galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

VACACIONES 2019

El descanso o la fiesta. La calma o la aventura. En la aldea, junto al bosque. A orillas de un río. En las bahías marineras que se funden con los dos mares. O en las villas de las cinco mil verbenas de cada año. Me prometo a mi mismo recorrer otra vez el país, volver sobre mis propios pasos… porque el cuerpo me pide hoy repetir paisaje.

Estoy de vacaciones y me propongo renovar mis ritos de siempre, los que seguí cada fin de semana durante esos veinte años que disfruté del placer que supone contarle al mundo como es de hermoso este país, el nuestro, tú Galicia.

Ni un día será igual al otro porque iré desde el mar hasta la montaña para acercarme a mis ancestros, a mi gente entrañable, a la historia, a lo legendario, a la cultura, a las tradiciones, a todo aquello que llevo dentro de mi alma,  porque jamás olvido que soy hijo de maestra y del mayor amante de la naturaleza que conocí.  

La montaña de la Galicia primigenia; la que estuvo poblada por ancestrales tribus y fue invadida por los celtas, la del castro y la de la palloza; también la del bosque que deja paso al pico escarpado, donde no crece la hierba mas allá de lo que le permite el corzo; la de los soutos de castaños de ladera y la del agua que salta en libertad en busca del río.

El río sabe de espacios para remar y aún hay molinos que muelen el maíz de las leiras próximas. También es fluvial el frescor de las tardes de verano, cuando el río en calma se torna espejo de la inimitable frondosidad de sus ribeiras, sobre todo, en los lugares sagrados.

Además, algunos ríos se pierden vagabundos en bahías marineras para engrandecer el paisaje de mar.

Porque… dos mares bañan bellos espacios naturales llenos de vida. Al norte, el Cantábrico esculpe catedrales en medio de la arena de la playa… pero la playa, es más serena en el Atlántico, que le regala  olas de agua cantareira.

EL MAR

Compostela está petada. Ni te lo puedes imaginar. Así que, imitando al peregrino que procura el fin del mundo elijo Fisterra para pasar mi primer día de vacaciones. Ya me tardaba la mera contemplación de ese paisaje de roca gigante y marina, donde el atardecer rueda hacia el infinito desde el viejo faro, en el que se produce el rito final, el que obliga al peregrino a quemar sus impuras ropas en la hoguera de la incandescente eternidad.

El tiempo es espléndido para caminar mediodías por la playa do Rostro, en soledad; o reencontrarte en el puerto con esa gente que desprende olor a salitre…

—- ¡Xerardo! ¡Que ven te vexo! ¡Non pasa un ano por ti!

No, no vende el cupón ni es ciego. Es marinero y el mejor meteorólogo por sus conocimientos de las mareas. Roxelio es un sabio del clima y aproveché para preguntarle qué pasaba con este tiempo…

—- E o antisiclón que anda bailando moi por riba das Asores e descompuxo tudo. Non che hai mais verán que o que hai e o outono chegará coas mesmas.

Lo que no perdono nunca en Fisterra es una visita al “Tira do Cordel” en Playa Langosteira. Unos percebes y un sargo a la brasa son suficientes para calmar a mi exigente estomago. Además, al mismo tiempo, cuentas peregrinos pasando por la playa y juegas a adivinar su procedencia. Ahora no hay langostas en estas aguas pero en sus fondos marinos crecen las sabrosas navajas que nos comemos tan a gusto, como aperitivo.

Los peregrinos están por todas partes y los turistas lo invaden todo. Así que decido usar mis conocimientos de la geografía local para ver como el sol se recoge en su casa del poniente y desde Duio –donde me salen al paso todo tipo de dioses- asciendo hasta el monte do Facho.

Ya en la cima contemplo el faro del fin del mundo y me lo imagino salvando vidas en los tiempos en los que no había GPS.

Y recuerdo el cuento que me contó aquel farero, Luís, en medio de una noche de mil demonios, hace más de una treintena de años:    

“En este monte tenía modesta morada la bellísima Antía, continuamente asediada de amores por muchísimos hombres entre los que sembró el dolor y la decepción. Los zagales, se preguntaban intrigados…

—- ¿A quién amará Antía? ¿De quién se enamorará la hija del Monte do Facho? 

