galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

DÍAS DE MAYO EN LAS RIBEIRAS DE LOS RÍOS

Los ríos remueven el paisaje admirado de la Galicia interior, que es la que desciende de la montaña hasta el valle frondoso. A su paso, en sus riberas, crean innumerables espacios naturales mientras marcan los senderos del agua. Bajan rápidos por las laderas buscando con ansia el remanso ideal para procrear un lugar donde crecen árboles de impredecibles raíces. Y solo cuando llegan a ese territorio se tranquilizan en esta estación que pinta margaritas sobre el verde. En el lugar elegido es la humana sensibilidad la que mima tal belleza. Allí, el paisaje de río se vuelve brillante porque el sol también procura sus aguas. Nace la playa-parque y el lugar se convierte en lo más hermoso y fulgurante de todos los matices fluviales. Si te parece, esta vez caminaremos juntos por las riberas de cinco ríos cuyo denominador común son los espacios que el hombre ha creado en ellas.

NATURALMENTE, A BAROSA.

Estamos en Barro. El río Barosa teje los hilos de este municipio prelitoral, rural de alma y vida, pero muy próximo a la capital, a Pontevedra. El agua es el espejo de la postal verde de esta tierra, poblada de cepas de buen vino, entre los límites del monte Acibal y del monte Castrove. La primavera pone color en la vegetación de ribeira e ilumina este paisaje de agua y molinos. Es el espacio vital al pie de la ruta xacobea de los múltiples acentos.

Ya ves de que se trata: un entorno natural magnífico a orillas del río Barosa. El agua une la fervenza que produce entre impresionantes rocas con los molinos trepadores, esos que buscan la ladera hasta la cumbre creando uno de los más atractivos paisajes de la comarca. A Barosa oferta opciones de ocio para todos los gustos. Desde practicar el senderismo, bañarse en las piscinas naturales que forma el río o simplemente gozar de los mil sabores que ofrecen las tabernas habilitadas en los molinos restaurados.

Para los amantes del senderismo fácil, la ruta sencilla es la que asciende por la orilla izquierda del río. Los molinos de la media ladera, los no restaurados, nos proporcionan una perspectiva fascinante. Al pie de la ladera verás una especie de pozo o represa que en verano está poblada de jóvenes amantes del agua pura y fría; y en el tramo intermedio del río, singulares rocas lisas te permiten tomar el sol con tranquilidad… como tú quieras. Los molinos rehabilitados ascienden por la margen derecha del monte. Hay una media docena, todo un referente para quienes gustan de la etnografía.

PARQUE ARENTEIRO

O Carballiño goza de una especial atmósfera húmeda. Su río, el Arenteiro, juguetón y saltarín frente al viejo Balneario, te invita a seguir su trayecto hasta el Parque. Caminar persiguiendo los pasos del agua es un placer que ya sintieron aquí los romanos, a donde llegaron atraídos por la antigua Partovia, ciudad termal. El agua del río, pura y saludable, es quien remueve el paisaje. El gran parque está poblado de árboles de impredecible edad. Esta es la gran estética de O Carballiño… La postal de un espacio que se llenará de pulpo cuando aquí aprieten los calores de agosto.

Todo el mundo se pregunta por qué el pulpo es más exquisito en esta zona que en la costa y tiene su explicación: era el tributo que pagaban las gentes de mar al Priorato de Marín, también del Císter y dependiente de Oseira. En la costa no se le daba aprecio por la existencia de otras exquisiteces marinas, pero en el interior era en el Medioevo el único sabor a mar que aquí llegaba. Con el paso del tiempo, Carballiño se convirtió en la “capital del pulpo” y su Fiesta es desde hace años de Interés Turístico. Por aquí se sigue diciendo con orgullo aquello de… “Para pulpo, pan e viño… ¡Carballiño!

Pero, a lo que íbamos tú y yo. El rio Arenteiro rodea Carballiño con su cinturón verde y frondoso: un parque inmenso, construido hace más de un siglo, protegió este bosque de ribera de la expansión urbana y hoy es su pulmón.  En las orillas del río se construyeron el balneario, un parque etnográfico y una de las rutas senderistas más concurridas de Ourense discurre por sus márgenes.

La senda del Arenteiro arranca en este parque centenario repoblado con árboles autóctonos y exóticos; y pasear por ella es la mejor forma de conocer las parroquias, los paisajes y la naturaleza de esta comarca ourensana.

La ruta pasa por la piscifactoría, criadero de las truchas que se sueltan cada primavera en los cotos intensivos de pesca. A pocos metros de la piscifactoría comienza el espectáculo. El Arenteiro se abre paso por un estrecho saltando caneiros y formando pozas. Este es uno de los tramos más visitados del río. Las pasarelas de madera permiten salvar la parte más revoltosa; suben y bajan durante un kilómetro por sus escarpadas orillas.

Alrededor de la Piedra de los Enamorados se creó un área recreativa, un camping y un ecomuseo. Es el parque etnográfico del Arenteiro con sus molinos recuperados, entre los que destaca el Muíño do Anxo.

La senda del Arenteiro combina durante 14 kilómetros los paisajes vinícolas con la mejor arquitectura románica y nos lleva por los bosques de ribera mejor conservados de esta comarca.           

El río aún pasa bajo el puente medieval de Ponterriza, en uso pese a ser de los tiempos de los caballeros de Malta. Ponterriza es también una aldea muy singular de casas con patín.

