galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

LA MAR DE PLAYAS

El océano construye un mar de arena y el mar… un océano de rocas esculpidas por las olas. Cuando calienta el sol, océano y mar reposan sobre el lomo arenoso de la playa interminable y acarician suavemente la piedra salada para que irradie el blanco de espuma que embellece la postal. El océano es Atlántico y el mar es Cantábrico. Juntos conforman el gran paisaje marino de este país que te cuento cada semana… El del horizonte perdido en el infinito o el de la bahía bonita; el de los faros que persiguen el agua con luz propia y el del puerto de la estirpe marinera; el mar azul de la inmensidad o el verde mar que se deshace en la playa. Mar y océano protagonizan el verano. Uno lo hace encaramado a las olas que saltan sobre las rocas que emergen de la arena, mientras el otro deshace en la orilla su serenidad, procurando la fúlgida luz del atardecer que cae del cielo enrojecido.

PLAYAS SINGULARES: AL SUR O MUIÑO, AL NORTE LOIBA

Al sur, el paisaje marítimo de A Guarda, nos ofrece bellos acantilados con permanente olor a salitre en cada imperfecto rincón de esta costa, toda una sucesión de rocas gigantes y marinas, envueltas en el rumor mágico de las olas que cantan y escupen blancura de espuma al mismo tiempo. Rocas habitadas por el percebe sabroso, un tesoro que procuran hombres y mujeres valientes, habituados a saltar de piedra en piedra para huir del furor del mar.

Pero el mar de A Guarda ha creado, además, playas muy diferentes, desde pequeñas calas hasta la marítimo-fluvial de O Muiño, una de las mejores de Galicia. Aquí tienes a la derecha el Atlántico infinito que viaja desde América. A la izquierda el río Miño cuando alcanza la calma y busca el mar después de crear el más asombroso estuario. Y enfrente… el Portugal amigo. Caminha, que también tiene playa.

 La villa es encantadora por su concepción marinera. Posee buenos alojamientos y excelentes restaurantes a lo largo del paseo del puerto y en las calles próximas, que hacen gala de una excelente gastronomía, de la que la langosta es la reina. Pero no dejes de subir al Monte Tecla de noche y contemplar ese paisaje único.

Al otro lado donde los dos mares se unen, se encuentra el paisaje infinito del horizonte cantábrico que se alcanza desde la playa, a donde llegan los jóvenes jugando con las olas. Cantan los vientos empujando el mar hacia el acantilado mágico y hacia la arena amarilla, donde confluyen la esplendorosa hermosura de una marina y un torbellino de colores que invade el agua y deja al descubierto los secretos del mar. Todo esto lo hallarás poco más allá de la villa de Ortigueira, entre la playa de Esteiro y un paraíso de roca y arena llamado Loiba.

Entre la gran roca y la arena de la playa de Esteiro se abrazan la magia y la energía.  Y también un mar de fulgurante perspectiva que nos invita a deslizarnos sobre su lomo. A la vuelta, buscaremos el bar del puerto en donde dicen que sus percebes son los mejores del mundo.

 ISLAS CON PLAYA: CÍES Y AROUSA

Existe un Vigo turístico y marinero, quizá el más ignorado, que vive una perfecta simbiosis con su hermosa bahía; por eso se dice que esta ciudad es hija de Neptuno y Julio Verne situó al Nautilus del Capitán Nemo navegando por sus aguas. La bahía de Vigo es grandiosa y se entiende mejor si la navegas hasta las Illas Cíes, su cara más hermosa. Cuando viajas a las Illas Ficas es como si fueras al Paraíso, al lugar donde habitan los dioses celtas. En verano, dioses, ninfas y meigas gustan de jugar con las leucoiñas que habitan el espacio marítimo, para tumbarse finalmente sobre la arena y gozar del lugar más hermoso del mundo, las islas más puras que la gran ciudad ve a lo lejos, aunque es inconfundible su estampa marinera.

