galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

Teresa Fonseca persigue la materia oscura.

Teresa Fonseca

Impartía “Física y Química” en el Instituto de Ourense el honorable profesor Souto Vilas cuando yo ya supe que iba ser un negado para estas cosas de los detectores de partículas. Lo sabía él también, todo un personaje a quien, a pesar de los suspensos, recordamos con afecto todos los de mi generación.

Baste una anécdota. La cariñosa justificación de un “cate” a un compañero, al que no quiso herir…

— Usted, que se tira al balón de fútbol como el lobo a la oveja, tendrá que estudiar un poco más para aprobar. Si jugara al frontón seguro que el deporte le ayudaría en sus estudios…

Nunca entendí el método de tan encantador profesor ni tampoco me encandiló la Física; por eso admiro mucho a quienes siguieron los pasos de una ciencia, para mí, sumamente complicada.

Para paliar aquellas carencias, seguro,  llegó a Ourense Teresa Fonseca cuya génesis científica, ahora que está de moda la economía, se debe a un banco que fue muy gallego hasta hace cuatro días…

—  Yo estudié la carrera en la Universidad de Santiago pero,  gracias a una beca de la Fundación Barrié de la Maza, hice la tesis doctoral en la norteamericana de Northwesterm. Versaba  sobre la desintegración de unas partículas llamadas kaones en relación con un experimento que se llevaba a cabo en el CERN, que es el Laboratorio Europeo de Física de Partículas…

Aquella tesis le llevó a ese laboratorio,  en la frontera franco-suiza, a cien metros bajo tierra, en el que se trabaja, ni más ni menos, en los secretos que guarda el origen del Universo. Teresa Fonseca formó parte del equipo de investigadores que participan en los experimentos del LHC.  Es decir, en el mayor acelerador de partículas jamás construido. Y lo cuenta así, con sencillez:

— Fue como encontrar una aguja en un pajar. Lo que nosotros descubrimos solo ocurre unas tres veces de cada cien mil intentos…

Como el tema resulta asombroso para los que suspendíamos física de instituto, Teresa se explica aún mejor:

—  Estamos mirando donde nadie lo hizo antes y lo divertido de todo ello es que no sabemos que nos vamos a encontrar. ¡Todos los físicos del mundo quieren estar aquí!

LHC, el mayor acelerador de partículas jamás construido

Por lo de pronto tiene como compañeros a unos 2.500 científicos de 137 nacionalidades diferentes. Teresa está allí, en este momento, como investigadora asociada de la universidad británica Royal Holloway.

Es decir, no se siente sola y menos cuando en la cafetería escucha a algunos compañeros hablar en la lengua de Rosalía; porque si hay un gallego en la Luna, ¿Cómo no iba a haber cuatro o cinco estudiando el origen del universo…?

Teresa Fonseca  es un producto de la emigración ourensana a Madrid, de donde regresó su padre cuando ella solo tenía año y medio. También se echa a la calle para defender la enseñanza pública, habla casi siempre en galego y fue alumna del mismo instituto al que fui yo… Tiene ahora 34 hermosos años para luchar…

— Las físicas somos mujeres bárbaras dispuestas a comernos el mundo…

Cuando intenta hablar de particulas mejor es preguntarle que hace una chica como ella en un país tan frío como Suiza, después de investigar…

— Ir al cine, leer, tomar unas ceverzas con mis amigos gallegos, mexicanos y suizos; pasear por el lago Lemán y esquiar en los Alpes…

Pero en realidad creo que solo piensa en que “en el detector Atlas, donde chocarán las partículas aceleradas por el LHC a velocidades hasta ahora inéditas, se estudiarán por primera vez los componentes más pequeños e indivisibles y las leyes que los rigen, lo que ayudará a entender qué pasó en los instantes posteriores al Big-Bang”.

Dicen todos los físicos que este gran experimento debería demostrar la existencia del “bosón de Higgs”, que nunca ha sido observado y es lo que revela la composición de la materia oscura.

Mi padre siempre decía:

— Las mujeres son mucho más inteligentes que los hombres. ¡Ya verás tú cuando se normalice su acceso a la Universidad!

Teresa aún no había nacido, pero mi padre lo decía por mi hermana Betty que, como se expresaba entonces, era ya “el número 1”.