El río Arenteiro excava más abajo un profundo cañón. Es uno de los tramos más fragosos. Sobre un barranco está la parroquia de Cabanelas con sus cuatro barrios: Cimadevila, Quintela, Cabo de Vila y Fondo de Vila. En Cabanelas, los viñedos descienden en socalcos hasta las orillas del río Avia. Aquí ya se siente la influencia del Ribeiro.

PLAYA ARNOIA

Nos detenemos ahora en Allariz. La historia de su transformación es la de un pueblo con iniciativa que ha sabido conservar entorno y tradiciones en toda su integridad. Por ello, ha merecido premios internacionales como el Europa Nostra. Es un magnífico ejemplo de cómo se debe llevar a cabo la planificación urbanística cuando está en juego un rico patrimonio etnográfico, cultural y natural.

Gracias a ese trabajo, Allariz es hoy una villa atractiva, monumental, con una buena oferta hotelera y gastronómica.  Pero su elemento esencial, a mi entender, es el maravilloso parque fluvial del río Arnoia, en el que yo nadaba cuando mis primos me invitaban a disfrutar de aquellos veranos de los sesenta. 

El Arnoia nace en San Mamede, la sierra próxima, para bañar las tierras de Molgas y las de Ambía, antes de penetrar en la Ziralla bajo un hermoso puente medieval. Cuando lo supera ocupa aquí el espacio de A Cierrica y baja por en medio de frondosas ribeiras, donde crecen los típicos alisos, el árbol que nos regala madera de gaita.

La Cierrica es playa fluvial en verano, aunque frente al río hay también piscinas municipales. Entre la playa y la cascada, se puede dar un agradable paseo en barca para conocer otras perspectivas del río y la Alameda del Arnado.

Antes de seguir su curso, en su margen derecha reviven las tradiciones: el Museo Etnogtráfico nos recuerda el costumbrismo y los trabajos de otra época, en la que Allariz era la villa del cuero.

El río deja la villa porque quiere seguir su curso, de molino en molino. Se pierde en el bosque mágico de sus ribeiras para procurar las tierras de Celanova y más adelante las de Arnoia, municipio que tomó su nombre. Aquí se entrega mansamente al Miño tras crear una isla-parque de ensueño.

EL RIO DE ORO

En las orillas del Sil más próximo a la Ribeira Sagrada se asienta Quiroga, la puerta del Courel de Novoneyra y la villa del oro en tiempos del imperio romano. Las aldeas cercanas son su paisaje más vivo a pesar de la dureza de la montaña; te resultará agradable sentir el viento de la cumbre frente a la devesa, en la vieja casa recuperada.

Montefurado es otra cosa. Un testigo del ingenio y de la codicia romana que logró desviar el curso del Sil. Hoy no hay oro, pero sí te encontrarás con buscadores que hacen deporte imitando a los esclavos de Roma. Como curiosidad te diré que en Quiroga se cosecha el mejor y más caro aceite del mundo. Su producción no es rentable y yo creo que se trata más bien de una simple anécdota etnográfica.

Pero subamos al monte próximo para encontrar el plano cenital de la villa y su entorno. Fíjate como se percibe enseguida como el Sil fue el creador de su espacio perfecto.

En realidad, te he traído aquí para que viajes conmigo, primero en catamarán y luego en tren, en uno de esos de los de antes; por la ventanilla te podrás recrear en las múltiples variaciones que te ofrece el agua vibrátil de un río tan famoso.   

Estamos a bordo; fíjate antes de nada como el río Lor abastece de agua del Courel al Sil, el gran río. Sigue navegando para pasar bajo un montón de puentes y viaductos de la modernidad y respira profundo en este entorno playero de A Cubela, hoy desierto porque aún no llegaron los calores de junio.

Ves. Esta es la estación de San Clodio donde nos subimos al viejo tren. Al ritmo de su traqueteo te invito a emborracharte de paisajes diferentes en busca de un lago.  Es el de San Martiño, espejo de A Rúa y de Petín. Para mí, la gran postal de la populosa comarca de Valdeorras.

Este es un paisaje humanizado con magníficos y frondosos bosques de ribera nacidos para armonizar el curso del río.

LA ALAMEDA FLUVIAL

Caldas de Reis tiene realengo concedido por Felipe II y es villa termal desde que los romanos llamaron a Galicia Gallaecia. Residencial y urbana, su esencia es rural. Aunque merece el título de Villa Jardín por su Alameda, que mantiene vivos un buen número de carballos centenarios. A ella se accede desde su vía principal por un jardín lleno de curiosidades y alguna planta de gran valor. Por Caldas de Reis pasa el río Umia, que es consustancial con su paisaje. No se concibe la villa sin el río. Y es el Umia quien nos proporciona aquí los más bellos espacios naturales.

Hay que seguir el río desde la fervenza de Segade, un paraje insólito poco frecuentado por los visitantes. Y descender tramo a tramo, siguiendo la música del agua cuando baja rápida, hasta llegar a ese lugar donde se calma el río.

En Caldas de Reis hemos de utilizar los nuevos paseos para admirar un paisaje único, el espejo de la hermosura vegetal.

Las ribeiras del Umia, ya en Caldas, son un gran espacio para la vida natural.  Esta es la esplendorosa maravilla de los espejos de agua…

Xerardo Rodríguez