galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

TABOADA DOS FREIRES

Habían pasado los calores de agosto y mi amigo de la infancia, el muy ilustre abogado del Colegio de Ourense Víctor Varela Carid, sugirió que hiciéramos una excursión de unos setenta kilómetros, que son los que separaban Monterroso de Cudeiro. Ambos teníamos 16 años y Septiembre asomaba por el calendario de 1959.

Aquella fue la primera vez que fui a Taboada a donde vuelvo hoy, a través de los recuerdos,  para contar los “rayos del sol” que dieron origen a mi querida amiga Gloria Gayoso Rodríguez quien, con su poesía, nos permite beber en las fuentes del olvido, las que se llevan las penas y las lágrimas a las profundidades del Miño, mar interior entre Belesar y Portomarín.

ENTRE LA SIERRA Y EL VALLE

Precisamente el Valle del Miño es la parte de menor altitud de Taboada, municipio lucense que, después de crear una extensa planicie, trepa hasta las estribaciones de la Serra do Faro, hasta el monte Maxal, el de la nieve de invierno.

Sus principales valores, me parece a mí, los encuentras en cualquiera de estos tres paisajes: la sierra; la altiplanicie que mejor permite trabajar la tierra; y el valle del vino, porque hasta ese lugar fulgurante llega el cultivo en terrazas de la denominación de origen Ribeira Sacra.

Es decir, el paisaje de montaña, que no solo atrae a muchos domingueros sino que además permite la explotación de la madera; el aplanamiento, que facilita los cultivos y la cría del ganado; y el cultivo del vino en esas terrazas de la heroicidad monacal, cuando los eremitas nos enseñaron las técnicas que hoy nos permiten saborear esos ricos caldos hechos con uva mencía.

Los productos agrícolas de aquella subsistencia, la carne y la leche, el vino, las granjas de aves, el cerdo totémico de nuestras tradiciones, el pan hecho en horno de leña, los chorizos de la abuela… ¡Son los grandes tesoros de Taboada!

Allí comimos Víctor y yo un señor cocido de los de antes de la guerra, cuando aún no se había inventado el pienso compuesto y el abono mineral.  

Te lo digo, Gloria. Aquellos alimentos, después de caminar sesenta kilómetros sin meterle al cuerpo nada más que agua… fueron inolvidables manjares para dos adolescentes en pleno crecimiento. Por eso no me extraña que hoy peregrine medio Lugo y medio Ourense hasta tu tierra en busca de esas viandas que, no sé porqué, nunca llegan a las ciudades.  

Te contaré otra cosa, mi amiga. Víctor y yo no podríamos caminar hoy por donde fuimos: aquella carretera serpenteante, estrecha y por la que apenas pasaban vehículos. Eufemísticamente, la Guía CAMPSA la denominaba como la N-540 de Lugo a Portugal, pero como se cruzaran dos coches uno de ellos tenía que arrimarse a la cuneta para que pasara el otro…

Y no podríamos seguir la misma ruta hoy porque la carretera es perfecta, ancha y rápida, aunque sigue pendiente la asignatura de la prometida autopista entre Lugo y Ourense. Pero ya llegará después del coronavirus.

Claro que el paisaje es el alma de nuestra vida y nadie querría destruir en Taboada esta perfecta y armónica belleza, creadora del paralelismo de las formas artísticas y del salto del agua.

Es frecuente, cuando caminas, encontrar un regato para refrescarte los pies y beber agua pura. Te salen al paso como los cruceiros en cada aldea que pasas, como si las aldeas buscaran siempre el agua o el agua a las aldeas.

Allá por los sesenta, cuando mi voz sonaba todos los días en “La Voz del Miño”,mi amigo el escultor Acisclo Manzano me invitó a conocer la fundición que había montado en Ínsua con Manolo García de Buciños, otro de los grandes artistas nacidos en la vieja Auria.

Ínsua está a cinco kilómetros del núcleo de Taboada y no solo descubrí entonces las técnicas de la escultura en bronce –verdaderas maravillas- sino que conocí la belleza indescriptible del valle: verdes paisajes aproximándose al río, soutos entre los que asomaba ese sol tímido que rompe la niebla creando inimaginables degradaciones cromáticas en los árboles…

Y al final del camino, como premio supremo, el espejo del río desde un mirador natural magnífico, al lado del regato en el que beber agua pura de la sierra: llega saltando entre las piedras como salida de fol gaita para crear la natural sinfonía del agua que matiza las perspectivas de la tierra ladera abajo, hasta llegar al gran río.

No me extraña que aquí encontrasen mis amigos artistas la inspiración para su arte…

Con tan bellos recuerdos no me quedaba otro remedio que volver a Taboada cuando nos empeñamos en mostrarle al mundo a través de la televisión, como era esta Galicia nuestra…

Me contaron que de aquí habían partido 3.000 personas en la década de los cincuenta y que la población actual no llegaba a los 5.000 habitantes. Incluso conocí a uno de aquellos pioneros que se habían ido a tu gran Buenos Aires, Gloria

El hombre, José no recuerdo que más, me impresionó mucho con aquella frase…

—- Fuxín da miseria para seguir a levar unha vida miserable…

No todos los que volvieron piensan así, porque a muchos les fue mejor… Es más, yo estoy convencido de que aquella gente que se fue en busca de la vida dejó aquí el corazón… Y gracias a ellos Taboada es un municipio vivo, orgulloso e independiente.

A mí me gusta perderme, ir a los sitios a mi aire; por eso aquella vez subí al Faro cuando era invierno de nevada “nevarísima”, como dicen por Rodeiro; y, sí, me atreví a caminar sobre el blanco refulgente con el único propósito de hacer mis fotos. Lo malo que ese día no iba equipado para tal menester y no pude llegar hasta la cima del monte Maxal. 

Hace años hice el trayecto final del sendero, un lugar donde jamás crece la hierba mas allá de donde se lo permite el corzo. Desde ahí bien se ve como la sierra pinta en sus crestas un gran encanto natural que busca el cielo por encima del bosque. Este lugar te permite ver todo cuanto existe y subsiste en el territorio de Taboada.

Aquel mismo día mis pasos volvieron a la villa, que en realidad fue siempre Taboada dos Freires, en alusión a la presencia de frailes y eremitas en el valle, junto al río que sigue siendo aún “Riboira Sacrata”.

Lo que más te apetece en este lugar, por el que parece que no pasar el tiempo, es conversar con su gente…

—- Sí, eu teño parentes na Argentina pero hai tempo que non nos escribimos…

A mí tampoco me gusta mucho escribir cartas porque caes en la monotonía del “nos atopamos ben, supoño que por ahí vós tamén…”

El arte románico predomina en las iglesias, de ahí que esta vez me acercase a San Pedro de Bembrive donde el cura tuvo el mal gusto de poner un altavoz de bocina en el campanario, un mal endémico de la Galicia rural. Nunca supe para que lo utilizan.

Aunque la joya de la corona es el pazo de los Señores de Taboada, que al parecer aún existen…

Xesús, el ex marido de mi prima Maria Jesús que vive en Chantada, me dijo una vez que abundaban por allí los cotos de caza, pero a mí nunca me gustó que nadie mate animales…