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MAÑUECO

Por Xosé Antonio Perozo

Me estaba quedando sin batería. Esa fue la razón para interrumpir la conversación de más de una hora con mi amiga de Valladolid. Fue tanta la información y comentarios al respecto que tuve que tirar de papel y pluma para recoger datos y nombres sobre cuánto está aconteciendo en las entretelas del futuro Gobierno de Castilla y León, que deberá presidir Alfonso Fernández Mañueco, si es que Santiago Abascal le da luz verde.

Me llamó la atención el deseo expresado por Mañueco de formar Gobierno antes del congreso de Sevilla, en el que Alberto Núñez Feijóo tomará los mandos del PP nacional. El de Valladolid quiere llegar investido presidente para librar al gallego de toda responsabilidad sobre la entrada de Vox en su ejecutivo. Sin embargo, Abascal está retrasando la investidura hasta llevarla al límite de la no repetición de las elecciones en mayo. Y escribo Abascal porque es quién teje los hilos de una telaraña mediante la que pretende atrapar a Feijóo en las viejas contradicciones del PP de Pablo Casado y, que, de este modo, acepte de facto el amenazante poder territorial de Vox, antes de sentarse en Génova.

Mañueco está preso de la extrema derecha desde los improvisados acuerdos del 10 de marzo. Les ha cedido la presidencia de las Cortes y el vicepresidente in péctore, Juan García-Gallardo, va a obtener el control de la Dirección General de Comunicación, bajo la vigilancia de los hombres de Abascal, quienes ya están desembarcando en Valladolid. Muchos de ellos fueron cargos intermedios en los gobiernos de Aznar y Rajoy. Las tres consejerías, también cedidas, se están convirtiendo en lucrativas ubres de vacas para la extrema derecha, colocando al presidente autonómico en funciones en situaciones límite. A las que cede sin apenas resistencia para lograr la investidura.

La debilidad de Mañueco, aunque se vista de mal menor por parte del PP, es ya un escollo y un sapo difícil de tragar por parte de Feijóo. Y, lo que es peor, un precedente de puerta abierta al poder de la extrema derecha, que puede repetirse en Andalucía, y romper el espejo de político de centro derecha que el presidente gallego venía proyectado fuera de Galicia. Mal asunto.

XOSÉ ANTONIO PEROZO