galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

KIRCHENERATO Y OTROS SUBURBIOS PERONISTAS

Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”.

Groucho Marx

Por Carlos Penelas

En mi infancia mis hermanos mayores y mis padres hablaban -por lo general en voz baja- de Alfredo Palacios, Nicolás Repetto, Lisandro de la Torre, Enrique Dickmann, Agustín P. Justo. Los mencionaban mirando la puerta de calle, por los pesquisas.  También escuchaba nombres como los de Ricardo Balbín y Ernesto Sammartino. Por supuesto Churchill, Adenauer, de Gaulle, Eisenhower cuando se mencionaba la Segunda Guerra Mundial. Siempre Federico García Lorca, Sarmiento, Unamuno, Lope de Vega, Cervantes, Shakespeare, Sorolla, Albéniz, Manuel Azaña, Betanzos, Galicia, Largo Caballero…

Reitero, esos nombres y otros arribaban a mis seis o siete años. También pensadores del anarquismo, libertarios, humanistas. Con los años fui viendo cómo se comportaban las religiones, el dogma, lo sectario. En nombre de grandes ideales persecuciones, cárceles, hogueras. Fui descubriendo en mi adolescencia el carácter religioso, el carácter de fe, de irracionalidad en los movimientos sociales. Ceguera, complicidades; mutaciones y mutilaciones iban de la mano. Había templos, alegorías, vaselina y cultura de fachada.  Conversos, pedófilos, milagreros y traidores.

Mi padre era un enemigo acérrimo de las dictaduras y de las demagogias. Entre otras, del peronismo. Por supuesto durante estos últimos setenta años, y un poco más, hubo de todo: gobiernos conservadores, dictaduras militares, dioses trashumantes, ineptos, incompetentes, degradados, infieles, reaccionarios, y “la mar en coche”.  Deterioro inocultable donde cada uno puso su cariátide y su balcón. Pero el peronismo es una experiencia única, como la vida de Maradona: droga, prepotencia, abyectos, tipologías, decoraciones y bataclanas. Vale la pena recordar a Juan José Sebreli cuando escribe que «siempre fueron los otros los culpables de sus errores y males, nunca él mismo, victimización bastante frecuente en la sociedad argentina«. La cita pertenece al capítulo dedicado a Maradona de su libro Comediantes y mártires.

Hay algo debemos tener claro: todos son peronistas. Grotesco, pero es así: de Perón, de Evita, de Isabelita, de López Rega, de Ubaldini, de Lorenzo Miguel, de Moyano, de Cafiero, peronistas montoneros y peronistas de las Tres A, conservadores y “revolucionarios”. De todo como en botica, cada evangelista con su versículo. Tenemos descamisados, burócratas, guevaristas, frejulistas, menemistas, duhaldistas,  lopezregistas, kircheneristas, cristinistas, villeros, obispos y vicarios, esquemáticos y ladrones. Mesiánicos todos, peronistas todos. Una dinastía, un devenir, un apotegma. Salve.

Creo que esto empieza a tener su fecha de caducidad. Ha cambiado la historia, los movimientos sociales, las ideologías. Ha cambiado la tecnología y una manera de vivir. Los jóvenes son otros, las expectativas de vida, las necesidades. Absolutamente el mundo es otro. Más aún luego de la pandemia. En los países y en estas orillas. Es difícil que ahora se hable de “idiotas útiles”, “infiltrados”, “penetración ideológica encubierta”, “sembradores del caos” “personeros de una ideología que jamás va a cuajar en nuestro pueblo”. Estas, y otras delicias, las enarbolaban los peronistas de derecha contra los “peronistas de izquierda”. Una gran borrachera en la parroquia. Extravagancias, humillaciones, marginales del hospicio. El mal, el enemigo, la antipatria está enfrente.

Hoy, caro lector, se dicen cosas similares en otro tono. Desmemoriados siempre.  Pero la corrupción escandalosa, las componendas, las moralinas son las mismas, es el sello, una suerte de trinidad canónica, un jadeo de la perplejidad.  Otra vez pactos, amagues, reclamos aterciopelados y de los otros. Ira, despropósitos, demencia, ineptitud a la vista. Es una corriente transhistórica, ronronea, pedagogías inexcusables, paternalismo de manual. Esto, entiendo, se terminó. Se terminó por el desenfado, la corrupción, la pobreza feroz, el hambre, las vacunaciones, el encierro, la desnutrición infantil, las villas miserias, los nuncios impresentables, el castrismo, el chavismo, los podemitas. Lo más corrupto de la historia convive entre nosotros. Como señalamos una y mil veces en diversas columnas, tiene su leyenda, sus relatos, sus matices, sus operaciones cesáreas. Tráfico obsceno, caballeros. Epitafios intimidatorios, chantajes.

Nuestra historia es parte de la sumisión, de la falsedad, de los titeos, las procesiones, de políticos sonrientes, de bombos, vinchas y banderas, de lo reverente, de lo acomodaticio. Tal vez sea una apelación, pero siento que es el fin de una degradación sin límite. Bingo, shopping y juego clandestino. Punguistas, bancos y plazos fijos. Corralitos y financieras. Dólar blue o dólar paralelo. Narco y genuflexiones, ortopedia y rabo entre las piernas. Hasta aquí un coqueteo sórdido, coreografías inquietantes, beneméritos compatriotas. Se terminó la plata, no hay más dinero. Imposible gobernar en el esquema populista, el oratorio ha quedado desnudo. Antecedentes y santificaciones se caen en el púlpito. Hasta aquí adulteraciones, corso, barras, gestos socarrones. Matorrales del conurbano y pensamientos afónicos. Patota y sainete, fisuras sin dignidad. Espero que cambie. No lo veré.