EL PULPO, UN PRODUCTO DE ESPECULACIÓN
SU PRECIO ESTÁ POR LAS NUBES
Por Eugenio Eiroa, director de RBTribuna
La cosa no pinta nada bien. Va a ser un verano muy complicado. Unos porque no les queda más remedio; otros porque un poco golfillos, a la hora de subir los precios, sí que son. Al final, el consumidor es el que acaba pagando el pato, perdón, el pulpo.
Dicho de otro modo: el pulpo está en el agua del mar; mares de Galicia (que solamente aportan el 20% de lo que se consume en territorio galaico), de Canarias, de Marruecos, de Mauritania, de México (aunque este pulpo algo más «dulzón» no es del gusto de los gallegos -especialmente- y portugueses, que son los mayores admiradores del cefalópodo en la mesa…
El pulpo está en los mares; el pescador lo captura; lo lleva a lonja, lo lleva a puerto; entra la comercialización a escena… Y entre lo que el pescador se lleva y lo que el comercializador pide por cada pieza hay un trayecto de ¡manda carallo! (ya me entiendes).
O sea… cada dos por tres va para arriba el precio como un sputnik de aquellos de la época de Nikita Khrushchev. Luego pasa del comercializador (vamos a llamarle intermediario, mejor, que lo otro queda demasiado fino) al supermercado, al hipermercado, o a las tiendas de Manoliño o de Joaozinho -que también tienen derecho a vender finalmente el pulpo y ganarse sus euros-.
Llega el bicho al consumidor, compra y… ¡zas!: un latigazo en el bolsillo, te arrancan los billetes todos estos tipos juntos que han participado en el proceso…
Y si en vez de comprarlo tú, prefieres que la pulpeira, el pulpeiro de Cea o de Vilardebós, te lo ponga en una mesa de romería -o del bar de Crescencio el de As Neves-, entonces ya la cosa puede ponerse muy seria; lo que se dice muy seria… bien porque el pulpo haya llegado en su precios a los cielos; bien porque quien te lo va a poner en la mesa, para que no te desmayes con el precio, opta por la fórmula del come poco y cena más poco porque la salud del cuerpo se fragua en la oficina del estómago. Es decir, no le subo el precio, pero le hago las rodajas con la tijera camino de la transparencia de delgadas que son y, además, le pongo algunas menos en el plato de madera con respecto a las que antaño le ponía.
La cosa no pinta nada bien. Me han avisado hoy los de «La Región», el periòdico de Ourense, que es la tierra donde el pulpo es más que santo y seña (los ourensanos a la hora de dormir piensan siempre en el pulpo y sus precios prohibitivos para que antes les entre el sueño). Lugo también es tierra donde San Froilán bendice el cefalópodo, pero como Ourense, Cea, etc. etc. nada de nada, qué quieres que te diga…
Solo que la cosa se ha puesto j.dida este verano, porque el pulpo marroquí y mauritano que es el que más se consume (el «gallego» no llega para casi nada, las capturas son pocas) alcanza ya en origen los 13 euros el kilo… Es pulpo importado y su textura y sabor no son mejores que el autóctono, el escaso pulpo que se captura en aguas gallegas… Pero sus precios, los del pulpo marroquino, como dirían los hermanos portugueses, no bajan. Todo lo contrario: ese pulpo importado marca ya precios por las nubes.
Los datos ya están un poco podres porque son de enero a abril de este año. Y según fuentes del Gobierno Sánchez, el cefalópodo marroquí que importó Galicia hasta el mes de abril se llegó a pagar en origen y en bruto, sin cocinar, a más de 13 euros el kilo, pero hasta 15, 16 y 17 euros llega en no pocas ocasiones… Una barbaridad porque ahora mismo, ese precio es superior a los 12,5 euros que se pagaron en una lonja gallega, el día de este verano en que se abrió la veda, por el kilo de pulpo fresco procedentes de las aguas galaicas…
De Marruecos viene el 60% del pulpo que consumimos en Galicia. El resto de nuestras necesidades se cubren con un 20% pescado en Galicia. Y el 20% restante viene más bien de Mauritania, con un poco de aguas del Caribe y un poquito de aguas de Senegal…
El resultado final es que venga de donde venga el pulpo, puesto en la mesa, sale por un ojo de la cara y parte del otro… En estos momentos la cosa está peor que nunca.
Porque no sé si lo sabes : el pulpo ha ido de año y pico a esta parte a la guerra de Ucrania… Es un decir, claro, porque hay golfos en la operación-trayecto de subida del precio que para justificar su hazaña saqueadora de los bolsillo del comensal, se justifican diciendo…
—Es que la guerra ha disparado todo, ya sabes… y el pulpo no escapa a ello.
