galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

LA GESTIÓN DE UNA TRAGEDIA

El tren bala no llegó a tomar la curva de A Grandeira.

La señora ministra, con la que solo compartí boda antes de serlo, fue la primera en llegar al lugar de la tragedia, tras el presidente del gobierno gallego, Alberto Núñez Feijóo.

         Allí estuvo, al pié del horror, desde minutos después de la catástrofe ferroviaria que nos partió el alma este verano y se llevó a 79 víctimas al espacio, amén de dejar casi dos cientos de heridos, doce de los cuales aún permanecen ingresados en nuestros hospitales… y uno de ellos, el peor, en coma.

         Ana Pastor, la ministra, no es gallega, es zamorana, pero tras muchos años en Pontevedra, lo parece. Por su manera de ser y sobre todo por su acento. Yo creo que es uno de los valores más destacados de la política estatal; y ya es curioso que otro gallego, Pepe Blanco, haya tenido que entregarle la cartera de Fomento tras las últimas elecciones.

ANA PASTOR

         Tengo la sensación de que es la persona que más se preocupa actualmente por averiguar no la causa del terrible accidente, que de eso se encarga el juez, si no la casuística. Es decir, el porqué existe esa maldita curva de  La Grandeira… y más.

         El juez instructor Luís Aláez habla en su auto también de la curva y aunque culpa al exceso de velocidad del accidente, se interesa “por los criterios y sobre todo por quien adoptó la decisión de no instalar un sistema de frenado automático en el tramo de Santiago”.

         Ana Pastor y casi todos los ciudadanos de este país queremos saber lo mismo; y aunque la gente de ADIF y RENFE no saben no contestan, la ministra si va de frente en este asunto. A mí me apetece contártelo porque ya te dije que la mayor tragedia ferroviaria de nuestra historia nos deja un tristísimo balance y una rotunda conclusión:

         —- Que este ALVIA ni es de Alta Velocidad ni de Velocidad Alta, como pedía, al menos, Manuel Fraga.

        Hubo quien puso en duda la actuación de Ana Pastor en este asunto… porque mira hacia atrás, porque no concibe que se hubieran hecho las cosas tan mal cuando se trataba de construir un ferrocarril de Alta Velocidad.

         Si revisamos el pasado,  algunas responsabilidades se las reparten el ministro de Fomento que adjudicó el proyecto, Francisco Álvarez Cascos, entonces del PP y tristemente ligado a Galicia por la tragedia ecológica del “Prestige”, que ya le vale; y José Blanco, del PSOE, que inauguró la línea con muchas prisas y sin que se llevara a cabo la revisión de la seguridad de las vías del Alvia,  por parte de su ministerio.

         Ana Pastor compartió consejo de ministros con Álvarez Cascos, es verdad; se encargó de la cartera de Sanidad. Hace unos días, hablando con un “ex” de aquellos tiempos –año 2002- me dijo…

         —- Si Ana se hubiese ocupado de Fomento… no existirían tramos peligrosos en la línea ferroviaria de alta velocidad de Galicia. Estoy seguro de ello.

         Y yo le creo y recuerdo que José María Aznar, como presidente, siempre miró a los gallegos a través de ese ojo que tiene medio extraviado. Pero…

         Ana Pastor debe dormir lo justo y como gallega de adopción me recuerda a mi madre, que era de esas mujeres excepcionales capaces de repasar en unos minutos nocturnos lo que sucedió durante el día y buscar soluciones a los problemas que van a surgir al día siguiente.

         Aunque no la conozco mucho, sí se algunas cosas de ella a través de amigos comunes. Estos días me he preguntado muchas veces como una mujer tan inteligente, que es médico,  aceptó formar parte de un gobierno que las tenía todas para fracasar en el intento.

         Supongo que será porque siempre se le consideró la mano derecha de Rajoy; y digo solo derecha porque el presidente español no tiene mano izquierda o eso parece.

         Estos días de verano y sufrimiento,  Ana Pastor aguantó el tipo tras el ataque directo de alguna gente ligada a Esperanza Aguirre, aspirante a la sucesión de Rajoy responsable de la mejor oposición que se hace al gobierno español, quizá porque juegue con la ventaja de conocer los “secretos de Estado”, al ser del mismo partido.

         Esos ataques aún siguen estos días en los que ya amarillean las hojas de las glicinias, señal de que el verano quiere irse de vacaciones a América del Sur. Aunque la señora ministra, discreta, desde la segunda fila, va respondiendo a cada una de las interrogantes que se hacen los familiares de las víctimas y los que no lo somos… ¡Incluso a sus señorías los diputados!

        —-  ¿Por qué el maquinista llevaba el convoy a 190 por hora?

        —-  ¿Por qué existe la curva de A Grandeira tan cerca de la Estación de Santiago?

        —- ¿Por qué no se instalaron los sistemas de frenado automático como en el resto de la línea férrea?

        Y más preguntas que dejaremos para otro día…

        ¿Sabes? En este trágico asunto se deben repartir muchas culpas y quizá los señores presidentes de ADIF y RENFE debieran de haber cesado ya. Pero Ana Pastor, mis amigos de la oposición, fue la ministra que mejor gestionó una tragedia de tamaño calibre en la España donde la incompetencia política está a la orden del día… según los recuerdos acumulados durante casi cincuenta años de profesión que carga uno sobre sus espaldas septuagenarias.

        A Ana Pastor la tenía yo distante, como a la mayoría de los gallegos que tuvieron en Madrid responsabilidades de gobierno; que aquí no olvidamos que fuimos los últimos en tener buenos aeropuertos, en disponer de autovías con la Meseta y los sufridores del peor de los engaños en el esperadísimo AVE. Pero…

       Creo que la señora ministra se merece ser distinguida entre mi gente única porque, al menos por el momento, ha demostrado que, por encima de todo, están las personas y este pequeño País al que tradicionalmente ha maltratado el Estado al que pertenece… porque los gallegos no somos muy amigos del ruido.