ESTE ES EL EDÉN
Las cumbres de vértigo se contraponen a ese mar bravo capaz de lograr que las rocas milenarias del litoral bailen su vals de las olas. La tierra es policromática. Mil colores de primavera te acompañarán según te adentres en la fraga bonita o en el souto magnífico; o desciendas hasta esos valles fértiles que huelen a terrón. En el trayecto del peregrino te saldrá al paso la aldea del abuelo y todo lo que nos traslada a la niñez olvidada, incluso la románica capilla que domina el altiplano y también ese cruceiro que aparece en cada cruce de las viejas corredoiras.
Yo amo Lugo. Su paisaje y su gente. Sus inviernos de nieve en las sierras y sus cálidos veranos de playa. Sus primaveras de flores en la campa y sus otoños de hojas secas ocres y amarillas. Su lluvia, germinadora de la belleza del agua. Su sol, la sal de la vida natural. Su Luna, la de las noches de los cielos estrellados… Lugo, la provincia entera, es ese edén admirable que enamora a las personas sensibles que mejor entienden la Naturaleza viva.
Aquella noche me tocaba presentar “Galicia de Noite” en Radio Popular de Lugo; me hablaron con entusiasmo del Courel, de Ancares, de la Ribeira, de la Terra Chá, de los mitos de las fuentes del Miño… de ese territorio que entonces pocos conocían. El de la tradicional incomunicación por la que se iba su mejor gente; esa gente que además huía porque dominaba la provincia, me contaron, un reducto de caciques que mantenían vivos los viejos métodos dictatoriales de los cuarenta últimos años. Uno de los que me habló con más pasión de su Lugo fue sin duda un sabio anciano venerable cuya obra conocí luego como el gran tesoro literario de las crónicas viajeras. Se llamaba Ánxel Fole y le agradezco infinitamente aquella lección magistral sobre la realidad de aquella provincia que a partir de ya… me propuse recorrer. Si mal no recuerdo, creo que era el año 1975…
En el año veinticinco del tercer milenio es obvio que cambiaron muchas cosas; pero aquellos días que me tomé de esquina en esquina haciendo radio a gusto, esa que se hace cuando te acompaña buena gente; aquellos días, te decía, forman parte de mi vida más intensa. ¿Sabes por qué? Por algo muy sencillo: tuve la oportunidad de conocer realmente a mi pueblo. Y llegué a la conclusión de que el bardo Pondal no le había llamado “bó e xeneroso” en nuestro himno de forma banal. Hoy se me ocurre repetir contigo el mismo viaje aquel que duró cinco días y cinco noches, suficientes para tomar un buen aperitivo del mismísimo edén gallego.
Si la ciudad es toda ella un monumento, la provincia de Lugo ofrece cuanto te apetezca. Pero sobre todo una naturaleza viva, su mejor oferta para el ocio. El norte es Cantábrico, mar que se deshace en la playa inmensa y que esculpe mil formas en el acantilado. Mar para perderse en su infinita contemplación, desde un castro o desde el más agradable paseo construido por el hombre.
El Oriente es media montaña: devesas del Courel y bosques de Ancares, fragas de carballos con líquenes multiformes y soutos de castaños centenarios. Aldeas de pizarra y pallozas de la era prerromana.
El Sur de Lugo es, sobre todo, ríos y vino… Miño y Sil… Amandi tinto y tinto Ribeira Sacra… La Ribeira es sagrada por obra y gracia de los monjes que habitaron sus monasterios… Y por el románico que aún se conserva en sus iglesias.
Por el oeste Lugo es tierra llana… de poetas y bardos capaces de convertir el infierno en un cuento de hadas. Un paisaje cargado de encantos allá donde la lluvia crea lagunas y los ríos –otra vez el Miño- son reserva de la biosfera…
Y Lugo, la oriental provincia de la Gallaecia, es tres veces Camino de Santiago…
Camino primitivo que atraviesa las fonsagradinas tierras desde la Asturias de bosque y agua… Camino del Norte, por el que llegan marinos o caminantes que gustan de hacerlo por la frontera marítima del Cantábrico… Y es Camino Francés, el del Libro Sagrado y el de Dante, el de Goethe, el de Lorca, el de Coelho… Tres caminos que son historia y leyenda al mismo tiempo, pero sobre todo rutas para no dejar de soñar.
Como te decía, el edén existe y se llama Lugo… Piérdete por su provincia y conoce a “os bós e xenerosos”, que ya están por aquí de nuevo. Parte del lamento ha cicatrizado y del olvido resurgieron algunas aldeas. La vieja corredoira es ahora ancha y asfaltada, aunque sigue prevaleciendo el verde sobre el otro verde de los prados y las campas. Entre las pocas casas hay una plaza con cruceiro para hacernos sentir el placer del ayer disfrutando de los sabores de lo auténtico. Además, todo esto está próximo a la ciudad romana… Lo hallarás al otro lado de cada curva de asfalto…
Xerardo Rodríguez