EDICIÓN 611
OJALÁ 2025 VENGA EN SON DE PAZ
Al 2025 le daremos la bienvenida si nos promete venir en son de paz, que el año que se fue nos dejó hartos de guerras y desgracias mil. Es que, a estas nuestras edades, hombres y mujeres no estamos dispuestos a soportar más locuras cometidas por políticos malvados capaces de asesinar a miles de niños. Tampoco nos es fácil contener las lágrimas cuando la Naturaleza castiga a la buena gente y les deja en la ruina. Lo mismo que cuando el periódico te cuenta como otro salvaje acabó con la vida de su exmujer. También te digo que en 2024 contabilizamos la riqueza, otra vez, en manos de unos pocos… mientras otros muchos pisaban el umbral de la pobreza. Para colmo, los mares se convirtieron en el cementerio de mis negritos, un año más.
Con tal resumen, al 2025 hemos de pedirle que destruya las bombas, que convenza a los incrédulos de que se puede contener el cambio climático, que aparte a los malos de las mujeres, que reparta la riqueza entre todos los habitantes del planeta y que evite tanta muerte en esos cayucos que se van a pique.
El 2025, a pesar de Trump y de sus socios, ha de despertar la conciencia de los buenos para que siembren la generosidad en nuestro mundo. Entonces, le daremos la bienvenida. Si nos trae las mismas maldades que el año que se fue, mejor, a partir de ahora, retrocedamos en el calendario del progreso y la tecnología. Es preferible volver al pasado de la ignorancia.
ESTE AÑO SUBIRÁ TODO
En este 2025 tendrás que prepararte para contener el gasto corriente porque una vez entrado el nuevo año ya ha subido todo. Desde los alimentos a las energías, desde los combustibles hasta los peajes de la autopista y el transporte público, pero sobre todo la vivienda, que ha pasado a ser el gran problema social. Suben los sueldos sí y las pensiones también, pero la revalorización de los salarios no es suficiente para afrontar el gasto mínimo de los hogares y esta cuesta de enero es demasiado empinada para quienes vivimos de un sueldo. Es decir, que el refrán sigue vigente: año nuevo, putada nueva.
He aquí algunos ejemplos:
Viajar de A Coruña a Vigo por autopista cuesta ya 20 euros y de Tui a Ferrol, 27. La cesta de la compra subió un cuatro por ciento porque vuelve el IVA a estar vigente en pan, queso, huevos, leche, fruta y verdura, entre otros. Los impuestos municipales, el IBI y el IAE subieron también un 4%. La luz un 13%. Continúa la tendencia alcista de la vivienda que el año pasado subió ya un cuarenta. Fibra, móvil y televisión de pago subirá un 3%…
En fin, mi gente, que de este año no pasamos: nos vamos al tacho.
LOS REYES NO SON MAGOS
Felipe y Letizia, esta vez junto a Leonor y Sofía, volvieron a Paiporta antes de la Nochebuena para empatizar con aquellas gentes que, víctimas de la riada mas grande que recordamos en España, les tiraron barro a la cara indignados por la mala gestión de la catástrofe. Me gustó la reacción solidaria de los Reyes, pero estos nuestros no son magos como los de Oriente y según se ve poco hacen o pueden hacer porque, a mas de dos meses de la Dana de Valencia, los afectados siguen sin recibir la ayuda prometida, las subvenciones que les permitan rehacer sus vidas; porque los políticos de uno y otro signo están muy ocupados en tirarse el lodo los unos a los otros. Y digo yo…
Felipe VI es el jefe del Estado; es decir, el único que tiene mando en plaza sobre todas las tribus que sientan sus reales en los palacios y en los parlamentos. ¿Cómo es que no tiene poder para acallar las voces de los reptiles, para obligar a dimitir al responsable de que los avisos no llegaran a tiempo y para que ahora tampoco llegue el socorro prometido?
Si el Rey Felipe VI no puede hacer nada por esta gente de Valencia y por la de otras zonas destruidas, digámosle a la cara que ni es jefe ni es rey de nada, es simplemente un preso de los mal llamados demócratas y España no le necesita para nada.
Así pues, que se vayan todos los que tengan que irse a ver si vienen otros con generosidad y ganas para que los pueblos de Valencia afectados por la Dana puedan recuperar su normalidad perdida.
POR CUATRO GALLINAS
Entre ambos tenían una “leiriña” y un gallinero con cuatro gallinas, pero se conoce que las propiedades no fueron suficientes para mantener viva la llama del amor porque decidieron separarse. Ella se fue y él no podía vivir allí sin ella; así que leiriña y gallinero quedaron abandonados… hasta que a él se le ocurrió acudir a salvar a aquellas cuatro gallinas que estaban medio muertas de hambre.
¡Hay que ver cómo somos! Ella, aconsejada por algún chupatintas, denunció a su ex por el robo de las gallinas y el asunto terminó en la Audiencia Provincial.
El Tribunal absolvió al joven porque la denuncia no tenía sentido… y eran bienes comunes. Esto ocurrió en las inmediaciones de Pontevedra, capital culta y tranquila, romántica, para pasear… Eso sí, parece que hay muchos abogados con poco trabajo.
NIÑOS POR SENDEROS DE VIEJOS

Ayer tarde me he cruzado con un montón de niños por los senderos de viejos. Querían saludar al frío, como yo, pero no hablaban del tiempo. Traían con ellos conversaciones de veinteañeros, sus ejemplos. Sexo, drogas y rock and roll. Nada nuevo en el horizonte perdido.
Estos niños de Instituto han olvidado el norte porque tal vez nunca hubo una persona decente que se lo enseñase. Ni en las aulas, ni en su casa, ni en casa de sus abuelos. Unos por la LOMLOE, otros por las prisas y los demás por comodidad.
O no.
A lo peor es que, simplemente, ellos aprenden todo de sus ejemplos. Es posible que ellos mismos descubrieran demasiado deprisa esas historias que les parecen de adultos; puede incluso que lo hicieran de la mano de sus ídolos, prematuramente muertos con los ojos desorbitados. O tal vez todo es culpa de un pernicioso chateo… que no cesa ni en sueños.
El caso es que ahora se venden pocas muñecas para jugar a princesas y los niños persiguen el mar en un vaso lleno de vodka. Algo habremos hecho mal para que nuestro futuro generacional se ahogue bebiendo a morro por una botella, en una esquina del parque.
Con estas cosas que pasan, la muerte de una niña por coma etílico, no me extraña que hasta al viejo pruno de la alameda le salgan espinas.
Xerardo Rodríguez