galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

SOL Y LUNA QUIEBRAN LA NEGRA SOMBRA

TRES CARAS Y DOS ESCENAS EN EL JUICIO CONTRA EL ASESINO DE DIANA QUER

He subido a la sierra que toca el cielo para contemplar las dos rías de sus costados y mirar de frente al mar, como hacen los barcos que navegan en busca de la vida. El viento que azotaba mi cara era el mismo que despejó la niebla de la ría del sol, espejo de A Pobra do Caramiñal. Todo lo que veo es tan hermoso que me resulta incomprensible aquella horrible tragedia que, en esta semana de juicio en Compostela, aún nos hace llorar por la joven Diana Quer.

De lo visto en los juzgados de Santiago me he quedado hasta ahora con tres caras: el rostro del diablo mintiendo sobre su tremendo crimen. El semblante de un padre que sufre y cuyo dolor nadie puede calmar. Y las lágrimas resbalando por las mejillas de una abogada a la que le tocó en desgracia defender lo indefendible.

Y dos escenas me impresionaron especialmente.

La primera es la de Juan Carlos Quer, sentado en la segunda fila de los asientos reservados para el  público: su cara, tras más de cuarenta horas en la sala, refleja tanta impotencia como cansancio.

A escasos cinco metros está sentado José Enrique Abuín, alias “El Chicle”, un depredador sexual que según todos los relatos judiciales agredió sexualmente y asesinó a su hija Diana, de 18 años, la mayor de las dos que tenía hasta agosto del 2016.

Al padre de Diana, allí sentado, mientras escuchaba paso a paso lo que “El Chicle” le hizo a su hija, -primero el relato del propio asesino y luego lo que contaron en la sala los agentes, forenses y un montón de testigos-, le iban clavando cuchillos en el alma.

—- No tenía por qué asistir al juicio…

—- ¿Y qué padre con tanto dolor se resiste a ver como se hace justicia contra el horror de los horrores?

A lo largo de los meses de búsqueda, cuando se descubrió el cadáver desnudo de Diana en el pozo de la nave de Rianxo, en los días precedentes de la vista oral contra “El Chicle”, Juan Carlos Quer había mantenido el tipo; se mostró ante todos con mucha pena pero con pasmosa tranquilidad.

Sin embargo cuando encontró la mirada del hombre que había asesinado a su hija,  tras ver el video de la reconstrucción  de tan espantosos hechos en el que aparecía riéndose, no pudo evitarlo, se levantó y le gritó con dignidad…

—- ¡Podría haber sido tu hija!

La angustia le traicionó y perdió su habitual compostura por lo que, el presidente del tribunal, el magistrado Ángel Pantín, tuvo que decirle…

—- ¡Salga de la sala!

Aunque, de seguido añadió:

—- Lo siento mucho.

Juan Carlos Quer también le pidió disculpas y…

Segunda escena.

A María Fernanda Álvarez, la letrada defensora del “Chicle”, le cayeron las lágrimas por sus mejillas, en el momento en el que Juan Carlos Quer abandonaba la sala. La abogada defiende al acusado porque no le queda otro remedio. Lo hace con esa profesionalidad que exigen las leyes para cualquier reo: todos tienen derecho a la mejor defensa por muy horrible que haya sido su crimen.

Sin embargo la defensora de Abuín sintió en su corazón una explosión de emotividad en el momento en que se fue el padre de Diana y… lloró.

Los minutos no daban pasado y a nadie le pasó desapercibida tal circunstancia.

María Fernanda está curtida en estas lides pero no pudo evitar el abatimiento tras haber visto lo que todos vimos en todas partes: la cara de “El Chicle” riéndose mientras le explica a los agentes como asesinó a Diana Quer.

La defensora es una mujer tenaz con fama de dura y muy brillante como profesional, pero nadie puede controlar los sentimientos cuando los hechos demuestran tanta crueldad.

Lo demás que nos dejó este juicio contra José Enrique Abuín “El Chicle”, por la violación y asesinato de Diana Quer, fueron pruebas suficientes para tirar por tierra el planteamiento de su defensora, basado en la falta de evidencias para que el jurado emitiese una sentencia condenatoria.

Las pruebas las aportaron sobre todo los forenses con lecciones magistrales sobre lo que cuentan los cadáveres. Incluso aportó lo suyo un matemático que, basando su afirmación en el Teorema de Bayes, concluyó que…

—- El Chicle violó a su víctima con un 99,999% de probabilidad.

Esta tesis, quizá por lo desconocida, no convenció a ninguno de los presentes, aunque el magistrado Ángel Pantín preguntó a uno de los forenses que opinaba del teorema.

El experto solo dijo:

—-  A mí, personalmente, si me preguntan, no me cabe duda de que el móvil fue sexual, pero lo que pasó allí y si llegó a violarla ninguna o muchas veces no lo sabemos.

Pese a esta respuesta, nadie se quedó con dudas, ni siquiera los investigadores que demostraron una excelente profesionalidad para reconstruir con precisión los últimos pasos de Diana Quer, en la madrugada del 21 al 22 de agosto de hace tres veranos.

ÚLTIMA HORA

El último sábado de noviembre, por la tarde, el portavoz del jurado declaraba culpable de los delitos de detención ilegal, agresión sexual y asesinato con alevosía a José Enrique Abuín Gey, “El Chicle”. Según dicho veredicto el asesino de Diana Quer cumple todos los requisitos para ser condenado a la pena de prisión permanente revisable.

Aunque la decisión final sobre la pena depende de la sentencia que dictará en los próximos días el magistrado de la Audiencia Provincial de A Coruña, Ángel Pantín, todo hace prever que la condena será esa, la solicitada por el abogado de la acusación particular y la Fiscalía.

Desde la sierra del Barbanza se ve hoy un mar en calma con olas de colores, frágiles y limpias. A un lado y a otro, las playas de las correrían juveniles de miles de jóvenes veraneantes. Nada enturbia ya el fantástico territorio de este litoral sublime y otra vez ha vuelto el milagro de cada lusco fusco, cuando el sol y la luna aparecen juntos para quebrar la presencia de la negra sombra.