galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

VOLAR ES VIVIR

A Julio Dorado con todo mi afecto.

Volar sí, eso es vivir; porque nunca conocerás bien un territorio si no imitas a las aves y vuelas sobre él. El hombre, al volar, descubre la perspectiva más bella de la tierra que habitamos.

Has de imitar el vuelo del águila, para hallar la libertad del verde edén, que está cubierto de otoños. Sobrevolando la montaña blanca desaparece la atmósfera de nieblas misteriosas y aparece la estética del agua que remueve en su espejo la naturaleza perfecta.

Otras aves, como las anduriñas,  prefieren seguir la huella del río en busca del valle, cuando lo saborea para lograr que reverdezca. Y es aquí donde, volando, tu descubres el rastro del indestructible camino del bosque encantado.

Luego, cuando llegas al mar, millones de gaviotas te acompañan mientras construyes barcos para que naveguen los sueños. Contemplas el universo reflejado en el azul infinito y atraviesas veloz el viento procurando libremente la estética de tu paisaje favorito.

Volar te permite asomarte al balcón cenital del país para descubrir su belleza escondida en el espacio sereno del paraíso.

RÍA DE RIBADEO

Esta vez te llevaré conmigo hacia el sol, dos mil pies por encima de nuestros dos mares, creadores de la belleza única de costas fantásticas. Te invito a gozar de tu propia libertad en las alturas y a conocer la espléndida hermosura natural que generan  Cantábrico y Atlántico, entre Ribadeo y A Guarda.

Bienvenido a bordo. Te has subido a una Rally 180, semiacrobática, que nos permitirá obtener el plano de costado, como si la naturaleza fuese un cuadro colgado de una imaginaria pared.  

Es la misma aeronave a la que me subí por primera vez con mi amigo Antonio Escondrillas para perseguir, a 200 millas marinas, los doscientos barcos de guerra de la Marina inglesa, camino de aquella injusta guerra de Las Malvinas, una guerra que bien pudo iniciarse a pocas millas del Finisterre de haber sido yo piloto de “Phantom”.

Pero simplemente queremos gozar del paisaje. Volaremos en primer lugar sobre del extremo oriental de Lugo. Mira allá abajo y verás…

Playas que se encadenan unas con otras formando eslabones infinitos y un litoral erosionado por la fuerza del mar con originales formas como las que admiramos en la playa de las Catedrales y las que le siguen por el litoral de Barreiro.

ESCULTURAS CANTÁBRICAS

Foz y Burela colorean las aguas con puertos pesqueros, activos y dinámicos, pero esconden rincones para perderse en la naturaleza más pura.

La ría de Viveiro es casi impresionista, desde el aire se aprecian las formas y colores de sus aguas.

Rápidamente hay que cobrar  altura para contemplar islotes que antaño no lo eran, lugares que miles de especies de aves tomaron como su hogar.

Mas allá aparece la ría de O barqueiro, una de las más bellas ensenadas. Aquí siempre me quedo hipnotizado por el espectáculo que me brindan el río, el estuario… y el más hermoso pueblo marinero.

¡Y la Estaca de Bares! El norte más norte de Galicia. Una estrecha franja de tierra justo donde se abrazan nuestros dos mares. Es zona de vuelo con fuerte viento producto de la mar crispada. El viento y las olas son los compañeros inseparables de este faro legendario.

RIA DE ORTIGUEIRA

Nos situamos ahora encima de acantilados esculpidos por un mar bravo y desafiante. Ortigueira es un oasis en nuestro plan de vuelo, ría tranquila que dibuja en la tierra serpientes de agua. 

Dura poco el respiro. Os aguillons, desafían las leyes de la gravedad y apuntan al cielo con corrientes térmicas defendiendo su espacio.

Luego, la Serra da Capelada incrusta en las marineras aguas los acantilados más altos de Europa.

El horizonte marca una costa desgarrada por el oleaje. El litoral de tonos marfil y aires surfistas nos anuncian que nos acercamos a Ferrol, una perspectiva urbana muy distinta a la que hemos recorrido. Un mar conocido ya por los ártabros que lo navegaron y por ingleses que, como Las Malvinas, también lo desearon.

EL MAR DE LOS ÁRTABROS

Ahora volamos por encima de pueblos marineros, pequeños puertos de colores, y zonas turísticas,  hasta llegar  a  A Coruña, donde nos saluda Hércules desde su torre.

La costa se hace más uniforme, aunque no menos variada. Puntas, pequeñas rías y ensenadas ondulan la franja costera. Y espacios únicos como Barrañán.

En Malpica empieza lo que se conoce como la Costa da Morte. Hoy está más viva que nunca desde esta perspectiva aérea, pero va perdiendo su aspecto rudo para suavizarse con pequeños arenales y puertos que saben a mar. Un litoral castigado, pero desafiante que mira siempre al noroeste.

Historias y leyendas de naufragios y ciudades sumergidas aumentan el encanto de nuestro vuelo, aunque pocos enclaves destilan tanto misterio como el Finis Terrae, irresistible, mágico y misterioso con el recuerdo escrito de romanos atemorizados, gentes seducidas por la maravilla del infinito. Temido por navegantes pero ansiado por peregrinos. Nadie escapa al poder de atracción de este lugar donde la tierra termina y el mar se duele.

LA COSTA DE LA MUERTE

Volamos hacia el sur, en busca de la calma que apacigüe este desasosiego. La encontramos en las rías que adornan y alimentan. Que nos regalan hoy pintorescas marinas en vivo.  

La de Muros-Noia, la de Arousa, Pontevedra y Vigo son las Baixas, donde se combinan panoramas rurales con horizontes urbanos, como el que marcan Pontevedra o Vigo. Espectáculo cosmopolita, vital y dinámico enfrentado a la tranquilidad más absoluta, la del paraíso de las Islas Cíes.

EL ESTUARIO DEL MIÑO

Finalmente, la Costa de la Luz hace honor a su nombre, desde la veraniega villa de Nigrán. Es salvaje y abrupta, y nos conduce hasta A Guarda, donde el Miño nos espera para invitarnos a vivir la parte más hermosa y final de este vuelo, por encima de su lomo.

Son los lugares fulgurantes de la Portugalicia de mis amores… La illa do amor, Tabagón, O Goián, Vilanova de Cerveceira, Tui, Valença…

El momento del adiós es hoy el más emocionante, porque nos despedimos donde el paisaje del Miño adquiere esa su natural esplendidez final.

Aquí, el gran río, parece el gran creador de todas las cosas bellas que alcanzamos.

Antes de descender en el aeropuerto vigués de Peinador y contar la gran aventura a los viejos amigos, nos explotan torbellinos de colores mientras el sol juega con las nubes, momentos antes de retirarse a su atlántica casa de cristal, un poco más allá del Tecla, el monte sagrado de los oestrimnios galaicos.