galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

GHISLAINE LACTOT, CONTRA “LA MAFIA MÉDICA”.

       Mónica Quevedo, mi feisbuquiana amiga e ilustre psicóloga de la Córdoba argentina, que es experta en la espiritualidad del ser humano y en holística, me ha descubierto al personaje de esta semana. Y para abundar en su importancia me ha remitido un diálogo que Victor M. Amela ha mantenido  con la ex doctora  Ghislaine Lactot, que, según dice, ha dejado de ejercer la medicina para convencernos de sus teorías, las que manifiesta en su libro “La Mafia Médica”.

        Para empezar, nos dice Ghislaine:

        —  Nací en Montreal,Canadá. Fui médico y hoy soy médico del alma. Me he divorciado dos veces y tengo cuatro hijos de 37 a 28 años, y cuatro nietos. ¿Política? ¡Soberanía individual! Cree en ti: eres divino y lo has olvidado. La medicina actual fomenta la enfermedad, no la salud.

        El diálogo con Víctor, transcurre así: 

       —  Estoy griposo, ¿qué me receta?

        —  Nada.

        —  ¿Ni un Frenadol?

        —  ¿Para qué? ¿Para tapar síntomas? No. ¡Atienda a sus síntomas, escúchese! Y su alma le dará la receta.

        —  Pero, ¿me meto en la cama o no?

        —  Pregúnteselo usted mismo, y haga lo que crea que le conviene más. ¡Crea en usted!

        — ¡A los virus les da igual lo que yo crea!

         —  Ah, ya veo, elige usted el papel de víctima. Su actitud es: “He pillado una gripe. Soy víctima de un virus. ¡Necesito medicinas!”. Pues sí, como todos…Pues allá usted… Mi actitud sería: “Me he regalado una gripe. ¡Soy la única responsable! Debo cuidarme un poco”. Y me metería en cama, reposaría, me relajaría, meditaría en cómo me he maltratado últimamente

       —  ¿Se ha “regalado” una gripe, dice?

       —  Sí.  Tu enfermedad viene de ti, no viene de fuera. La enfermedad es un regalo que tú te haces para encontrarte contigo mismo.

      —  Pero nadie desea una enfermedad…

      —  Tu enfermedad refleja una desarmonía interior, en tu alma. Tu enfermedad es tu aliada, te señala que mires en tu alma, a ver qué te sucede. ¡Dale las gracias: te brinda la ocasión de hacer las paces contigo mismo!

       —   Quizá sea más práctica una pastillita…

       —   ¿Hacer la guerra a la enfermedad? Eso propone la medicina actual, y las guerras matan, traen siempre muertes.

       —   No me dirá ahora que la medicina mata…

       —   ¡Un tercio de las personas hospitalizadas lo son por efectos medicamentosos! En Estados Unidos, 700.000 personas mueren al año a causa de efectos secundarios de medicamentos y de tratamientos hospitalarios.

      —   Morirían igual sin medicamentos, oiga.

       —   No. No si cambiamos el enfoque: la medicina actual ha olvidado la salud. ¡Es una medicina de enfermedad y de muerte! No es una medicina de salud y de vida.

       —   ¿Medicina de enfermedad? Acláremelo…

       —   En la antigua China, un acupuntor era despedido si su paciente enfermaba. O sea… ¡El médico cuidaba de la salud! ¿Ve? Toda nuestra medicina es, pues, el fracaso total.

       —  Prefiere medicinas alternativas, pues…

       — Respetan más el organismo que la medicina industrial, desde luego: La homeopatía será la medicina del siglo XXI! Acupuntura, fitoterapia, reflexoterapia, masoterapia…La práctica del yoga… La meditación… Son más baratas… y menos peligrosas.

       —  Pero no te salvan de un cáncer.

       —  ¡Dígale eso a la medicina convencional! ¿Te salva ella de un cáncer?

       —  Puede hacerlo, sí.

