MENTIROSOS Y FILIBUSTEROS
Por Xosé A. Perozo
Las mentiras y los bulos políticos no son cosa exclusiva de las redes como ahora se difunde. Simplemente se ha modernizado el sistema de difusión. Alfonso VII de Galicia y León se hizo denominar “Emperador de toda Hispania” y con esa mentira ha quedado fijado en la Historia, pero lo más interesante de este gallego de Caldas de Reis fue asegurar que “lo importante no es ganar la batalla, sino tener al cronista de tu parte”. Un axioma que los conservadores aplican religiosamente desde la recuperación de la democracia imperfecta de 1978. Hablando de batallas, también es conocido que la de Clavijo nunca existió pero en ella el apóstol quedó consagrado como Santiago matamoros y helo ahí a caballo, espada en mano, matando migrantes musulmanes a diestro y siniestro. Y no lo es menos que Fernando III no fue santo, pero convenía el título para competir con el san Luis IX de Francia y de este modo hacer valer ante el pueblo la divinidad de la monarquía patria y poner zancadillas a los vecinos del norte. Una especie de filibusterismo ideológico y chovinista en la actualidad elevado a la categoría de práctica parlamentaria e, incluso, como acabamos de vivir esta semana, de artificio internacional contra nosotros mismos.
Con lo dicho quiero reseñar que los mentirosos y filibusteros pretéritos han pasado de la nobleza al pueblo llano, esto es, se han socializado y convertido en una gran plataforma para suplicio de los bien pensantes y ruptura de la convivencia. No justifico semejantes prácticas pero sí quiero dejar patente que el uso de ellas por algunos poderosos actuales justifica a los anónimos usuarios de las redes y propicia que se enfanguen con gusto e impunidad. Desde los terribles sucesos meteorológicos del 29 de octubre en la Comunidad valenciana la sarta de mentiras del presidente Mazón, seguido por una larga pléyade de responsables del PP, para justificar sus incompetencias ante el drama de 220 muertos y ocho desaparecidos, ha vuelto a poner de manifiesto el interés por buscar cronistas de su parte para salir con bien del desastre. Y ante ello Feijóo no ha dudado en vestir la indumentaria de caballero filibustero, enarbolar la bandera negra y marchar a Europa para piratear a la representante española en el gobierno de la UE, culpándola falsamente del despropósito de los suyos. Como viene siendo habitual le ha salido mal y se ha quedado sólo disparando cañonazos al pairo de las moscas furiosas de Dolors Montserrat. Hoy Teresa Ribera ya es vicepresidenta de la Comisión Europea en representación del Estado español, por tanto, de toda la ciudadanía española, incluidos los militantes y votantes del PP. También González Pons se ha apuntado un nuevo borrón en su largo currículo de tropiezos.
Sin embargo, el filibusterismo conservador no cerrará la puerta a su cerrazón. No tardando veremos cómo el barco vira cara al refugio de los tribunales de justicia buscando la crónica salvadora sin barrer la casa, apartar a Carlos Mazón de la presidencia a la que nunca debió de ser aupado, honrar a los muertos y poner la restauración del territorio en manos de políticos solventes, en lugar de utilizar exmilitares, de cuya sapiencia nadie duda, pero sí de su manifiesto desprecio a la política, cuando los cargos a ocupar son políticos y deberán estar sometidos a las Cortes Valencianas. No se enfrentan al borrado de las huellas de una batalla sino a una gestión política. ¿Qué nueva mentira se fragua con estos nombramientos? ¿En qué trampa ha caído la buena voluntad de los designados? Pronto lo sabremos puesto que entre mentirosos y filibusteros anda el juego.
Xosé Antón Perozo