IN MEMORIAM: LEO BEENHAKKER
Por Eugenio Eiroa
Llegó la noticia de la muerte de Leo Beenhakker. Y siendo así, me fui a dormir muy triste porque guardo de este hombre un recuerdo inmejorable, pese a lo puntual y poco que le traté.
Era verano, entonces -además de otras ocupaciones periodísticas- este que escribe era corresponsal en Galicia de «El Periódico de Catalunya». Estos me pidieron un reportaje de texto con fotos con el Real Madrid concentrado en la estación invernal de Cabeza de Manzaneda en aquellos días de la pretemporada, en la segunda mitad de la década de los 80, en los tiempos del Madrid de Ramón Mendoza.
Subí a Manzaneda. Temeroso de que poca cosa pudiese hacer, porque sabidas son las restricciones que «los grandes» aplican, especialmente si «huelen» que el periodista es «de provincias». Era temprano, aún no calentaba el sol: Beenhakker estaba a la puerta del edificio que hacía las veces de restaurante en el complejo de la alta sierra ourensana. Esperaba que sus jugadores bajasen de las habitaciones de los edificios de apartamentos, para juntos ir a desayunar.
Me acerqué a el… le dije :
—Buenos días, señor Beenhakker. Me llamo fulano de tal, soy periodista, corresponsal de El Periódico de Catalunya en Galicia y quería…
—Buenos días, que es periodista ya me lo imagino, le veo con mochila, libreta en la mano y una máquina fotográfica colgando del cuello, no es Carnaval, no creo que vaya usted disfrazado… Su nombre y su periódico no lo sabía; en todo caso, encantado de conocerle…
Eso me dijo en tono de broma y sonriente, mientras me extendía su mano y acababa por estrechar la mía.
—Es que mire usted: yo tengo el encargo de los de El Periódico de hacer…
—Un reportaje titulado «un día con el Real Madrid en las altas montañas de Galicia»…
Y siguió sonriendo y en el bromista tono con que había comenzado el día. Cortándome ahí mismo, enseguida me dijo:
—Vamos a ver: ¿a qué hora se ha levantado usted, imagino que de madrugada para llegar hasta aquí?
—Pues sí, he venido desde Vigo…
—Muy bien: usted me va a dejar ahora que yo entre con el delegado y mis jugadores y equipo técnico al salón comedor este. En cuanto ellos comiencen a desayunar, yo me voy allí, al fondo, donde va usted ahora mismo a desayunar también. Y allí, sentados, en unos minutos, planificamos su reportaje: ¿le parece bien?
«Obedecí». Me fui al fondo de aquel salón grande, Pedí un café con leche grande y un bollo y… cuando lo estaba terminando, llega y se sienta a mi lado Beenhakker. Le dije…
—Vamos a ver: yo soy periodista de Prensa escrita, de Radio también… pero lo de hacer fotos, aunque esta Yashica y esta Contax su teleobjetivo son realmente buenos, la verdad es que no paso de ser un gran aficionado a la fotografía… por lo que le pediría que pueda hacer al menos algunas fotos con una cierta quietud en los individuos…
—Le entiendo, le entiendo perfectamente… por ello vamos a hacer lo siguiente: usted tiene autorización para andar detrás de nosotros allá donde nosotros vayamos en este día de entrenamientos, paseos y descanso… esto en zonas públicas, digamos: campo, monte, pinares, restaurante… menos habitaciones, todo. Usted ahí se las apaña: si le salen movidas las fotos, es su problema. Ahora bien: antes de comenzar el entrenamiento de esta mañana, ahí, en el campo, delante de la portería, voy a mandar a los tres porteros que estén quietos, con la pelota en la mano y sonrientes… y acto seguido, voy a mandar a todo el plantel que se ponga -unos agachados y otros de pie- en grupo, conmigo, con el delegado en medio… quietos hasta que usted nos diga que ya sacó las fotos suficientes. Eso ahora, cuando comencemos a entrenar. Luego, por la tarde, tres cuartos de hora antes del entrenamiento de la tarde, en el restaurante, usted me va a fotografiar así, quieto, a mi… me saca las fotos que quiera y… dispone además de media hora para entrevistarme. Terminada esa media hora conmigo, vendrá al mismo sitio el portero Paco Buyo, que es gallego como usted, para que usted le haga unas fotos también quieto y durante unos minutos -no más de 15- usted le pueda entrevistar si quiere.
