreiro. Esta era mi etapa favorita desde que empecé. No quiero con esto decir que las otras no lo fuesen, pero esta para mi tiene una simbología especial. Un pequeño pueblo en lo alto de las montañas de Lugo, pero un gran pueblo para sentir de verdad la esencia del Camino y de Galicia.Mis emociones en este lugar mágico solo las puedo traducir con las palabras más sencillas: paz, sosiego, descanso, felicidad.

A partir de aquí todos los pasos en mi tierra fueron cansinos, pero no por cansancio, si no por tanto detenerme a cada instante y empaparme de todo lo que me rodeaba, de intentar disfrutar de algo que considero mío, de recoger una simple castaña del suelo y paladearla como un manjar, de comer una manzana cogida de un árbol en pleno bosque y volver a sentir mi niñez en mi boca… De acariciar unas piedras del camino o admirar un árbol centenario y sentarme bajo su sombra protectora y fresca mientras descansaba y mis ojos y mi imaginación volaba sobre nubes en el horizonte haciéndome soñar. Sonreir cada vez que recibía unas palabras de algún paisano en mi generoso y dulce idioma gallego, verlos trabajar en el campo y admirarlos mucho más de lo que antes lo hacía. Sentir sus vidas como algo propio, como algo que todos compartimos a lo largo de los siglos, unas emociones que me dan fuerzas para seguir caminando, que me ayudan a ver que vale la pena intentar ser lo más feliz posible a pesar de las vicisitudes de la vida.

En estas siete últimas etapas en las que dividí el Camino para llegar a Santiago, fueron todas y cada una de ellas a medida que pasaban, como etapas que no quisiera terminar, como si al finalizarlas sintiese que me faltase algo, una sensación de querer alargarlas para disfrutarlas un poco más. Eso no me pasó en las etapas anteriores donde a diario deseaba terminarlas para descansar, aquí el cansancio era igual o incluso superior.

Ahora pasado un año creo entender que mi mente en aquellos momentos tenía el gran deseo de llegar a Santiago y todo lo que eso representaba y al mismo tiempo ya empezaba a crecer en mi la nostalgia del Camino.

De mi llegada a Santiago podré decir miles de cosas pero sobresale una por encima de todas: Gracias a la vida por brindarme la oportunidad de haber vivido este momento mágico que solo viviéndolo en primera persona se puede entender, solo dando ese millón de pasos, o más, se puede ir recibiendo a cada paso esta magia que el Camino de las Estrellas y el Señor Santiago depositaron en mi corazón.

Otro día pondré mi corazón y mi mente juntos para que me den todas las palabras que quiero escribir sobre el día de mi llegada al Obradoiro.