Por un lado, el mar acaricia la playa y por el otro, el océano bate contra las rocas que emergen del lecho submarino. El sol persigue a la única nube mientras las leucoiñas dejan sus huellas mojadas. Bajo el agua bailan invisibles el pulpo, la centolla y miles de peces que corren enloquecidos por el espacio…

En las Illas Ficas mientras el Atlántico esculpe estatuas de piedra, la Ría se mece en la calma de la mejor playa del mundo, la de Rodas, reconocimiento que mereció ya antes de ser Parque Nacional.

Además, al margen de las muchas leyendas que se cuentan y de la hermosura natural que desprenden las Islas Cíes, buceando por estas aguas descubres lugares maravillosos por donde peces y mariscos nadan en libertad entre corales y algas que te recuerdan las maravillosas fragas que aún se conservan intactas en el interior de Galicia. Aquí, bajo el agua, te dices a ti mismo que todo y nada es eterno a pesar de la magia que preside el silencio.

Buceando en el mar de Cíes el tiempo se detiene y la luz que penetra en este mundo oscuro destaca exclusivamente para ti todo un mundo feliz

Te llevaré ahora al paraíso isleño perfecto y habitado. Lo llaman Illa de Arousa.

Por un lado, suaves olas besan la playa espaciosa ya en el paseo de salud que, por el sur, busca Punta Carreirón, lugar de encuentro de aves viajeras y de humanos ojos que procuran conciliar la luz contraria, paso a paso, mientras escuchas solo las dulces voces del mar.

Por el otro, esta isla es un hermoso lugar elegido para recomponer el cuerpo y el espíritu, donde es recomendable caminar por tierra buscando la calmosa sobremesa del mar, aquietado y sorprendido por la intensa luz del sol ardiente, en las dos ensenadas que son puerto de embarcaciones menores.

En la plaza del ayuntamiento verás a los niños que traen vida y escucharás a los sabios hombres que hace tiempo fueron de mar, marinos de aquella vieja estirpe marinera, cuando todo esto era solo mar.

La última postal derrota toda trasparencia en el azul del agua entre las bateas. Vamos poco a poco, buscando el final de la tarde hacia esa playa de sol, faro, luz y arena. En el trayecto, ahora esa cala, ahora un quebrado territorio de pequeños acantilados; y es al final, más allá de las dunas, donde encuentras la playa soñada… 

En todo cuanto nos asombra se posa la luz de oro que todo lo inunda… Hasta en el agua mansa de esta mansa ría y en el puerto más coqueto de todos los puertos de esta bendita Illa, en donde el pulpo es el rey de una amplia gastronomía.

PLAYAS SALVAJES: AS FURNAS Y NEMIÑA

Nunca había ido a esta playa hasta que conocí a Ramón Sampedro y me contó aquella historia:

—– En la playa das Furnas se notaba el mar de fondo y esa resaca tan frecuente en el Atlántico abierto de Ribeira. Fue allí, en ese lugar hermoso, cubierto de tostada arena fina que solo interrumpen algunas esculturas del mar, donde empezó la tragedia… Yo estaba de pie al borde del pozo natural que formaban las rocas de la playa…

Para apurar los calores del verano, Ramón se lanzó al agua… La marea estaba baja y su cuerpo, menudo pero fuerte, chocó de pronto contra la arena… Así se fracturó la espina dorsal y así quedó tetrapléjico para toda su vida.

Nunca encontró una buena explicación a lo sucedido, pero, cuando le conocí, postrado en el aquel lecho donde las horas eran siglos, recitó a Neruda para decirme

— Estoy cansado de ser hombre…

Si vas sentirás su recuerdo. Escucharás los cantos del mar y se te aparecerá Ramón dándote consejos sobre cómo no debe uno lanzarse al mar desde las rocas que interrumpen la arena. Luego, si te apetece, irás hasta Xuño para disfrutar del lago de los nenúfares y de unas buenas sardinas, que estás en el lugar más apropiado.

Cruces de piedra se alzan al cielo en recuerdo de aquellos navíos y de aquellos hombres: Serpent, Adelaide, Bella Carmen, AtaínCada nombre esconde una tragedia, un temporal y unas cuantas rocas de aguja que emergen del agua. Sin embargo, hay una postal que derrota a las olas más abajo de Cabo Touriñán, a la derecha de la desembocadura del río Lires

Entre el puerto y el cabo, el Mar de Muxía escribe un bello relato sobre las rocas que contienen su furia y otro en el paisaje sereno de la playa de Nemiña en la misma costa de rostro limpio por el diario trabajo de las mareas. Que ya nos sobra aquel recuerdo del chapapote maldito que hace más de una década vistió de blanco, incluso a la que ahora es reina y antes era simplemente Letizia, periodista de a pié.