Por ella enloqueció Fabián, el fiel escudero del Señor de Souto, dueño del Fin de la Tierra, pero ella rechazaba su desenfrenada pasión,  repelía a aquel escudero de tez morena y brazos recios como robles.

Enloquecido por el dolor de verse desdeñado, una tarde, mientras las nubes se teñían de sangre y el sol moribundo doraba las aguas atlánticas,  se vio a Fabián, en el borde del precipicio del faro. Arqueando el cuerpo hacia delante, hundió la cabeza sobre el pecho y partió veloz hacia el abismo.

La noticia del trágico suceso no tardó en extenderse por todas partes. Las mujeres culpaban a Antía por su egoísmo y a sus desdenes atribuían la muerte del fiel escudero.

Un día Antía desapareció, nadie sabía cuál había sido el destino de la doncella. Sólo un anciano estaba en posesión del secreto: la había visto descender de las cumbres y caminar como una sonámbula hasta la orilla del mar. Decía a la gente…

—- No la busquéis…

El anciano fue testigo de cómo, al brillar los primeros destellos del sol, Antía se arrojaba al abismo y después de luchar con el mar más bravo, una ola se la llevaba hacia el horizonte.

Su cuerpo lo devolvió el mar a la playa do Rostro un mediodía de sol que se tornó en nublado de tormenta, origen del mayor temporal que nunca sufriera la Costa da Morte.”

Antía, contaba Luís, el farero, se había suicidado presa del remordimiento…

Entre mis recuerdos de este lugar mágico tengo otra historia más divertida que compartí con mis amigos Ángel Peláez, Xosé Manuel Budiño, Yolanda Castaño, Mercedes Peón, mas de cien artistas de los cinco continentes y mi gente de la tele. Me refiero a la grabación del clip “Festa no Cabo do Mundo”, que la BBC puso en órbita por todo el planeta para gloria de Galicia. (Búscalo en TV ÚNICA).

Aquella fue otra noche espléndida justo hasta que terminamos de grabar. Entonces, las nubes negras soltaron otra vez el agua de la vida, que es por este cielo por dónde nos llegan todas las lluvias.   

Por lo que veo no nos hace falta mucha promoción: el faro y sus aledaños están llenos de gente esperando la última postal de la tarde, esa que derrota toda transparencia del azul del mar.

En la hora final del día, el Sol se rinde ante la Luna quebrando el océano con su luz de oro que todo lo tiñe, para asombro de propios y extraños. Por eso los soldados de Roma, tras caminar mil trayectos de nieves, lluvias, nieblas y soles por los senderos que aún nos unen a Europa, creyeron que aquí, en su Finis Terrae, se acababa el mundo.  

LA BAHÍA

En las quince bahías de Galicia se repite diariamente el espectáculo: amanece en el puerto y la sombra duerme. Entretanto, los pequeños barcos vienen de regreso cabalgando sobre las olas. Las rías, las Altas y las Baixas, son entonces mares de acuarela  en los que el sol de la alborada dibuja estrellas de plata. Mi amigo Pepe Conde Corbal, pintor que descubrió la quinta esencia del paisaje marino, captaba como nadie este cuadro.

En las rías nacieron los más viejos marineros de la estirpe marinera gallega acostumbrada a tener como techo la bóveda celeste, que a veces manda lluvia y otras incendia aguas de verano. Tienen nobleza en el alma, arrugada la piel y sereno el rostro curtido en barco de vieja arboladura. Mi amigo Pepe Suárez, ya los fotografió en blanco en negro, en tiempos muy lejanos.

Ellos, os mariñeiros, siguen siendo los dueños absolutos de todo cuanto existe bajo las olas que van y vienen contra las bateas, para finalmente deshacerse en la playa desierta. Navegan para seguir viviendo, que navegar es indispensable y solo navegando se encuentra el lugar de la ría donde se oculta la centolla, la nécora, la vieira, el mejillón, el pulpo, la lubina, el rodaballo, el rape, la xouba… Los sabores de nuestros suspiros.