«Esto es el Real Madrid»
—Hombre, muy agradecido, no me esperaba tanto… muchas gracias, de verdad…
—No tiene por qué darme las gracias: no olvide que “esto es el Real Madrid”. Y le digo más: mientras entrenamos, o en el tiempo que hacemos «footing» a través de los pinares próximos, el delegado va a estar a su disposición para que usted le pregunte y él le cuente, cómo es el día a día del equipo, a qué horas se levantan, a qué horas se duermen, qué comen, etc. etc. Supongo que con todo esto, tendrá usted suficiente para hacer un buen reportaje para sus amigos del periódico catalán…
Y así transcurrió aquel día para mí. Beenhakker mandó que se hiciese lo que me había anunciado… hice las fotos «a balón parado» sin problema alguno, tomé otras, las que pude y como pude «en movimiento»; entrevisté a Beenhakker y a Buyo y a la caída de la tarde -tras despedirme profundamente agradecido del holandés maestro del «fútbol total»- tomé el coche y «volé» para llegar a tiempo a Labacolla, en Santiago, donde me esperaba una azafata de Iberia, para hacerse cargo de un sobre que en su interior llevaba los cuatro carretes de fotos que yo más torpemente que hábilmente había disparado en Manzaneda. Creo que era viernes medianoche ya… cuando aquello llegó a El Prat, un motorista de El Periódico lo recogió de manos de la azafata y… luego, en los laboratorios de «El Periódico de Catalunya» hicieron maravillas con las imágenes impresas en aquellos carretes Ilford (Blanco y Negro) y Kodak (Color) que eran los que yo usaba entonces.
El lunes siguiente, en aquel estupendo suplemento de Deportes -que parecía todo un periódico deportivo- que el rotativo del Grupo Z lanzaba en el primer día de la semana conjuntamente con la edición diaria… salió en dos páginas el reportaje con aquel Real Madrid de Leo Beenhakker, en las cumbres de Cabeza de Manzaneda.
Días después, envié a Beenhakker, a la sede del Real Madrid, un sobre con un par de ejemplares de lo publicado. Me contestó bastante tiempo después, abrí su sobre y en un tarjetón decía -escrito a máquina por alguien, obviamente-:
–Gracias por su envío. Ni usted, ni yo perdimos el tiempo aquel día en Manzaneda. No olvide lo que aquel día le dije: “esto es el Real Madrid”
Y debajo, sí, la firma de Leo Beenhakker. Está guardado en unas grandes cajas de cartón, pero no clasificado, como muchos otros recuerdos de una larga vida periodística. Pero lo más importante: está guardado, imborrable, en un rincón de mi memoria y de mi agradecimiento eterno. Porque en toda mi vida traté con muy pocos, poquísimos profesionales que se mostraron así de impresionantes, con esta enorme condición humana, como era Leo Beenhakker.
Le volví a ver en persona después, una o dos veces en «Balaídos» y una vez en el «Bernabeu», coincidiendo con partidos del Celta… se acordaba siempre de aquel día en Manzaneda; como yo me acuerdo siempre de este hombre que decía…
—Esto es el Real Madrid
A lo que yo añadiría, en toda justicia, algo así como…
—Este era Leo Beenhakker.
Descanse en paz. Era un gran tipo. Tal vez único.
P. S.: Durante su mandato de cuatro temporadas en el Real Madrid, Beenhakker llevó al club a 3 títulos La Liga (1986-1987, 1987-1988, 1988-1989) – 1 Copa del Rey (1989) – 2 Super Copas españolas (1988, 1989)…
Un estilo de juego vibrante era el que mostraba el Madrid de Beenhakker que estuvo así al frente de la icónica «Quinta del Buitre», mejorando una generación de oro que incluía jugadores como Emilio Butragueño, Míchel, Manolo Sanchís, Rafael Martín Vázquez o Miguel Pardeza, por ejemplo.
Con Beenhakker, el Real Madrid jugó un fútbol ofensivo, dominando la escena española con una coherencia incomparable. ¿Quién de entonces puede olvidar los momentos mágicos que brindaron estos jugadores al club y a sus aficionados?…