galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

ALDEAS DE MUERTE, LUGARES DE VIDA


Hace ahora unos 15 años que visitaba,  acompañado por mi amigo Luís DevesaO Paraño, en los montes que separan Pontevedra de Ourense, cerca de Soutelo de Montes, en el municipio de Forcarei

Aquel fue el primer ejemplo que vi del sacrificio de la Galicia rural en aras de la más urbana.

En la actualidad, ya no hace falta irse a las comarcas del interior buscando aldeas abandonadas, porque más de 1.500 núcleos del país se han quedado sin habitantes.

No es un cuento de políticos;  son datos del Instituto Estatal de Estadística que avanza el peligro: hay casi un millar de pequeñas aldeas con un solo vecino que seguirán el mismo camino.

Son lugares, pequeños núcleos de parroquias, en los que se nota especialmente el tradicional problema del envejecimiento demográfico en Galicia, y en donde el incremento de la población producido por el  fenómeno de la inmigración,  pasa totalmente desapercibido.

Ni siquiera el turismo rural los ha descubierto. Y eso que están ubicados en lugares de auténtico privilegio, como es el caso de Ortigueira, al norte más norte de la península Ibérica.

Una de las muchas aldeas abandonadas.

Y digo yo, querido presidente, que habrá que ponerle remedio a este asunto, que no están los tiempos para que se caigan las casas de viejo,  mientras los bancos se quedan con los pisos de los parados, a los que podíamos dar trabajo en talleres de reconstrucción que devolvieran la vida a la aldea.

Hay un ejemplo de éxito, el de Couso, en el municipio ourensano de Sarreaus, donde nace el Limia, el río Lethe de la leyenda romana.

Quizá el agua del Limia obró el milagro. Porque fue el paisaje el que encandiló al empresario riojano José María Galán y este quien devolvió la vida a este pueblo muerto,  desde que lo abandonó Eligio Mellado, hoy residente en Freixo.

La familia Galán, empresarios dedicados en La Rioja a la fabricación de envases metálicos, vendieron todo para comprar este paraíso, compuesto por 19 edificios, agros, prados, leiras y montes. 750 hectáreas y los derechos de caza para 15 años.

José María Galán es ahora dueño de su propio sueño. Le costó ocho años de trabajo y seis millones de euros.

Hay otros ejemplos varios que se refieren a ingleses que han elegido jubilarse en esos lugares que otros abandonan, gente aquí llegada con espíritu de artesano, alguna vieja leyenda urbana que prefiere la paz del campo, etc…

La magnífica recuperación de Couso se aprecia incluso de noche.

Pero la solución pasa por interesar a nuestros jóvenes y a los inmigrantes aquí venidos en la revolución del agro, que dice mi amiga Ricarda a sus ochenta y pico que es posible vivir del campo y ella lo hace. Y os digo que vive bien, estupendamente, en las rosalianas tierras que el Miño esmalta.

Para ello, para despertar el interés de esos jóvenes que en este momento lo tienen todo perdido, hay que formarlos en la cultura agropecuaria y darles las mismas facilidades que a los jóvenes emprendedores que pasan por ser unos coquitos de las nuevas tecnologías…

En realidad, querido conselleiro de agricultura, pasa por ayudar al sector y no hacer como siempre se hizo, según cuenta mi amiga Carmen:

— A xente do campo non interesa, Xerardo. A nos non nos axuda nadie porque somos poucos, moitos menos que nas cidades. E ós políticos sempre lles interesaron os lugares onde hay mais votos…

Yo eché una cuenta y me sale un número de empleos similar al de la mayor industria de aquí…

Así que no despreciemos a la Galicia labrega porque es probable que en un futuro tengamos una mayor dependencia de ella…

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