Mi gente me ha invitado a subir a bordo para que admire hoy la ría de Arousa desde su batea. Las bateas son los nuevos barcos de la vida anclados a las mansas olas del agua verdiazul de esta bahía.

Marcos fue navegante de siete mares y ahora dirige las operaciones del cultivo del mejillón más sabroso del mundo.  Es un profundo conocedor de esta historia…

—- Nesta ría hai 1.761 bateas. O cultivo do mexillón é un sector básico en Galicia que da de comer a unhas dez mil persoas involucradas no proceso…

—- ¿É como sabemos que comemos mexillón das rías?

—- Porque agora ten DOP, denominación de orixen protexido, baixo a marca Mexillón de Galicia, que aglutina a meirande parte do sector, agrupado en asociacións de bateeiros por todo o país.

Son siete los puertos desde donde comenzar a navegar por Arousa,  inmersos en la mera contemplación del paisaje y de la silueta de los barcos aquietados como el agua.

En estas bateas crece el molusco más sabroso, el mejillón de Galicia, el preferido en Europa y el protagonista de esta vida marinera. Son el elemento vital de esta ría, donde nacieron los pioneros de los cultivos marinos. Bajo su curiosa estructura esconden una selva sumergida donde almacenan los moluscos. Desde ellas se contempla la calma de las islas habitadas y las del Parque Atlántico. Y también la arena de la playa donde se deshacen las ondas doradas.

Este es el paisaje que provoca la refulgente fascinación de Arousa, el mar donde se acuesta el sol poniente de la más hermosa de nuestras bahías.

Presume mi gente de que esta es la ría más rica de todas porque…

—- Su plancton es especial. Es un alimento gourmet para peces y mariscos.

Así explicaba la sabrosura de sus platos marineros Manolo Cores “Chocolate”, inolvidable amigo y gran chef que fue de la gastronomía arousana.

Precisamente en la ensenada de O Grove, la que da al istmo de A Lanzada, se marisquean las más sabrosas almejas en opinión de mis amigos Antonio y Maru, hosteleros de toda la vida y ambos especialistas en platos únicos. Pero en Carril te dirán que para almejas las que se cultivan en sus bancos, más afamados aún.

Para mi gusto, de O Grove prefiero la centolla, de Carril las ameixas a la plancha, de Rianxo las xoubiñas fritas, de A Illa el pulpo y… ¡En cada puerto hay un peixe o un marisco distinguido que nos espera!  

EL RÍO

Del cielo caen la nieve y la lluvia, que desciende helada y cristalina la gran montaña y crece como río entre laderas verdes. El agua logra una fantasía barroca entre los montes. Sobrevive de salto en salto logrando la más expresiva combinación de los factores naturales:

Al caer al vacío entre los árboles y el rocoso paisaje geórgico, el agua impone el ritmo acelerado de la belleza. También emociona el canto rumoroso de la fuente de salud, que entona su melódico latido para darnos la fuerza vital que precisamos.  

Cuando el agua se convierte en regato avanza entre rumores de bosque hasta procrear el fulgurante lugar que nos entusiasma, el lago al que rodea un jardín natural de abedules, espejo de la estancia perfumada que cada día ilumina una luz diferente.

Luego, prosigue su camino en busca del río grande, que será el que la devuelva a su origen, el gran océano. Allí donde se acaba el paisaje fluvial el río crea el estuario magnífico.

Es el agua quien genera la perfección natural.

Esta vez me he propuesto, como cuando era niño, sacudirme el calor a la orilla de un río de aguas frescas y claras, como aquel Miño en el que nos bañábamos los jovencitos de Cudeiro. En aquel espacio aprendimos todos a nadar y algunos también a amar, que el murmullo del agua despertaba las pasiones en el tránsito de la pubertad a la adolescencia. Bañándonos en el río aquel nos tocamos y besamos por primera vez con la timidez de la edad. Imagínate… ¡Como para olvidarlo!

Ese lugar magnífico quedó sepultado por las aguas del embalse de Velle, construido para mayor beneficio de las empresas eléctricas, que aún por encima nos cobran la energía más cara que en todos los países de Europa a los que exportan nuestros kilovatios.

