galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

TU NO VAS A VER UN PAÍS

Si ves al futuro dile que no venga

(Juan José Castelli)

Por Carlos Penelas

Cuando tenía ocho o nueve años – mi padre, don Manuel – me dijo un día mientras hacíamos la caminata socrática: “Tú no vas a ver un país, tal vez tus hijos…” Estamos en  1954 o 1955. Mi padre había trabajado en el monte -en Espenuca, Galicia- desde los seis años cuidando cabras. Mi abuelo, don Pedro, era jornalero y al llegar a estas tierras hombreó bolsas en Ingeniero White.

En casa se hablaba, mientras tomábamos la sopa, de la Guerra Civil Española, del fascismo, del estalinismo, de los campos de concentración nazis, de los dictadores Latinoamericanos, del imperialismo, de las masas, del proletariado, del silencio o la complicidad del clero, de la irracionalidad del mundo. Y sobre todo de literatura, de música, de cine, de teatro, de pintura. El arte nos unía y nos protegía del monopolio peronista y de sus sectas.

Mi padre tuvo la formación en esta tierra, donde aprendió a leer y a escribir. Lo guiaron obreros anarquistas y socialistas. Lo guiaron para siempre. Con él aprendí a ver la demagogia, el populismo, el pensamiento autoritario, la corrupción, el valor de los partisanos y el valor de los hombres libres. Luego, mis hermanos –cuatro hermanos mayores– me señalaron matices, lecturas, miradas. Escuchaba hablar de Sarmiento, del manco Paz, de Alberdi, de Moreno. De Churchill y de Roca, de Camus y de Borges, de Marx y de Gaudí, de Trotsky y de Gandhi. Todo eso ya no existe. Cambió el mundo, la familia fue muriendo como fue muriendo el sentido de honestidad, de trabajo, de rebeldía. Quedan islas en un universo analfabeto. Surgió sin límite la imbecilidad, la ignorancia. El bombo fue socavando  cabezas, los comités infectaron una estética, las barriadas solidarias se transformaron –lentamente– en santorales.  Y aquí estamos, pensando en el futuro. Como siempre pensando, imaginando,  que el futuro será otra cosa. La política tomó hace milenios la idea del Cielo y del Infierno. La religión no es gratuita, en el fondo es un clan, una mitología. Eva la Virgen mediadora entre el líder y los descamisados. Un ejemplo cercano, hay otros.

Hemos tenido hace muy poco las Paso, en unos meses volveremos a las elecciones presidenciales. Los milagros me abruman, las sacristías y el pensamiento único me aterran. Nuestro lenguaje -el de la política siempre lo fue– es impreciso, ambiguo, utilitario, estereotipado. Y los pobres diablos repiten estribillos, una lengua brusca, hueca y elemental. Las tribus nos rodean hoy más que nunca. Desde el pulpito se cacarea, se suele hablar de premios y castigos, de federalismo, de discursos emblemáticos. Hoy -más allá de un gobierno mediocre que soportamos cuatro años- se viene la barbarie, el populismo que se transformó en una forma de pensar, de sentir y de comer. A eso se le suma todo lo que usted le parezca: esto es una olla, un guiso, donde entran huesos, carozos de aceitunas, churros, trozos de carne, restos de repollo, bendiciones, dientes de ajo, morcillas, chorizos y restos de fainá.

Los errores imperdonables de estos cuatro años corresponden también a una nación corporativa, una sociedad enferma. La picardía criolla llevada al surrealismo. Entonces viene el aluvión: las corporaciones, los sindicatos, la tercera posición, la melaza de los caballeros de la droga, los empleados públicos, los esquemas de clientelismo. Los mitos facilistas renacen como cíclicamente lo vienen haciendo. El peronismo es uno solo con distintos nombres según la época, es fascista y se dice progresista. Hay literatura, videos, libros y documentos que llenan bibliotecas. Pero el peronismo es un sentimiento, una religión, una fe. De allí sus reinas, sus barones, sus delfines, sus mártires, sus mitos. Y siempre tienen sus luchas internas –no ideológicas, combates de territorio, de dinero, de poder– y cuando estallan nos toca a todos. Corporativo y reaccionario, esencialmente hegemónico. Es además, un mito intocado. Como el de la Virgen María o el de la Santísima Trinidad. Esa mentalidad feudal convoca a una épica gloriosa. Es sistemático. Y una izquierda intelectual aplaude dentro de ese folclore irracional y patético. Detrás, siempre, el llamado de la selva, el espíritu de tribu entre la magia y la superstición.

Entonces: pactos mafiosos, actos de fe, improvisación, hipocresías, democracias sucias, apego al nacionalismo, al patriotismo del hombre de la calle, el lado jacobino y plebeyo, la movilización de lúmpenes y nacionalistas de izquierda. Lo irracional al alcance de la mano. En breve, como en el medievo, podremos volver a pensar la sociedad como un orden cósmico, como una armonía preestablecida: los hombres sometidos a la autoridad y a la jerarquía. Aunque lo digan con palabras vulgares, barras bravas y patotas, el sentido es ese. Lo hemos visto (con sus variantes) en la tragedia griega, en el teatro isabelino, en la novela negra. El hombre nuevo es el Mesías, es el Salvador. Del otro lado, enfrente, poco y nada. Recordemos: las clases cultas, media y alta, apoyaron los golpes de Estado de 1930, 1955, 1966 y 1976.

Todo es un barroco revival. Los nombres importan poco, desde ese telón de fondo se dan vuelta en el aire, cambian, se renuevan.  Allí anida el verdadero problema: un partido, un movimiento que forma parte de una suerte de religión pagana; antepone el dogma al principio de realidad; un movimiento que cree encarnar la verdad, el pueblo, la nación, lo metafísico. Busca convertir paganos, catequizar fieles. Y una sociedad cada vez más decadente anhela la fe, necesita de la fe, de los discursos de la fe. Más con un Papa argentino y peronista. El misticismo plebeyo encandila. Los devotos son fanáticos y las amistades impúdicas. La impunidad y la complicidad generan el resto. ¿Cómo se puede explicar que esto que vivimos no es democracia ni es república? Y que estamos a años luz de las sociedades -a pesar del delirio del mundo actual– avanzadas, criteriosas, racionales. “La nuestra es una dictadura propueblo” decía el padre Hernán Benítez, el mentor jesuita de Eva Perón. Recordemos ejemplos históricos, la falsa identificación de la verdad con la mayoría; las mayorías no aceptaban la teoría copernicana sobre el universo.

Querido lector. He recordado mejor la frase de mi padre: “Tu no vas a ver un país, esto fue un proyecto de país… a lo mejor tus hijos”.

Nota del editor:

Carlos Penelas habla de Argentina, pero si cambiáis solo algunos nombres os parecerá un artículo dedicado a la España actual… ¿A que sí?

Gracias, mi admirado profesor. ¡No sabes cómo te agradezco esta lección magistral!