Esta playa salvaje merece la pena por la policromía del paisaje entre el cielo y el mar, especialmente en estos espacios naturales de leyenda que también esconden las huellas de la más antigua estirpe. Vayas por donde vayas, aquí hay un cuento escrito en el agua, por eso algunos mariscos llevan en su cabeza la cruz de Santiago.

 PLAYAS MONUMENTO: BARES Y AS CATEDRAIS

Ven. Viajemos ahora al norte y subamos a la Estaca de Bares. Impresiona… Desde el aire y desde el mar. Incluso a los capitanes de los recios navíos a los que guía el viejo faro. Navegan sobre el azul intenso, al compás de las olas cuando pintan paisajes de acuarela… Van y vienen. Se pierden en el horizonte como si huyeran de este mar de agujas.  

En algún punto de este lugar marinero se halla la imaginaria línea que separa el Atlántico del Cantábrico, nuestros dos mares… Desde el Faro, la inmensidad es conmovedora y misteriosa, pero nosotros descansaremos en la playa próxima.

Es la misma playa en la que también descansa el mar tras el trabajo de esculpir la roca con su fuerza plena.  Piedra y arena. Pequeños espacios dunares. Balcones naturales. Paseos para respirar yodo y vistas panorámicas… La calma es la clave de este paraje. Caminando hacia la ría do Barqueiro, la luz estalla hacia el sol que ilumina el puerto fenicio donde buscó también refugio Bares pueblo. En él descansan aún las barcas y los imborrables recuerdos de tantas noches perdidas procurando la vida.

Su sombra, sobre el agua transparente, es una especie de acto final: la misma calma nos devuelve la fantasía del mar, cuando llega, yace y se deshace en la misma playa, siempre en la misma playa… donde se cría la más sabrosa de las almejas, esa que se llama coquina y que pocas veces encuentras en el bar de Bares. 

Pero la fantasía está un poco más allá, en dirección a Ribadeo: es un lugar fulgurante, mágico, insólito y espectacular: tanto que la gente llama a esta playa Las Catedrales y fue reconocida ya como una de las siete maravillas de España. El Cantábrico ha dejado aquí su mejor arte escultórico trazando imposibles formas sobre enormes rocas… Emergen de la arena como un milagro formando grutas, pasadizos y arcos… Un singular decorado que también cambia con las mareas.

Es una playa de sol y sombra, en la que te gustará contemplar cómo se estira el Cantábrico para continuar su obra interminable…   

Te supongo aún asombrado por la belleza de As Catedrais, por lo que voy a llevarte al final del trayecto de esta semana: Rinlo, un puerto capaz de sobrevivir a la modernidad de la concentración de los servicios portuarios, y en el que todavía es posible disfrutar del más sabroso marisco, pescado de manera artesanal…

Rinlo es un refugio natural en el que se creó la primera cetárea de Galicia para superar los inviernos de temporal. Por eso en sus restaurantes siempre hay buena langosta o bogavante y tiene especial fama, sobre todo, la centolla cantábrica. Aquí nos quedamos comprobando la calidad prometida… ¿Te parece?

Ahora ya lo sabes. Este es el litoral de los dos mares y de las quince bahías bonitas: el Atlántico, que deposita suavemente su azul sobre los azules de la playa. El Cantábrico, escultor de la roca marina que crece en medio de la arena. Y las Rías: las Baixas, las Altas y las de A Mariña, hermosas y distintas. Además, confluyen en medio de esta perspectiva espléndida, bellos puertos a los que llegan los marineros de la vieja estirpe gallega con los más sabrosos frutos de estas aguas. Así que, goza de los manjares del mar, no te prives; y al mismo tiempo contempla esa luz mágica que compite con el sol, en los atardeceres de olas de fuego, mientras se prepara para la fiesta que persigue la alborada…