galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

LÍDERES POR CASUALIDAD

Por Marola Seijo

Aquel político franquista, Gonzalo González de la Mora, justificaba al Régimen al que servía diciendo que “ya había llegado el crepúsculo de las ideologías” y aquel admirado gallego que de la derecha pasó al centro democrático en un santiamén, Pío Cabanillas, acostumbraba a decirle a todos sus correligionarios que “la política da tantas vueltas que nunca se sabe en que partido estaremos mañana”. Ejemplos de cambios de chaqueta los hay en abundancia, pero ese no es el caso. A mí lo que me gustaría saber de los líderes políticos actuales es si tienen, no ideología -esa murió con Franco-, si no ideales. Es que esto es lo mínimo que le deberíamos exigir a los que comandan todas las siglas políticas habidas en las autonomías y en el estado. Vamos, que quisiera saber si Rueda es de derechas y Feijóo un liberal. Pero mucho me temo que, aunque me empeñe en averiguarlo, me quedaré con las ganas.

La política está llena de veleidades… pero también de casualidades, sobre todo en esta época de enfrentamientos internos, viscerales, que trascienden a lo público incluso cuando nadie tiene la mínima prueba de lo que está sucediendo, como es el caso del espionaje del Estado, a través de sus cuerpos de seguridad.

Fue casualidad que Mariano Rajoy llegase a ser ministro y mucho más casual resultó que fuese elegido -por quienes le conocían a fondo- mandamás del PP para auparle luego a la presidencia del Gobierno. Así, Rajoy, un hombre que en Galicia era conocido por lo gris de sus actuaciones en la Diputación de Pontevedra y en la Xunta, como segundo de Fernández Albor, pasó a ser el gran líder. Y de ser vilipendiado, incluso por una supuesta condición sexual, se le consideró el rey de la derecha gallega, al que todos hicieron reverencias.

Mariano tuvo un consistente rival político en Pepe Cuiña, que sí se hizo notar primero como alcalde de Lalín, luego como presidente de la Diputación y mas tarde como conselleiro de Ordenación del Territorio de la Xunta durante los mandatos de Manuel Fraga, quien le nombró secretario general del PPdeG. Cuiña pasó por delante de Rajoy en el escalafón, pero yo le pregunté un día…

—- Tu a quién crees que elegirá Fraga como su sucesor… ¿Al hijo del molinero de Lalín o al hijo del presidente de la Audiencia de Pontevedra? ¿A un político de raza como tú o a un chapón con el marchamo de número uno en la oposición a notarías?

Pepe se echó a reír aquel día y me contestó…

—- Los títulos están bien colgados en los despachos, pero no ganan elecciones…

Cuiña fue desheredado por Fraga tras muchos años de servicio como su delfín.

La casualidad quiso que pasase por allí otro joven con muy buena recomendación -la de José Manuel Romay Beccaría- al que el León de Vilalba invistió como sucesor en detrimento del político de Lalín, que fallecería solo un par de años mas tarde de aquel repudio. No digo que fuese por causalidad política, pero sí se dio una casualidad: el sucesor de Fraga tenía el camino expedito para presidirlo todo.

Alberto Núñez Feijóo fue “elegido” presidente del PPdeG y luego ganó con contundencia, por mayoría absoluta, las elecciones autonómicas, resultado que repetiría tres veces más, consiguiendo superar los resultados obtenidos por el propio Manuel Fraga. Esto sí que no fue por casualidad.  

A Núñez Feijóo comenzamos a llamarle los gallegos o noso presidente y nadie puede tener queja de su gestión al frente de la Xunta, tras superar una crisis brutal y distinguirse como uno de los políticos mas eficaces en cuestiones de emergencias, primero con los incendios forestales y luego con la pandemia.

En Feijóo se dan las dos condiciones que resultan indispensables para gobernar en Galicia: conocer a fondo el rural -él nació en A Peroxa- y poseer la cultura suficiente para entenderse con los urbanitas. Es decir, saber ponerse una boina pero también un birrete. Alberto Nuñez Feijóo disfruta mucho al aire libre, en el campo, pero no le agobia la gran ciudad, en la que creció como estudiante y como político.

Pero sí me preguntas “de que pie cojea” te diré que es difícil, muy difícil saberlo. Hace trece años le confesó a mi compañero César Casal que “había votado a Felipe González” y yo le creí. Porque si alguna cualidad tiene Feijóo es que juega a ganador, nunca a perdedor. Si ha aceptado ir a Madrid ahora para levantar un muerto como el Partido Popular ha sido para vencer y llegar a la Moncloa. No digo que lo consiga en las próximas y casi inmediatas elecciones, que es probable, pero ganará con facilidad las siguientes. Aquí lo dejo escrito.

Eso sí, nunca sabrás si sube o si baja, aunque yo creo que sí abandonará el barco de los que son muy de derechas…  Sabido es que no le gusta navegar a la deriva.

Y la última casualidad -por el momento- se llama Alfonso Rueda, que llega a presidente de la Xunta después de haber sido un buen vicepresidente durante los mismos años que gobernó Feijóo. Conocí mucho a su padre, un gran ingeniero agrónomo, pero para mí él es una incógnita precisamente porque ha tenido una gran virtud: la de haber sido un excelente segundo. Si supo ponerse a la sombra hasta ahora, malo será que no aguante el sol que mas calienta, que es el del poder absoluto.

Ojalá estas últimas casualidades sean para bien, aquí y en Madrid.