galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

CUANDO A LAS ELÉCTRICAS SE LES FUE MANO

Texto y fotos de Eugenio Eiroa

El río Limia se transforma en río Lima precisamente al llegar a estas tierras fronterizas, para bajar luego hacia el mar de Viana do Castelo, previo paso por las muy xacobeas poblaciones de Ponte da Barca y Ponte de Lima. Viene de arriba el río Limia, desde el embalse de As Conchas, camino de la frontera con Portugal -¡maldita frontera que últimamente, en vez de facilitar la vida, solo sirve en tiempos de Covid para joder a los raianos!- . 

El río Limia, en sus kilómetros finales como río gallego, allá por el municipio de Lobios, debería aparecer embalsado, formando parte de un tramo más o menos grueso, consistente, de aguas remansadas, embalsadas… pero lo que aparece al finalizar noviembre del 2021 es como un río desangrado, con escaso caudal de aguas en esa zona, y lo que era parte de un embalse, ahora es simplemente un río a la vista, de mucho menos que medio pelo, mientras en los fondos de lo que un año atrás era un embalse, solo hay arenas, fondos fangosos y casas destrozadas, no pocas casas destrozadas al descubierto, en imágenes que parecen las habidas tras un bombardeo… el bombardeo de las aguas que se llevó por delante unas aldeas, bastantes fincas, unas tierras productivas, unos campos para alimentar al ganado…

LAS FANTASMAGÓRICAS TIERRAS DE LOBIOS

Ahora, la codicia de «las eléctricas», desembalsando agua a lo bestia meses atrás, ha dejado al descubierto los recuerdos de un pasado que no volverá. En este final de noviembre hemos ido por allí a dar un paseo tras comer en Lobios y hemos fotografiado el paisaje con el que ahora mismo te topas…

Por doce euros, aunque sea fin de semana, puedes comer en Lobios (Café-Bar Cubano, en la llamada «Estrada de Portugal»). Tiene a la entrada una gran galería-terraza de toldos y plàsticos, muy ventilada, donde se pasa un frío de carajo, pero estás anti-covid 100% en estos tiempos de riesgo. Callos -muy buenos-, empanada de atún y pimientos rellenos de merluza, como primeros platos -para elegir uno-. Y carne ao caldeiro, solomillo rebozado o rapante frito, como segundo. En el postre se recomienda su tarta de galleta (tarta de la abuela) y su flan de café, pero tiene hasta 5 postres donde elegir. 12 euros en total, no es cocina de excelencia, pero sí de nota mucho más que aceptable. Comes y sigues camino…

Hay la opción de ir a tomar un baño en las aguas calientes -y públicas- a pie del balneario y hotel de Lobios. Pero desnudarse al aire libre, a 7 grados, con sensación térmica de mucho menos, por mucho que luego el agua que en aquel riachuelo sale, sea a temperatura de sobra reconfortante… pues como que no. 27 de noviembre de 2021 no era fecha para heroicidades. Por eso, coche, unos kilómetros de nada y sobre lo que era embalse hay dos puentes. En uno, desde el que puedes hacer fotos ya del triste aspecto que el embalse completamente vacío ofrece en aquella zona, al final, hay una gasolinera…

— Buenas: Veo que no tiene ni Gasóleo 10 Repsol, ni Gasolina de 98… solo Gasóleo peleón Repsol y Gasolina de 95…

— Efectivamente caballero, está usted en lo cierto. Solo trabajamos con Gasóleo básico y Gasolina 95…

— Bueno, pues me pone usted Gasóleo peleón si no hay otra cosa… Y de paso, me trae un bote de «wyns» o como se llame el aditivo ese, que así suavizará un poco el motor…

El buen hombre regresa con un bote de aditivo para mezclar con el gasoil peleón que está, veo, a 1,39 euros el litro…

— Es que… sabe, Gasóleo 10 y Gasolina 98 tenemos, pero es al otro lado del municipio, allá arriba en la otra gasolinera… Aquí, que está más cerca de la frontera, solo trabajamos con estos combustibles básicos, que son los que tienen más salida, porque mucha de nuestra clientela son portugueses y les hace ilusión, fíjese, poner gasoil a 1,39 el litro, cuando allí lo pagan casi 30 céntimos más caro… Llenan el depósito y se van contentísimos pensando en el ahorro: ponen 50 litros y se ahorran 15 euros… salen de aquí cantando ¡Que viva España! Llevan toda la vida abrasados allí con los precios de los combustibles… Por eso, cuando cerraron la frontera esos varios meses por la Covid, andaban de una leche que no se imagina usted…

— Sí, sí que me imagino. Venga: llene usted mi depósito, ponga ese «wins» de la marca esa rara que ustedes tienen y… cóbreme.

