galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

VIEJA ARQUITECTURA PARA NUEVOS USOS

No todos se fueron. Alguna gente imaginativa se quedó aquí para reconvertir aquel trozo silencioso de vida,  aquel campo yermo de margaritas con fondo de cementerio, en un mundo vibrante lleno de ideas nuevas. Nacieron, gracias a estas ideas, pequeñas industrias, y la negra sombra se fundió bajo el sol que daba vida al paisaje del alma. Fue cuando el gallo cantó una nueva alborada y el camino a la villa se hizo mas breve.

AQUELLAS IDEAS

Aquellas ideas, en tiempos difíciles, nos devolvieron el orgullo de ser gallegos. Incluso algunos de los corazones errantes volvieron al hogar nativo.   

Y ahí están, en pié,  las huellas de aquel patrimonio industrial, en forma de ruinas de factoría conservera, de grandes hornos de pan, de viejas minas, de reales fábricas o de pequeños astilleros…

Dicen los expertos en patrimonio que hay mas de quinientos edificios industriales con historia, salpicados por la geografía, entre los agros de maíz y el viejo barrio de la ciudad nueva. Aguardan un renacimiento para ofrecernos la crónica de aquella vida que quedó para siempre insertada en la memoria de las ausencias.

EL PATRIMONIO INDUSTRIAL

En 1977, una vieja estación de París logró escapar de la piqueta porque el gobierno francés decidió convertirla en el Museo de Orsay. Además de haber sido preservado su innegable interés arquitectónico, hoy se pueden ver allí, entre otras muchas obras, “La noche estrellada” o “La habitación de Van Gogh en Arlés.

En Galicia tenemos un patrimonio industrial de enorme interés. Son medio millar de bienes industriales en los que, al margen de su valor artístico o monumental, podemos leer nuestro pasado. Por recuperarlos se lucha desde las asociaciones vecinales, pero la pandemia ha paralizado algunas iniciativas promovidas por el profesor Manuel Lara.

La Xunta de Galicia llevó a cabo la catalogación, el primer paso para la recuperación y posterior uso de estos edificios. Es altamente complicado porque el patrimonio industrial está salpicado por todo el territorio.

Algunos edificios ya han sido reconstruidos y destinados a usos concretos por entidades privadas, como por ejemplo la Real Fábrica de Sargadelos. .  

Otras singulares construcciones aguardan que las administraciones se pongan de acuerdo para su conservación, como es el caso del Edificio de la Panificadora, en Vigo, que fue construido en el 1924 bajo la dirección del arquitecto Gómez Román y que hasta tiene su club de fans en Internet.

Desde su web se pide a los propietarios y al ayuntamiento una rehabilitación íntegra del edificio. El colegio de arquitectos de Galicia demandó fuese declarado Bien de Interés Cultural, ya en 1955.

Dos años tardó la Xunta de Galicia en llevar a cabo el trabajo de catalogación, en el que se incluyen instalaciones mineras, las antiguas fábricas de salazón y de conservas, conjuntos etnográficos, y algunos de los edificios que albergaron las industrias que dieron vida a nuestros pueblos entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX.

Porque pese al estereotipo de país rural, Galicia tuvo en zonas muy concretas un gran empuje industrial en esa época. En pié quedan muchos ejemplos. Además de los ya citados podemos recordar algunos, sin necesidad de hacer grandes ejercicios de memoria:

Las reales fábricas de harinas del Puente de Xuvia, en el área de Ferrol, donde también esperan uso nuevo los Arsenales Militares.

Los molinos de viento de Catoira y la fábrica de conservas Massó en Cangas.

O el pueblo minero de Fontao, en Vila de Cruces, aprovechado en parte para viviendas sociales.

Aunque también podríamos poner algún ejemplo de recuperación magnífica, que debemos a la iniciativa privada y al apoyo del ayuntamiento, en este caso el de Oleiros y el de O Carballiño.

Oleiros sacó de las ruinas a una antigua fábrica de cerveza de Perillo y la convirtió en un modélico centro cultural.

Las edificaciones mejor conservadas, por su difícil accesibilidad, están en las orillas de los ríos. En las riberas del Arenteiro, la iniciativa vecinal y el presupuesto municipal, consiguieron hacer revivir la antigua fábrica de A Lavandeira, con una inversión de un millón y medio de euros y una propuesta de Manuel Gallego Jorreto, arquitecto nacido en O Carballiño y uno de los de mayor prestigio de Europa.

El Patrimonio Industrial relata una parte sustancial de la historia de Galicia. Sus restos, nunca debieran haber caído en el olvido.