LOS PAISAJES DE PEDRO MADRUGA
No es uno ni dos, son muchos los historiadores y expertos que dicen haber verificado una vieja creencia, muy asentada en el monasterio pontevedrés de Poio: Cristóbal Colón, el más ilustre navegante de todos los tiempos, era gallego.
—- Puede.
Los nacidos en la Galicia Única miramos hacia América, desde siempre, más que hacia Europa. Sentimos la atracción de su grandeza y a ella debemos nuestra fama de aventureros de fortuna. Además, somos los artífices del esfuerzo común que hizo posible la vida en los siete mares, todos juntos en un mismo barco, como arena de una misma playa. Somos los dominadores del lenguaje de las mareas…
—- Como Cristóbal Colón.
—- O como Pedro Madruga.
Porque entre ambos personajes hay algunas coincidencias que ya nadie niega: los hijos de ambos tienen los mismos nombres y el cardenal Mendoza aparece en las crónicas de la época como el protector de ambos mitos. Además, ahora se sabe que Teresa Torres Legarreta, había descubierto en el Archivo Nacional un manuscrito de Pedro Madruga que sirvió de base para el estudio comparativo llevado a cabo por la ilustre grafóloga, en el que se basa la tesis de que el Señor de Soutomaior era el mismísimo Cristóbal Colón. Según esta teoría, el que abrió a todos los europeos la ruta de América no solo fue un gallego… sino también uno de los más populares personajes de nuestra historia medieval.
EL PERSONAJE
Si te apetece, vamos en busca de las tierras que habitó Pedro Madruga que en realidad respondía al nombre de Pedro Álvarez de Soutomaior, el más afamado de los nobles gallegos. Dice una leyenda que se ganó el apodo por las horas del día en que ajusticiaba a sus enemigos, pero la realidad es que solo le gustaba cabalgar por las mañanas.
Era el señor de las tierras comprendidas entre la sierra del Suido y la Ría de Vigo, que riega un río llamado Verdugo. Habitó la gran fortaleza de Soutomaior, la mejor conservada de Galicia y una verdadera joya de la arquitectura medieval, rodeada de maravillosos jardines que en primavera provocan un grandioso espectáculo.
EL CASTILLO
Esta fortaleza, el Castillo de Soutomaior, vivió su apogeo en el siglo XV con Pedro Madruga. Aunque había sido levantada ya en el siglo XII, con este héroe de nuestra mitología conoció grandes momentos y sufrió sus episodios más turbulentos. Los trazos de estilo gótico corresponden a una remodelación del siglo XIX. Época en la que pasó a manos de los Marqueses de la Vega de Armijo. La Galería de las Damas es una de las reformas que llevarían a cabo, en el Patio de Armas, una bella construcción neogótica.
No se trata del típico castillo inaccesible, construido sobre rocas de difícil escalada. Y aunque no tenga excesivos elementos de construcción defensiva, no podía faltar el puente levadizo con foso.
Sobre la puerta se levanta el escudo de los Marqueses de Mos. Y enfrente se encuentra la torre del homenaje, que más que un carácter defensivo, tenía una consideración de dominio, al margen de ser útil para la vigilancia debido a su altura. Desde aquí se divisa todo el valle.
En los extramuros se sitúan los majestuosos jardines. Pedro Madruga nunca disfrutó de ellos, puesto que antes fueron maizales. Veinticinco hectáreas de terreno con una rica, variada y centenaria flora. Guarda muchos recuerdos de sus antiguos inquilinos, los Marqueses de la Vega y Armijo. Como la fuente de la marquesa, con el rostro del matrimonio grabado. O el estanque con forma de la ría de Vigo, que se usaba como piscina. Este vergel es un auténtico tesoro botánico.
EL RÍO
Tal vez el más interesante de los paisajes que contemplaba Pedro Madruga resulte ser el lugar donde el Verdugo se convierte en ría, en Arcade; es donde emergen las pequeñas islas Alvedosas, justo en donde el río se somete a un diario ritual en busca del horizonte marino, que es el de las Islas Cíes.
