galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

SUSO LEIRO, CON PIEL DE SALITRE * Por Manuel García Solano

 

     Intrépido y valiente. Con el espíritu aventurero de los grandes exploradores. Dejando atrás esposa, hijos y nietos,  buscaba aún no hace mucho cumplir otro sueño: llegar en su velero, el “Finesse”, de tan solo ocho metros, al mismísimo Círculo Polar Ártico.

      Es Suso Leiro, navegante solitario, marinero de mil travesías circunnavegando el globo terráqueo. Sabe lo que es sortear los temibles icebergs de Groenlandia y “convivir con las turbonadas del estrecho de Magallanes”. Leiro ha convertido su pasión por la mar en su modo de vida y ni los riesgos ni la soledad ni las súplicas de familiares y amigos le frenan en su ímpetu constante por saciar su curiosidad.

    «Yo me considero casi como un investigador. Alguien con inquietudes. Me gusta comprobar por mí mismo lo que otros se conforman con que se lo cuenten», esgrime este marino de Portonovo (Pontevedra), al que nunca movió el interés sino la más pura satisfacción personal.

     A sus 66 años asegura que «la concentración y la serenidad» son fundamentales a la hora de guiar al “Finesse” por confines hostiles. Lleva el salitre en las venas. De chaval navegaba en dornas y veleros de poca eslora. Con 25 años ya era jefe de máquinas –»debí ser el más joven en España en conseguirlo», presume- y pasó su vida profesional navegando por todo el mundo en buques de carga.

      Ese bagaje le permite ser totalmente autosuficiente para afrontar la preparación y mantenimiento de su First 285. «He ideado o modificado piezas del barco para realizar unas travesías más cómodas y seguras. El mástil de doble apoyo que inventé ya lo está aplicando un astillero de Holanda», asegura orgulloso Leiro, aunque su catálogo de ‘tuneado’ del barco va mucho más allá: «He sustituido la botavara, he cambiado el timón y la orza. Diseñé una hamaca para descansar mejor, llevo una especie de rompehielos en la proa y una braga o faja que se despliega por debajo del barco en caso de colisión para evitar un hundimiento», añade.

      En los poco más de 20 metros de superficie del barco se acumulan repuestos y piezas de todo tipo. «Los víveres no son tan importantes«, afirma, porque se va «perdiendo el apetito» con el paso de las semanas y la «pereza y el cansancio» limitan la sensación de hambre.

      No sabe calcular qué importe le cuesta una expedición, pero estima que «poco más que quedar en casa o ir de vacaciones». «Los amarres en los puertos, donde mucha gente se admira por mis inventos. Mis viajes son más baratos que los hoteles y el combustible lo consumiría igual estando en Portonovo», sostiene.

      Considera que sus familiares intuyen «un peligro» que él no siente porque se considera «preparado» y sin ningún temor «a la soledad ni a los riesgos» en esa lucha «del hombre contra las condiciones de la naturaleza». «Sólo paso miedo cuando viajo en algo que no es un barco», sentencia.

       Reconoce que «los años van pasando y se nota»; no se amilana y encarará con una ilusión infinita su próxima gesta. Nada parece poder detenerle. Ni una cadera con prótesis, ni los recuerdos de los dedos congelados en aventuras pasadas. Ni siquiera esos «dichosos manuales en inglés» que le traen de cabeza para manejar el AIS –Sistema de navegación automática- y el teléfono satelital.

 

* Manolo García Solano es, sin duda, el mejor periodista deportivo de Galicia y entrañable amigo,  al que admiro por su facilidad para contar las cosas más difíciles de narrar.