Aquel paisaje ya no volverá a ser posible, se fue como nuestra juventud y nos dejó un gran lago artificial para que surjan en los atardeceres más nieblas tópicas en los inviernos ourensanos.

Sin embargo, aún es posible repetir el baño fluvial: solo hemos de elegir entre las mil playas que nos ofrecen los mil ríos. En las cercanías de la ciudad o de la villa siempre hay un río. Son las venas fluviales de esta tierra que hacen más hermosa su piel, al reverdecerla.

Este verano los ríos de Galicia nos ofrecen en sus playas verdes el frescor de sus aguas limpias. Cantan para colmar la paciencia del pescador. Descienden rápido para que podamos hacer deporte. Se calman y anchean para que nos deslicemos sobre su lomo. Y son también el espejo del espacio termal, para curarnos en salud.

Nuestros mil ríos son una interminable postal de ocio. La fotografía de esos lugares afortunados donde mora la belleza y donde el agua desarrolla toda una cultura.

Hay ríos para bañarse y ríos para pescar. Ríos para practicar deportes acuáticos y ríos encañonados para que podamos navegarlos con calma. Ríos que nos invitan a viajar a un pasado de subsistencia por sus valores etnográficos y ríos que pasan bajo puentes monumentales que marcaron el devenir de nuestra historia.

Unos ríos llevan la fama y otros el agua. Los hay muy populares y también más humildes. Pero todos generan la belleza de esta tierra que es única porque se mira en sus cristalinas aguas…

El Ulla es el río del Apóstol Santiago. Remontándolo desde el mar de Arousa, descubrieron sus discípulos Atanasio y Teodosio los paisajes de las invasiones vikingas y las primeras correrías de la Bella Otero poco antes de llegar a Padrón, donde desembarcaron para cumplir la aventura del Campus Stellae.   

El Navia nos lleva desde los Ancares hasta el Cantábrico asturiano atravesando valles hermosos, dejando a un lado bellas áreas naturales de pesca y pasando bajo puentes medievales.

El Limia nacido en la sierra santa de San Mamede, en Ourense, nos conduce por vías romanas hasta los piés del Xurés, para luego guiarnos por el Portugal vecino en busca del Atlántico.

El Eume es un espejo cuando anchea en el embalse y se reflejan en el agua los habitantes vegetales y animales de la gran fraga, sobre la que sobresale el monasterio reconvertido en aula de naturaleza. Atraviesa saltarín el legendario bosque para buscar reposado el mar de los Ártabros, bajo el histórico puente de los Andrade.

El Sil llega desde el Bierzo en busca del Miño al que encuentra en Os Peares. En este  trayecto provoca el paisaje magnífico de sus cañones, que pronto convertirán en Patrimonio de la Humanidad a la gran Ribeira Sagrada.

El Miño, finalmente, atraviesa tierras de vino en busca del gran océano. Pero, antes de entregarse al Atlántico en un acto de amor sublime, será el creador del gran estuario que entusiasmó a los celtas desde el Tecla, el monte sagrado.

Y no podemos olvidarnos del Tambre, el río que riega el confín de los verdes prados, creando asombrosos espacios naturales que bien conocen los aficionados a la pesca, ya que es uno de los principales ríos trucheros del País. No deberías dejar de visitar sus islas en Sigüeiro, la playa de Chaian en la Compostela próxima y Ponte Maceira, paso de peregrinos a Fisterra. El Tambre forma parte de la Red Natura. 

También hay en el país paisajes de río más humanizados: playas fluviales y áreas de esparcimiento; zonas deportivas y pequeños embarcaderos…Todo está hecho para que descansemos hasta el pensamiento. Siguiendo las venas fluviales, todo es posible.

Sin embargo este tu amigo, en tal día de agosto y con la calorísima apretarndo, muy de mañana, se ha encaramado a la sierra del Barbanza procurando el espacio natural por el que se abre paso el río Pedras para procrear el frescor del paisaje idílico donde sacudirse el calor.

Y aquí me tienes, bañándome en el agua fría y dejando a mi humana sensibilidad que disfrute de toda esta belleza que me rodea.   