      — Lo que hará seguro es envenenarte con cócteles químicos, quemarte con radiaciones, mutilarte con extirpaciones… ¡Y, encima, cada día aparecen más cánceres! ¿Por qué? Porque la gente vive olvidando su alma (que es divina): la paz de tu alma será tu salud, porque tu cuerpo es el reflejo material de tu alma. Si te reencuentras con tu alma, si la pacificas…, ¡no habrá cáncer!

       —  Palabras bonitas, pero si un hijo suyo tuviese un cáncer, ¿qué haría usted?
       —  Alimentaría su fe en sí mismo: eso fortalece el sistema inmunitario, lo que aleja al cáncer. ¡El miedo es el peor enemigo! El miedo mina tus autodefensas. ¡Nada de miedo, nada de sumisión al cáncer! Tranquilidad, convicción, delicadeza, terapias suaves…

       —  Perdone, pero lo más sensato es acudir a un oncólogo, a un médico especialista.
     —  La medicina convencional debiera ser sólo un último recurso, y muy extremo… Y si tu alma está en paz, eso jamás te hará falta.

      — Bien, pues tengamos el alma pacificada… pero, por si acaso, pongámonos vacunas.

      — ¡No! Las fabrican con células ováricas de hámster cancerizadas para multiplicarlas y cultivarlas en un suero de ternera estabilizado con aluminio (eso la de la hepatitis B, con su virus): ¿Inyectaría usted eso a sus hijos?

     —   Les he hecho inyectar ya varias…

      —  Y yo a los míos: fui médico, y por entonces no sabía aún todo lo que hoy sé… ¡Pero hoy mis hijos no vacunan ya a sus hijos!

     —  Yo creo que seguiré vacunándolos…

     —  ¿Por qué? La medicina actual mata moscas a martillazos: no siempre muere la mosca, pero siempre rompe la mesa de cristal. Son tantos los dañinos efectos secundarios…

     —  ¿Por qué abominó usted de la medicina?

      —  Yo me hice médico para ayudar. Me dediqué a la flebología, a las varices. Llegué a tener varias clínicas. Pero fui dándome cuenta del poder mafioso de la industria médica, que atenta contra nuestra salud. ¡Que vive a costa de que estemos enfermos! Lo denuncié… y me echaron del Colegio de Médicos.

      —  O sea, ya no puede usted recetar…

     —   ¡Mejor! Los medicamentos están fabricados pensando en la lógica industrial del máximo beneficio económico, y no pensando en nuestra salud. Al revés: si estamos enfermos, ¡la mafia médica sigue ganando dinero!

     —  ¿Y a quiénes tilda de “mafia médica”?

    —  A la Organización Mundial de la Salud (OMS), a las multinacionales farmacéuticas que la financian, a los gobiernos obedientes, a hospitales y a médicos (muchos por ignorancia)… ¿Y qué hay detrás? ¡El dinero!

    —  No escoge usted enemigos pequeños…

    —   Lo sé, pero si me hubiera callado, hubiese enfermado y hoy estaría ya muerta.
    —  ¿Cuál ha sido su última enfermedad?

    —  Hace dos días, ja, ja… ¡una diarrea!

    —  Vaya: ¿qué reflejaba eso en su alma?

    —  Oh, no sé, no lo he analizado… Me he limitado a no comer… ¡Y ya me siento bien!

   —   Pero se pasa mal, ¿Eh…?

   —  Ja, ja… Si la enfermedad te visita, ¡acógela, abrázala! ¡Haz la paz con ella! No salgas corriendo como loco en busca de un médico, de un salvador… Tu salvador vive dentro de ti. Tu salvador eres tú. ¡Tú eres dios!

  

    Tengo varios amigos médicos y homeópatas al mismo tiempo. Y también gente que posee poderes especiales para la aplicación de la medicina natural, es decir, los remedios de la abuela.  Otros, los más, solo son médicos. No todos estarían de acuerdo con  Ghislaine Lactot.

    En esta Galicia donde abundan las y los menciñeiros… quizás haya mucha gente que piense como la ex doctora canadiense, que me parece un personaje único.

    En la proximidad de la senectud, yo seguiré tomando pastillas si me las receta mi amigo y médico Sergio Cinza.