galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

MI NARANJO DE NAVIDAD

Por Alberto Barciela

He plantado mi simbólico árbol de Navidad. Este acto, sencillo pero lleno de simbolismo y emoción, pretende ser un mensaje de esperanza y solidaridad para todos aquellos que han enfrentado desafíos en este último año, muy especialmente a los valencianos. Desde Galicia, extiendo un abrazo, cual ramas de buenos deseos, muy en especial a los corazones afligidos, a quienes han sufrido pérdidas y adversidades, pero también a cuantos habitamos este hermoso planeta azul.
Mi pensamiento primero está con los que sufren. No olvido a aquellos que, en distintas partes del mundo, enfrentan situaciones dramáticas en Gaza, Ucrania, Rusia, Afganistán, Yemen o Siria, y en todos y cada uno de los pueblos afectados por la DANA.
Mi árbol, este año es un naranjo, significa una plegaria abierta a todos los dioses y creencias, una súplica por la paz y la justicia, está colocado junto al Belén, pues este representa mi cultura, mi religión católica y mis tradiciones familiares.
Adornos de solidaridad y alertas sobre el cambio climático decoran sus ramas, recordándonos la urgencia de actuar contra los efectos devastadores del calentamiento global. Denuncio a quienes utilizan los recursos naturales como armas de especulación, ignorando a quienes no pueden permitirse calefacción en invierno, a los más humildes y a los que viven en zonas de conflicto o extrema pobreza.
Como decía Sócrates, “de cuantas cosas buenas y nobles existen, los dioses no conceden nada a los hombres sin esfuerzo ni solicitud”. Debemos predisponernos, implicarnos y actuar.
En una tarjeta colgada en mi árbol, junto a la estrella de Belén, propongo un propósito sencillo pero poderoso: elevar la mirada, observar con atención lo que ocurre a nuestro alrededor y reconocer que los demás existen y nos necesitan. En especial, aquellos que padecen guerras, violencia, persecución injusta, maltrato, los refugiados, los migrantes, los hambrientos, los esclavos, los amenazados por mafias, los desempleados, los que no tienen acceso a la sanidad o a la educación, los discriminados o cuantos viven bajo regímenes no democráticos.
Este año, como ejercicio esencial, propongo que durante las fiestas miremos y conversemos con las personas más cercanas sin la intermediación de ninguna máquina. Abracémonos a los demás, elijamos lo racional, con normalidad, sentido común y solidaridad. Dejemos de lado las hipocresías, los rencores y las intenciones vanas. Con cada gesto, sembremos nuevas predisposiciones de comprensión y afecto. Esperemos que ya antes de la primavera florezca la esperanza y huela a azahar.
Un proverbio hindú dice que lo que no se da, se pierde. Los chinos afirman que muchos se preocupan por la fama, la riqueza y los honores, pero pocos procuran ser sabios y generosos. Estas recomendaciones milenarias, escritas en papelillos volanderos, reflejan la delicadeza de pensamientos humildes y contundentes, evidenciando el frecuente olvido de lo esencial. Por mi parte, una vez más las complemento con sugerencias como consumir en el comercio local, celebrar encuentros con amigos y familia en bares o restaurantes del barrio, visitar museos y apagar los móviles en las mesas compartidas. Son ejemplos sencillos de cómo fomentar un nuevo talante para disfrutar sin mayores gastos. El otro existe y está a tu lado.
Mi árbol, simbólicamente plantado, solo germinará exponencialmente si su semilla alcanza los corazones y las actitudes de quienes disfrutamos de la vida sin impedimentos y que entendemos que la inteligencia ha de usarse no de forma artificial sino proactiva.
Hay mucho que disfrutar y aún más que compartir.
Salud, paz y bien.
Felices fiestas.

ALBERTO BARCIELA