LA MONTAÑA

Mis vacaciones están a punto de acabarse y aún he de admirar la estética de la alta montaña gallega: esas aldeas de ladera rodeadas de prados verdes en Ancares, que conservan intactos los vestigios de nuestros orígenes. El mundo vibrante de O Courel donde se posan margaritas sobre algunos campos yermos, mientras en los castaños del souto crecen los erizos. Y también la belleza desorganizada de los picos de Peña Trevinca, el techo de Galicia, en donde respiraré la sana atmósfera de la cumbre, rodeado por la infinita soledad.

ANCARES

Ancares es territorio amplio que te permite admirar como las rocas graníticas se alzan hacia el cielo desde el suelo verde. Lo que más sorprende es su grandiosidad habitada por unos pocos. En la serpenteante vereda solo rompe el silencio el ladrido del perro viejo, acostumbrado a los fríos que recoge de las alturas nevadas.

Un día bajé hasta Donís desde la carretera de Piornedo porque me contaran que una meiga curaba todos los males, incluso los de amores. No es que yo los padeciera, pero podía enterarme de alguna historia nueva que no fuese la del puente del Gatín o la del Príncipe de Donas que matara a su amada convertida en ciervo por un mal  hechizo. Y así fue:

Dos enamorados habían ido a verla recientemente:

—- Estaban embruxados… e o seu amor a punto de morrer. Collínnos das mans e fixen o esconxuro, endemais de darlles unha garra de oso a cada un para que se defenderan do mal.  

La meiga siguió contándome que aquellos jóvenes se fueron camino de Los Tres Obispos y llegaron a lo alto en donde les salió al paso un oso en celo. Quiso aquel oso hacerse con la chica pero su novio esgrimió la garra que le había dado la meiga. La chica lo imitó y aquel enorme oso salió corriendo hacia la parte de Asturias.

—- O animal notóu a presenza do espíritu do Gran Oso, o meirande dos animales de todos os bosques de Ancares e a orixe de toda a poboación de osos desta serra, onde xa quedan poucos e apenas se deixan ver.

Aquellos jóvenes son felices tras vivir aquella aventura en Los Tres Obispos, que les uniría para toda su vida.

“Territorios amados envólvenme, e non vexo lindes o

meu vagar por chairas e montes…

Porque os firmes costados do amor e do desexo anchecen

de cotío os horizontes.

Bullóns, pozos e fontes multiplícanse o paso.

E volvendo a pasar… cambia cada lugar.

I é diferente…  e pérdome no acaso.

¡Así transcorre a vida: con memoria e olvido, renacida!

Deixame ir que eu son río que se curva e non chega xamais

ó mar temido en lonxanía.

(Darío Xohan Cabana)

No encontrarás versos más hermosos que canten a los territorios amados, aquellos de los que te enamoras cuando los conoces por primera vez. Hace ya cuarenta años que descubrí Piornedo y no olvidé aún las caras de aquellas gentes y de aquellos niños a los que devolvía visita porque los conocí en una milagrosa excursión a mi Vigo. Aquellos días en la montaña cambiaron el rumbo de mi vida porque fue el lugar donde decidí dejar Radio Popular y buscar nuevos horizontes profesionales. Es que…    

Cuando tus ojos penetran en el territorio quebrado por las fallas que moldearon las puntiagudas cumbres de estas montañas, fracturadas por los iniciáticos cataclismos geológicos, encuentras la verdad. En la hermosura interminable de la pendiente de vértigo, desde la que se avista el valle profundo.

Estas montañas de Ancares son auténticas. Las del castro y la palloza. Las de los bosques encantados de abetos, acebos y tejos, donde habitan el oso, el lobo y el ciervo. La de laderas de soutos y carballeiras antiguas que crecen próximas a las rocas enquistadas en los picos que tocan un cielo de nubes.

Esta vez el Mustallar y el Pico Cuiña me llamaban intensamente provocando en mí unas irresistibles ganas de volver. Y aquí estoy, otra vez, conversando con José Amigo, el sabio conocedor de los senderos ignorados por la gente común.

O COUREL

Si para recomponer el Edén buscásemos un modelo, O Courel sería el que más se asemeja. Aquí, donde el tiempo parece no existir y las aldeas parecen brotar de la tierra como pequeños cúmulos de setas, la naturaleza encierra un universo de fauna y flora único y unas formas tradicionales de vida que se han mantenido casi inalteradas desde hace siglos.

