LA DIALÉCTICA NO REQUIERE TELEGENIA
Dicen por Madrid que la izquierda españolista salió de un plató y justifican así los nuevos modos, que sustituyeron en el Parlamento la liturgia de aquel 15M, la del cabreo, por el sentido del humor. Esto tampoco es nuevo; recuerda que en el sesenta y ocho ya nos salían paridas como aquella de “haz el amor y no la guerra”.
No cabe duda de que algunos dominan el medio televisivo. Se entrenaron para hablar en la tele mejor que en la Facultad; y si os fijáis bien, sus poses son las mismas de aquellos presentadores de antes, serios y ocurrentes, cuya popularidad les convirtió en refulgentes estrellas de la comunicación. Los realizadores de la época, como mi amigo Enrique Martí Maqueda les llamaban “los muñecos…” pero ellos se hicieron ricos, famosos e incluso alguno inolvidable.
Pero también es verdad que ninguno de los políticos clásicos sería capaz de competir en la televisión con esta gente, mitad mesiánica mitad egocéntrica, porque saben imitar muy bien a algunos de los reyes y las reinas del mambo actuales, esos y esas que tienen miles de fieles seguidores a los que les encanta la charanga. Aquellos políticos de antes y alguno de los de ahora, resultan demasiado rimbombantes y su oratoria no llegaría a la masa alienada que busca nuevo líder para un nuevo orden. Porque, con la que está cayendo, no te digo la falta que nos hace.
¿Qué quiero contarte con todo esto? Simplemente que el Parlamento ha bajado su nivel y que si te tomas la molestia de comparar discursos a través de las actas del Congreso verás que, en esa etapa que llamamos Transición, se decía lo mismo pero de una manera… más culta. Ni más ni menos.
No me malinterpretes, mi amigo. Hoy no hablo de políticas sino de dialécticas. La dialéctica es un arte que han de cuidar los políticos si no quieren que los ciudadanos se duerman en los debates… como de vez en cuando hace algún diputado.
Xerardo Rodríguez
