galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

AMORES Y MILAGROS

Os invito a conocer historias de amor que suceden al pie de un castillo al mismo tiempo que mil milagros concentran la atención cristiana en un monte sagrado. El castillo está en Maceda, por encima de Chaioso, donde mi “gente única” ha resucitado a los fantasmas de la aldea del abuelo. Los milagros acontecieron y aún siguen ocurriendo en el monte que llamaron Medo que, si lo traducimos del gallego al castellano, significa miedo

Este monte está cerca de la Cabeza de Meda, donde según algunos eruditos de la época romana, como Floro, se sitúa la gran batalla del Medulio, que finaliza así según el relato del historiador romano:

—- Cuando los galaicos se ven reducidos a extrema necesidad, a porfía, en medio de un festín, se dieron la muerte con el fuego, la espada y el veneno que allí acostumbran a extraer de los tejos. Así se libraron de la cautividad que, para aquella gente hasta entonces indómita,  parecía más intolerable que la muerte.

Aquella batalla puso fin a la existencia de solo una parte del pueblo galaico, pero nos legó la mejor herencia, descripta de esta forma por Ramón Cabanillas, cuando escribió “En Pé”:

«O día do Medulio

con sangue quente e roxa

mercámo-lo dereito

á libre honrada chouza!»

Viajando al pasado por la gran sierra que llaman de San Mamede, aparecen ante nosotros las huellas de la vieja estirpe en forma de monte que fue castro, círculo mágico iluminado por el sol de la mañana, que se presenta entre las nieblas de los ríos…

Es un paisaje dominante, incluso sobre el monte Medo, el de los Milagros mil de Nosa Señora, y sobre los también mil torrentes que harán posible el Sil de las sagradas riberas.

Viajando al pasado por la antigua Vía Caracalla, -por donde dicen camina aún el espíritu del caudillo romano Decio Juno Bruto-, aparece la antigua villa feudal, crecida en torno a su castillo-fortaleza, que aún conserva entre sus paredes los restos de su medieval esplendor.

Juno Bruto, según leyenda que se cuenta en las aldeas próximas al monte Medo, se encontró con la Ninfa del Arnoia en su avance hacia la ciudad de Auriensis. Fue tal el amor que despertó en el guerrero romano que la tomó por esposa y mientras ella perdió todo poder de encantamiento él dejó las armas para convertirse en un humilde alabardero que enseñó a los habitantes de Maceda a trabajar artesanalmente el cuero; a cambio, los galaicos le enseñaron el arte de la cerámica.

Mientras se desposaba el militar romano, un endemoniado huyó hasta lo alto del Medo. Al llegar al lugar que hoy ocupa el Santuario de Nosa Señora dos Milagros quedó completamente curado. 

Otro amor desenfrenado tuvo lugar entre las paredes de esta fortaleza. Lo protagonizaron la condesa doña Teresa de Portugal y Juan Ares Novoa, un plebeyo que alcanzaría gran fama como guerrero en el siglo XII y que resultó muerto en cruenta batalla contra los Irmandiños. La noble Teresa había mandado construir este Castillo para vivir una eterna aventura con don Juan. Para consolarla de su muerte vino hasta aquí el Rey Alfonso X El Sabio.

Y mientras los condes caían en el campo de batalla, en el Monte Medo se sucedían los milagros sobre todo después de que tuviera lugar la aparición de la Virgen a una pastora.

Un vecino de San Mamede, Gumersindo de Eirea, sanó milagrosamente de la lepra que le mantenía solo y abandonado en la Sierra. Y así fueron sucediéndose milagros y milagros hasta incluso algunos que se confiesan en la actualidad.

A partir de la aparición de la Virgen, en el siglo XII, se construyó una capilla; y cuando en el siglo XVIII se convierte enel lugar de mayor peregrinación mariana de Galicia, en el monte Medo se construye el actual santuario barroco-neoclásico, con tres naves que tienen bóveda de crucería. En el exterior hay una gran explanada preparada para grandes actos marianos y si vas a la parte trasera del templo descubrirás un mirador con un paisaje realmente admirable de valle y sierra.

Esta mezcla de nobles y clérigos originó la fundación de monasterios cercanos, entre los que destaca el templo de San Pedro, en el que aún resulta admirable el plateresco sepulcro, grabado en granítica piedra, para que descansen los ilustres restos de aquellos nobles cortesanos.

Aunque desde la fortaleza de Maceda, también   es posible recomponer el paisaje del bosque autóctono, admirando la geometría de los carballos y los castiñeiros, desnudos de invierno.

Y caminando por los senderos de este pasado medieval, surge otra vez la belleza que late en el corazón vegetal de los árboles que crecen junto al río Maceda, en donde, a la sombra de la villa, procuramos nuevos signos para la creación de la vida feliz.