O Courel está lleno de prados y de regatos de aguas limpias que el sol suave llena de caricias. Posee hermosas devesas y soutos de centenarios castaños. Es un trozo de tierra silenciosa que, curiosamente, preside un pico al que llaman Pía Paxaro. Y en las pocas aldeas que aparecen enraizadas en las laderas, los gallos cantan una nueva alborada porque nuevas gentes han venido a habitarlas.

Pero aún conserva la magia de la aldea de Parada, la de Novoneyra, el poeta que nos enseñó a interpretar el lenguaje de la sierra, contemplando desde la vieja casa como transcurre  la vida feliz en la gran montaña.

En este lugar de fuerza telúrica, las montañas tocan el cielo y los bosques se transforman en un mar infinito de verdes que nos invita a perdernos en él para descubrir sus secretos y las pequeñas maravillas naturales que esconde.

…Onde ninguén foi nin ha de ir!
O lobo! Os ollos o lombo do lobo!
Baixa o lobo polo ollo do bosco
Movendo nas flairas dos teixos
Ruxindo na folla dos carreiros
En busca da vagoada máis sola e máis medosa…
Rastrexa
Párase e venta.
Finca a pouta ergue a testa e oula cara o ceo
Con toda a sombra da noite na boca”.

(Uxío Novoneyra)

Mi nieta Laura está enamorada de esta sierra única y tiene la suerte de ser amiga de los hijos del poeta, profundos conocedores de un territorio en el que buscan refugio todos los animales que huyen de la civilización incivilizada. Ellos, todos jóvenes, suben hasta donde se encuentra la piedra básica de inciertos orígenes, la huella mas antigua de nuestra historia. Yo simplemente me atrevo con el sendero que conduce a la devesa y en el trayecto me pierdo por el valle hermoso, buscando en el salto del agua el paralelismo de las formas artísticas.

Este verano O Courel, que también es sierra habitada, viste verde para mostrarnos sus connotaciones telúricas y recordarnos la magia de la poesía inolvidable.

TREVINCA

Pongo fin a mis vacaciones en la montaña común, Peña Trevinca, donde el paisaje cambia de color según asciendes o desciendes.  Aunque la perspectiva que más me seduce es la del invierno, cuando las cumbres están llenas de blanca soledad y el tiempo transcurre libremente en el más profundo de los silencios, también resulta admirable el final de agosto porque, debido al cambio climático, la montaña sigue  con su vestido de flores silvestres, carqueixas, toxos, xestas…, y los mil verdes envuelven este paisaje con su magia.

Te contaba que la perspectiva en Trevinca cambia de color. Cuando comienzas a subir, desde Sobradelo de Valdeorras es un mar de verdes infinitos sobre los que se posa alguna que otra pequeña aldea, con secretos aún por descubrir por mí. Luego, cuando llegas a las pizarreras, lo verás todo en negro. Pero en la curva siguiente se te aparece ese mundo blanco desde donde la vista alcanza una buena parte del Bierzo y otra de Valdeorras.

Desde la Peña de las Nieves puedes ver el tejado de pizarra del refugio, la pequeña aldea y los valles profundos ocultos bajo la niebla. Este es el techo galaico-berciano, frontera de belleza serena a la que la montaña aporta una especial atmósfera de quietud, de calma…

“A vida non se ve igual

desde aquí ou desde alí.

Moitas veces,

ía cara o monte para ver a vida.

Tumbado no chau, miraba pro alto dos ceos

e sentía

como unha caída nas maus de Deus.

Non vía

nin a terra, nin as xentes;

nin sentía o tren pola vía.

O ceo estaba alto como a copa

dun arbre de cristal. Como un fondo de lus.

Como unha cruz que redimise toda a miseria

que aquí se atopa.”

(Perfecto Sulleiro)

En Peña Trevinca hay una fuerza geológica especial, escondida en las cuevas de los picos escarpados que la leyenda atribuye a la existencia de dragones, los que –según dicen- marcan la llegada de las estaciones, desde mucho antes de los cataclismos pétreos.