galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

A Pobra do Caramiñal

Junto a un mar sosegado y bello

La visión que Valle Inclán obtenía da Pobra do Caramiñal, desde A Curota.

Santiago Souto, emigró a la Argentina a finales del siglo XIX y allí se casó con Angela Lombardini, italiana de origen, con la que se asentó en San Isidro, a una hora escasa de Buenos Aires. Fruto de ese matrimonio nació Santiago Alberto, que se casó con Beatriz García Menotti. Se fueron desde la hoy pujante ciudad de San Isidro a la de Mendoza, en donde nació María Teresa, que hoy cuenta con 72 años edad.

Hace tiempo que María Teresa se quedó sin abuelo gallego y sin padre argentino, pero desde su cátedra de la Universidad Nacional de Cuyo, se interesó siempre por todo lo gallego e hizo varios estudios sobre el Camino de Santiago.

Tiene sus orígenes en Pontes, que ya no es un lugar sino la continuidad de la calle principal de A Pobra, la Rúa Díaz de Rábago, donde se ubica el Parque do Castelo, frente al magnífico puerto do Caramiñal, el primero de Europa en descarga de atún congelado, con una flota de bajura de gran nivel, barcos mejilloneros y una parte dedicada a las embarcaciones deportivas.

Todo esto se aprecia, casi a vista de pájaro, desde el mirador de A Curota, hasta donde acostumbraba a subir paseando Valle Inclán, que residió aquí largo tiempo, por eso tiene museo en la villa.

A Pobra do Caramiñal es uno de los municipios mas atractivos de la península del Barbanza, del que destaco las siguientes postales:

Su franja costera con varias playas entre las que sobresale la de Cabío.

Sus pazos, con Torre Xunqueira a la cabeza. En el que podemos dormir o disfrutar de una variada gastronomía.

La alameda, con su frondosidad y variedad de plantas, y las cercanas terrazas que bien hablan de su clima benigno.

Los miradores de la sierra do Barbanza y las Pozas, piscinas naturales en un entorno de gran belleza.

Las calles del casco antiguo y el Museo Valle Inclán.

Y por encima de todo, el color de su ría, con atardeceres que tornan de oro este mar, sosegado y bello.

No es de extrañar el abuelo sintiese tanta morriña como para despertar el interés de María Teresa.