galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

VOCES CEIBES – Xerardo Moscoso

Xerardo Moscoso

Iba para médico en Galicia  y terminó siendo actor en México. Fue, ya de universitario, una de nuestras “Voces Ceibes”, aquel grupo de chicos que le cantaban las verdades al lucero del alba y al gobernador civil de la provincia.

—- Bueno, nós cantar non cantábamos pero o decíamos moi ben…

Un día, en Pontevedra, el todopoderoso Antonio Puig Gaite, jefe del Movimiento y vicepresidente de casi todo, le puso una pistola en la frente y le dijo que se marchara del país.

Aguantó mi tocayo tiempo, y tiempo tuvimos para producir su disco “Acción Galega”, un elepé que dio a conocer entre los melómanos al poeta de la raza, a Ramón Cabanillas,  bastante antes que el de Juan Pardo.

De aquel viaje a Madrid recuerdo muchas historias, al margen de la grabación del disco, que conservo en casa como un tesoro y aún escucho para no perder la memoria.

Moscoso estaba sin pasaporte –se lo habían retirado-; no tenía carnet de conducir y la policía lo seguía porque era un clandestino y antifranquista…

Pero él se empeñó en conducir y lo hizo, faltaría más,  por dirección prohibida… ¡Menos mal que aquel policía municipal de Madrid era gallego!

—- ¡Veña largade de aquí antes de que veñan os grises e vaiamos todos o cazolo…!

Aquel guardia, de apellido Santalices, fue mi invitado especial en la Festa dos Mundos, en el 2004, cuando 170 mil personas llenaron Santa Cristina para aplaudir a Carliños Brown. Santalices está retirado en Oleiros y se dedica a la vida contemplativa.

También fuimos al estreno de la película de Martín Patiño “Canciones para después de una guerra”, que vimos en compañía de algunos amigos de San Adrián de Cobres, el mirador de la Ría de Vigo. Sonó una estruendosa ventosidad mientras en la pantalla sonaba el “Cara al Sol” falangista…

—- Poooorrrrrrrropoooooop…

Fue el pedo más sonoro que escuché en mi vida.

Salimos todos del cine seguidos por un grupo de aquellos Guerrilleros de Cristo Rey… No pasó nada porque los grises no querían que hubiera líos donde se proyectaba una película del Régimen, aunque Moscoso y yo supimos leer muy bien la letra pequeña en la que Martín Patino escondió su fina ironía… Porque los que vieron la película convendrán conmigo que la letra era más bien pequeña y la música muy de la época.

Y en Galicia algún cantautor llamó a Xerardo fascista.  Lo hizo, el muy macho, -que no nombro porque ya viajó al espacio-, dada la condición homosexual de Moscoso que no encajaba bien entre quienes se llevaban de calle a las alegres chicas del PCG, que ni eran tan alegres ni a la hora de la verdad tan del PCG.

Xerardo Moscoso era tan discreto que conmigo nunca habló de esa condición suya. A mí me lo descubrió una amiga común que se sentía enamorada no sé si del artista o del ginecólogo que ejercía en el Sanatorio Santa Rita de Pontevedra.

Me permitirá Moscoso que recuerde aquí una anécdota de este sanatorio pontevedrés. En el Diario de Pontevedra yo comencé como redactor de sucesos. Entonces nos lo tomábamos tan en serio que, tras un accidente, agresión o incluso crimen, íbamos en busca de la información al centro médico y a la Guardia Civil. Hoy en día, al parecer, se llama por teléfono o se pone un mail y se reciben los partes en el correo electrónico.

En una de mis visitas, al salir, un oficinista del que ya ni quiero acordarme, me dio un sobre:

—- Toma, así te resultará más fácil escribir que el herido está en el Sanatorio Santa Rita.

Lo metí en el bolsillo pensando que era un parte médico, pero no; en el sobre había un billete de 500 pesetas…

Cogí el dinero y se lo entregue a mi maestro, Angel Huete, que a su vez se lo metió en el bolsillo al cieguecito de la ONCE que pasaba mucho frío, porque aún no se inventara el kiosco de la esquina de la calle de la Oliva. Jamás volví a nombrar en el periódico al Sanatorio Santa Rita…

De este hecho pasaron cuarenta y siete años, nueve menos que cuando tuve el gusto de entrevistar a Moscoso, por primera vez, en aquella Radio Popular libre de mis noches de Vigo,  nunca olvidadas.

Supe ya entonces que Xerardo era hijo del exilio y que en México le aguardaba una vida sin dictaduras en las que llevaría adelante uno de sus muchos sueños: el de ser actor.

—- Comencé haciendo lo que pude, hasta telenovelas, pero ahora hago más bien teatro, con mi grupo Las Gaviotas, y  cine.

Hace unos días hablé con él por teléfono para vernos y recordar aquellos tiempos, pero se impuso el trabajo al amigo y no pude acercarme a Poio, donde pasó unas cortas vacaciones.

En la Red le puedes ver de fraile, en versión mexicana de “Marcelino, Pan y Vino”, que no deja de tener gracia; y escuchar su “Acción Galega”, que así tituló su disco en honor de Ramón Cabanillas.

Xerardo Moscoso es sin duda un personaje… ¡Único!  Por cierto. La foto del Moscoso 2010 se la pedí prestada al estupendo blog de mi amigo Perfecto Conde, que se reirá mucho con lo que aquí les cuento.