— Sí, pero ojo, antes de abastecerle debo advertir que aquí no admitimos tarjetas, solo pago en metálico.

— Tranquilo, le pagaré en metálico, lo que usted diga, para eso estamos en la república romana de Lobios…

El buen hombre se echó a reír. Pero es cierto, Lobios, aquellas tierras, tenían mucha importancia en la época de los romanos. Por allí pasaba una notable calzada, que unía dos ciudades romanas de vital importancia: Brácara Augusta (Braga) y Lucus Augusta (Lugo).

Tras repostar y hacer fotos en el puente de la gasolinera, como popularmente se conoce al lugar, marchamos en dirección a Portugal, para detenernos enseguida en un cruce y tomar la carretera de O Entrimo (población situada a 7 kms de distancia) que, a través de un puente, otro, atraviesa el que -cuando está con agua- es un embalse. Allí, a poco de entrar hacia el puente, a mano derecha, hay un aparcamiento -muy concurrido pese al frío reinante- con coches españoles y portugueses. Van como en romería, camino abajo, hasta lo que en su día era la aldea de Aceredo… solo quedan muros de fincas, casas medio derruidas o destrozadas; todo a la vista, ahora que las aguas se han retirado… fantasmagóricas imágenes que casi todos los excursionistas retratan.

Un espabilado allí presente me da una charleta sobre el asunto, para decirme que «después de casi 30 años escondida bajo las aguas, la sequía del embalse de Lindoso ha dejado al descubierto una antigua aldea…»

—¡Hombre, sequía, sequía, ¡qué quiere que la diga! ¿no será voracidad permanente de las llamadas «eléctricas»?

—Bueno, hombre, procuro en mis explicaciones ser lo más aséptico posible…

—Siga, siga, que lo está haciendo usted muy bien…

Y es cuando el buen hombre se explaya a gusto, más al ver que a mi lado ya no hay solo una persona, sino tres o cuatro más que arriman la oreja. El espontáneo guía se siente realizado y nos dice:

— Eso que ahí ven… se trata de algunas casas, otras desaparecieron, de Aceredo, un antiguo pueblo-aldea del municipio de Lobios que en la década de los 90 quedó sepultado y que, con el embalse al 20%, volvió a emerger.

—Al 20% lo dirá usted, yo el 20% de agua no lo veo por lado alguno… hay sitios donde solamente está el cauce de un riachuelo…

—Bueno, yo me refería a cuando comenzó a emerger el pueblo ahogado en su día. Ahora, es cierto, muy poca agua hay. Se puede decir que es la Atlántida de Galicia. La construcción de un embalse, el de Lindoso por parte de Portugal (la EDP), en 1992, se tragó varias aldeas gallegas y portuguesas, en medio de una revuelta, de una fuerte oposición vecinal de los raianos de uno y otro país.

Así, además de Aceredo, quedaron engullidos en esta zona gallega otros cuatro pueblos-aldeas: A Reloeira, Buscalque, O Bao y Lantemil. El convenio internacional, suscrito en 1968 por Franco y Salazar y que procedía ya de los años veinte para el aprovechamiento de los ríos fronterizos, supuso enterrar bajo las aguas estos núcleos habitados.

Agradecimos al espontáneo sus rigurosas explicaciones y, efectivamente, certificamos, cámara en mano, que aquellas a la vista eran casas del núcleo de Aceredo, destruidas por el paso del tiempo y el efecto de estar bajo las aguas tantos años.

Regresa de caminar por allí entre ruinas, otro espontáneo, que medio emocionado nos proclama:

—Está a la vista ahora, la que era la fuente del pueblo y de ella mana agua, es acojonante

Efectivamente, quedan restos de no poco de lo que fue un lugar, con algunos caminos-calles hoy al descubierto y barnizados por el lodo-fango medio seco, un lugar que llegó a tener unas 70 casas y unos 120 vecinos. Todo quedó atrás, cuando llegó el día de abandonar aquello ante la llegada de las aguas… casas, cultivos, hórreos, prados para el ganado; hasta lo que era el cementerio.