galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

UNA HISTORIA QUE SE REPITE

Por Eugénio Eiroa

Tendría quien esto escribe diez u once años…

Avanzaba la década de los 60 en España. Eran tiempos en que, todavía, grupos de temporeros gallegos acudían a los campos de Castilla para trabajar en la siega y recolección del trigo.

Aquel verano yo estaba en casa de unos amigos, en Sigüenza (Guadalajara) y mi padre vino a recogerme quedándose allí también unos días de vacación.

En sus paseos por la monumental Sigüenza, mi padre descubrió al atardecer -en una avenida arbolada que daba a la Estación del tren- que aquellos temporeros que durante el día trabajaban de sol a sol, hoz en mano, en los campos de cereales (muchos de ellos gallegos) dormían luego a la intemperie, arrimados a los portales de edificios en desuso… para ahorrar todo lo que podían de lo muy poco que en los jornales les daban. Compraban lo imprescindible para comer y malvivían semanas y semanas en condiciones de higiene tremendamente precarias…

A mi querido padre, tras ver aquello dos o tres días, tras hablar con los propios temporeros y comprobar su mísera realidad, se le cayó el alma. Le faltó tiempo para al cabo de tres días ponerse al volante de su Seat 600 y dirigirse al Gobierno Civil de Guadalajara


Antes, había tomado unas fotografías del caso, redactó un largo escrito en una máquina de escribir prestada, explicó con detalle la situación, puso en anexo las fotos, también las que hizo de unas naves cerradas y sin uso próximas a la estación y, por supuesto, aportó la que le parecía solución razonable al caso.

Era Gobernador Civil de Guadalajara en aquel entonces, un pontevedrés, al que mi padre conocía personalmente: el abogado Prudencio Landín Carrasco.

Landín recibió a mi padre a las pocas horas de que le pidiese por teléfono una cita para ir a verle. Mi padre había preparado en un par de días previos, un elocuente dossier: texto, fotos, propuesta…

Landín Carrasco era un hombre afable, muy receptivo, en nada un charlatán de feria. Si decía lo haremos y estaba en su mano… lo hacía. Mi padre salió del Gobierno Civil de Guadalajara convencido de que, cuando menos en ese verano y mientras Landín estuviese al frente de la provincia, a los temporeros se les iba a acabar dormir en la calle y no poder tomar una ducha -aunque el agua fuese fría-. 

Tres días antes de regresar a Cangas con mi padre en el «Seat 600″… llegaron varios camiones del Ejército a Sigüenza. Los soldados y unos operarios municipales abrieron aquella gran nave llena de telarañas y polvo que apenas nada tenía en su interior.
En pocas horas limpiaron aquello y calearon las paredes. Un par de fontaneros adosaron unas tuberías al muro exterior para introducirlas luego y habilitar una zona de duchas. En la cercanía prepararon unas letrinas y wc´s. Al otro lado de la gran nave, los soldados comenzaron a instalar catres de campaña y literas, con sus correspondientes colchones. Luego, un médico militar echó un vistazo y revisó a los temporeros de aquel verano de 1963 en Sigüenza.

Finalizada su labor por parte del Ejército, desde el Gobierno Civil se facultó al Ayuntamiento de Sigüenza para controlar aquel local provisional, observar un buen uso de las modestas pero mínimamente dignas instalaciones y derivar allí a todos los temporeros que dormían hasta entonces a la luna de Valencia, en el barrio de la Estación…
Fue hace más de medio siglo lo que acabo de contarles.

57 AÑOS SEPARAN LOS CASOS DE SIGÜENZA Y DE FRAGA

Hoy, al repasar las portadas de la Prensa española de provincia, me doy de bruces con la del prestigioso «Heraldo de Aragón«. La foto de su portada reproduce los efectos de la Covid-19 en la zona del Bajo Cinca, una de las áreas que han vuelto a «fase 2».

Es este del verano allí, el tiempo de los temporeros, de los trabajadores agrícolas a jornal, a sueldo durante unas semanas… Y aparece en Aragón en 2020, la situación de 1963 en Sigüenza, antes narrada, adaptada a nuestros días…

Ni más ni menos, no hay más que leer el titular: «Era imperdonable tener a los temporeros viviendo en la calle«, dice la alcaldesa de Fraga, contenta de haber convertido el pabellón polideportivo de la localidad en «albergue para temporeros sin techo»… «que llevaban semanas durmiendo a la intemperie, en las proximidades de la estación de autobuses, en plena pandemia del coronavirus», relata la portada de hoy de «Heraldo de Aragón».

Han pasado casi 57 años entre la historia de Sigüenza (Guadalajara), antes narrada, y esta de Fraga (Aragón). La historia es la misma: gente pobre, que busca ganarse unos euros, hacer acopio de cuantos más posible, gastar lo imprescindible para comer y guardar lo más posible para luego sobrevivir ya retornados en su lugar de procedencia… 

Es la misma historia, el mismo problema, más de medio siglo después.

Hay hechos, situaciones tan impactantes -como estas- que no necesitan análisis, ni comentario alguno. Hablan por sí mismas. 

Hablan de una Sociedad que, desgraciadamente, aunque no nos lo parezca, ha evolucionado bien poco…