Siguiendo su trayecto hacia arriba, hasta Pontecaldelas, el Verdugo crea lugares muy hermosos. El primero de ellos, la ensenada y puente de Pontesampayo, que convirtieron en leyenda los héroes del capitán Morillo, al librar aquí una gran batalla en la que derrotaron al ejército francés del general Soult.
Un poco más arriba, en Comboa, encuentras uno de los rincones más atractivos de este trayecto, con puente medieval, área recreativa, molinos y un entorno natural casi virgen.
Todo aquí es paisaje de río, tranquilo paisaje de río bajando en calma hacia el mar, mientras en sus riberas se da la natural policromía de cada primavera, iluminada por una luz mágica.
Siguiendo el trayecto del Verdugo, allá donde canta su sinfonía de agua, en Regodobargo, las estrellas nadan en el agua; son las lágrimas del alma llorando la ausencia de la Voz Ceibe mas ronca, la del inolvidable Suso Vaamonde, cuyas cenizas buscaron el océano infinito descendiendo por este cauce.
Es un paisaje de agua esmaltada deslizándose sobre territorio ya sereno, que este es el reino de la placidez y del sosiego, interrumpido tan solo por el vuelo de un ave despistada.
Aún hay más. Río arriba el Verdugo remueve el paisaje admirado por Pedro Madruga, dejando su huella entre árboles hermosos y saboreando el valle. Sucede esto antes de que supere el vértigo de la cascada bonita. Una perspectiva de agua danzarina que desciende de un bosque encantado, para procurar los cien verdes del camino.
Aquí ya es Ponte Caldelas, villa fluvial en la que hay que detenerse para saborear una trucha.
LA SIERRA
La sierra do Suido preside las tierras de Covelo, hacia la cuenca del río Tea, que baña El Condado. Las de Avión asentadas entre las cumbres de A Laxa y A Pena, donde está la fuente del Avia, la que da origen al río que humedece las cepas del Ribeiro… Y las de Ponte Caldelas, que son las que baña el Verdugo, el río que siempre mira hacia el mar de Vigo al que se entrega con pasión natural en la ensenada de Arcade.
Cuando se alcanza la cumbre del Suido bien se ve que está llena de misterios del pasado del que quedan como testigos Os Chouzos. Se trata de un muy antiguo refugio de pastores, arquitectura popular de una sierra cuya belleza en estado salvaje te cautivará. Y llamará tu atención O Foxo do lobo, la barrera protectora de las ovejas y los sabrosos cabritos que aquí pastan, inviernos y veranos.
La Sierra do Suido luce siempre un paisaje, brillante y luminoso, por el que, además del lobo y las ovejas, vaga libre el caballo gallego para escuchar el eco de algún tango o de una ranchera cantada por los pastores de antes, que algunos sí han vuelto del gran Buenos Aires o del Méjico lindo.
LA RÍA
También hemos de encaramarnos al mirador de Pedro Madruga si queremos contemplar mejor la inconmensurable belleza del Mar de los Poetas. Porque esta ría lleva escritos los medievales versos de Martín Codax y Mendiño; y en sus Cantigas, el Rey Sabio la definió como…
“Un paraíso a donde ir a bañarse con la amada en la dulzura de sus aguas”.
Claro que, en nuestros días, será desde el propio mar, navegando sobre los espejos que ocultan sus tesoros, donde nuestro asombro se llenará de Ría… De ella emergen islas y en sus riberas crecen puertos. Nacen a flor de agua las bateas de la vida bajo el puente de la modernidad. Y es la cuna de vocaciones marineras que se notan aún sobre una gamela.
Espacio de reposo, para el gran barco crucero. Placer de viajeros de mar tranquila que buscan el verano al otro lado. Campo de regatas de veleros bien arbolados. Y grandes o pequeñas playas bajo techo azul de cielos claros…
Por todo esto, la ciudad más grande asentada en su costa, Vigo, es hija de Neptuno y todas las villas de su entorno natural crecieron como nereidas…