O sea, el pulpo no escapa a Putín ni a Zelensky. Cínicos… Les faltó decir también que «antes ya había sido afectado por la Pandemia».
Lee como final y postre tras esta empanada de precios, esto que pongo en este párrafo y que es de «La Región» y convéncete… el pulpo ya solamente es para comerlo muy de vez en cuando, o casi nunca, o solo para ricos… porque “Lo que sí se sabe es que los precios anteriores a la pandemia de 6 o 7 euros… eso nunca va a volver”.
Según el análisis del periòdico ourensano, la situación continúa apurando al sector, que se ve forzado a hinchar los precios para poder asumir los costes. La elevada demanda que atrae el cefalópodo no se ajusta a la oferta, de acuerdo con fuentes del ámbito de los congelados. Manel Lago, gerente de la distribuidora Galipulpo, afirma que “hay muy poca cuota en Marruecos”, por lo que “los precios, en principio, no van a variar”. Los precios oscilan entre los 15 y 18 euros el kilo, dependiendo del tamaño y la calidad. Y no se ve la luz del túnel. “Lo que sí se sabe es que los precios anteriores a la pandemia de 6 o 7 euros… eso nunca va a volver”, valora Lago.
Menos mal que queda alguien por ahí que llama a las cosas por su nombre, ¡carajo!. Ya era hora…
Roberto Pereira es el presidente de la Asociación de Pulpeiros de O Carballiño-Arcos, y te lo dice muy claro : “polbo hai moito, pero dende hai uns anos é un artigo máis de especulación que de consumo debido á forte demanda que ten… levámolo dicindo os últimos dez anos, e en ningún ano ninguén quedou sen polbo”.
Los llamados pulpeiros, a los que les llega a sus manos la materia prima ya a precios carísimos, no saben realmente que hacer: o subir el precio de la ración o absorber el coste. “Aquí en Ourense mantense a 10 euros polo de sempre: Ourense é o berce do polbo. Intentamos manter esa liña porque hai pulpeiros que teñen o posto de hai 40 anos, teñen unha clientela fixa e é a última á que llo suben…Pero non é así en todos los puntos de Galicia. Na zona de Lugo, Parga e Pontevedra, a maioría xa está cobrando 11 e incluso 12…»
Y se queda corto el amigo Roberto Pereira, porque eso será en un tenderete de los pulpeiros que el preside. Porque si lo pides en un restaurante… no veas tu el precio que pone la carta para el pulpo aunque sea un restaurante de medio pelo o la fonda de la Bernarda.
Y en Portugal pasa ya tres cuartos de lo mismo. «Panadinhos de polvo», «polvo ao forno», «polvo na grelha com batata à murro»… todo eso son lujos, imposibles para muchos de los comensales que a una mesa llegan, salvo que sea un día especial de celebración.
El ascenso del precio del pulpo en los últimos años ha sido meteórico. Hace una década, comprado en orígen, el precio en bruto-sin elaborar- rondaba los seis o siete euros. Desde entonces ha ido llegando a las nubes. Se anuncia en agosto un nuevo incremento; eso es más probable que una bajada. La ración luego en las mesas se paga con precios de locura… Como locura es ver en una pescadería un pulpo con precios de entre 18 y 21 euros el kilo. Pero esto último es ya frecuente en los tiempos que corren…
No hay duda, el pulpo que se puede comprar viene ya con uniforme de la guerra de Ucrania y bombas de racimo para arrasar nuestros bolsillos. Porque en la tienda de la esquina, en la tienda de la Bernarda, el consumidor final puede hacerse con un kilo de pulpo nunca por menos de 15-16 euros -si hay alguna oferta- y por lo general más bien cerca de los 20 euros, aproximadamente.
Luego se quejan los de las tiendas de congelados que dicen que «algo se va vendiendo, pero la verdad es que no se vende como se vendía antes; la gente lo ve caro… pero no podemos venderlo a otro precio porque a nosotros ya nos llega muy caro”, dice un tendero de Verín, al que preguntamos :
—¿Volverá el pulpo algún día a los 10-12 euros el kilo?
—Eso es tan imposible como hacer factible un día el célebre sueño de «la entrada de los cojos en Betanzos»
—Pues habrá que pedir al alcalde de Betanzos que, el día de apertura de las Fiestas, desde el balcón municipal, diga otra con fuerza aquello de : ¡Betanceiros : ¿qué queredes?!.
Y probablemente, la multitud, en vez de gritar…
—¡Que suba o pan e que baixe o vinho!
Acaben gritando :
—¡Que baixe o polbo, que xa estamos fartos deste roubo…!