galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

PAÍS DO BIBEI

Mis primeros pasos por el Ourense más oriental fueron tan asombrosos que aún no se han borrado de mi disco duro, donde ocupan un espacio elemental para que afloren mis recuerdos, de cuando en vez… Mi primer ascenso a Peña Trevinca, por A Veiga, me descubrió que existían estalactitas y estalagmitas de hielo. La sorpresa que me produjo Viana do Bolo mirándose en el espejo del río, al doblar la curva. El mar interior encajado entre las sierras. El santuario magnífico de As Ermidas donde todo el mundo encuentra remedio para sus males. El gran cañón. Los bosques de ribera. Los animales libres. Los cielos despejados…

Esta es la Galicia menos conocida por los propios gallegos y quizá por ello me seduce mucho que me acompañes en mi vuelta a este trozo vibrante de país, tan especial. ¿Te vienes?

País do Bibei. Así se llama en honor del río, protagonista de su más viva naturaleza. El río Bibei origina paisajes espectaculares nacidos del aprovechamiento hidroeléctrico y en su admirable trayecto crea una garganta con desniveles que superan los 500 metros de altitud, de gran belleza. En las laderas de su cañón se cultiva la vid y en las márgenes de todo su curso fluvial se encuentran algunos de los bosques más interesantes de Galicia. Aunque el Bibei es un río no solo para fotografiar sino también para pescar a lo largo de los 40 kilómetros de su trayecto principal, un recorrido que comienza en Porto, en la vecina Zamora, en las montañas que configuran la frontera natural entre Castilla-León y Galicia.

Los impresionantes montes forman una cadena que se inicia en Peña Trevinca y termina en la sierra Segundeira por el este; por el oeste, marca los límites la serra de Queixa.  Entre Trevinca y las sierras Seca y Segundeira, la serra da Calva está más a mano. Es de un alto valor paisajístico y la naturaleza mantiene aquí su virginidad, lo que agradecen aves como el águila, el buho real o el pájaro carpintero. Y animales como el lobo ibérico, el zorro, el jabalí, el corzo o la cabra hispánica. Todos ellos se esconden entre fragas de centenarios castaños, robles, alisios, avellanos y otras especies arbóreas de gran interés. Desde lo alto de la Calva se alcanza el Lago de Sanabria y en el trayecto podemos admirar pequeñas lagunas glaciares y restos de las morrenas.

Viana do Bolo fue siempre la capital del País do Bibei. La actual villa se asienta sobre un castro prerromano, como así lo atestigua el hallazgo de una plancha labrada en bronce atribuida al antiguo pueblo galaico de los Bíbalos. Los romanos crearon aquí la ciudad Forum Bibalorum y en la Edad Media alcanzó su esplendor con la construcción del Castillo, que gozó de fueros y gobierno propio.

Cuentan las crónicas más antiguas, que por su plaza y por sus calles empedradas con granito de montaña vieja, se escuchaba a diario el martilleante paso de cientos de caballos. Los montaban las ancestrales tribus galaicas que habitaban este castro… Las legiones romanas que buscaban cualquier trayecto para llegar a Brácara Augusta… Y los nobles gallegos que fueron los defensores de este territorio, el País do Bibei.

Viana se concibe a sí misma en el espejo de este río, que la modernidad ha convertido, a sus piés, en un hermoso mar interior…  Es el actual punto de partida para conocer los innegables alicientes que nos ofrece un paisaje distinto a cada paso, que se define como una armónica conjunción entre la alta montaña y el verde valle, en el que crecen las fragas mas auténticas al lado de la tierra que la sensibilidad del hombre convirtió en cultivo.

El castillo, la Plaza Mayor, el casco viejo, las iglesias de Santa María de Viana y de Grixoa… son monumentos histórico-artísticos, aunque, ya verás, el patrimonio histórico abunda en el País do Bibei.

Al igual que la gastronomía y las fiestas. En el Entroido gallego por las calles de Viana sus protagonistas son los boteiros y los foliones. En el oriente ourensano tal vez resulte ser el carnaval la fiesta que tiene su origen más ancestral, ya que los boteiros, los personajes más vistosos del entroido se asocian a los cobradores de impuestos en la Edad Media.

Sigamos la ruta, pero si te parece, detengámonos a comer en O Bolo, en la típica tasca creada por la bisabuela, cuya cocina aún vigila la abuela a pesar de los años y que atiende directamente la gran matriarca de la familia. Es tan menudita que parece que se va a romper… pero cuando lleguen a tu mesa las viandas que ha preparado te darás cuenta de que no hay mujer más fuerte que la gallega, capaz de atender a cien comensales en un mediodía y que todos se vayan contentos con ese caldo de grelos tan estupendo; con un buen botelo servido con patatas y por separado; y con las orellas, postre magnífico. Un menú, este, que precisa reposo o seguir trayecto caminando por el País do Bibei.  Así que desde O Bolo retomemos el curso del río para peregrinar hasta As Ermidas.

A las orillas del Bibei se alza el santuario de As Ermidas, que es, sin duda, el motivo principal, después de la gastronomía, por el que te tienes que acercar a O Bolo. En él te encontrarás siempre con personajes pintorescos, paisanos del lugar en su mayor parte… si no es tiempo de romería. Todos te contarán mil y un milagros acontecidos por obra y gracia de la Virgen, que es quien cura todo tipo de enfermedades.

—- Aquí vienen los desahuciados por los médicos, esos que mandan a morir a casa…

—- ¿Y cómo empezó todo? ¿Cómo surgió este santuario que tiene pinta de catedral? Sobre todo… ¿Por qué aquí?

Hace cientos de años, a finales del siglo XIII, en este lugar sucedió la aparición de una imagen de la Virgen, de piedra, capaz de calmar la furia de los animales. La imagen era tan milagrosa que curó de su incurable mal al Obispo Alonso Mexía de Tovar, quien había llegado hasta aquí desahuciado de la medicina.

Por este milagro, el Obispo Alonso mandó erigir allí un suntuoso templo que posteriores obispos elevarían mas tarde a Santuario. Desde entonces, este hermoso edificio barroco se alza en este entorno natural y es meta a la que llegan miles de romeros: As Ermidas es hoy principal motivo de fe y peregrinación a este País de O Bibei.  

Venga. Sigamos el curso del río, uno de los mayores de Galicia y de los pocos que se consideran del tipo pluvio-nival por lo montañosa que resulta su cuenca. El Xares, su principal afluente, es el que recoge las aguas de Peña Trevinca a mas de dos mil metros y se las entrega al Bibei por la derecha de su curso. Por la izquierda le salen al paso los ríos Camba, Conso, San Miguel y Navea.

Lo más singular del Bibei quizá resulten ser sus márgenes en la zona más oriental. Estan pobladas por bosques de quercíneas en donde predomina aún el acebo, la encina, el alcornoque e incluso el madroño. También el laurel y el llamado serbal de los cazadores.  Y a medida que desciende se va encontrando con carballos, castaños y paisajes más propios de ladera.

Por encima de estas aguas es frecuente ver como vuela el águila real y en ellas se bañan las nutrias, lo que bien dice de su pureza.

La mayor parte de su curso transcurre encañonado, prácticamente hasta su desembocadura. Personalmente el paisaje que más me gusta es el que se alcanza desde algunos puntos de la carretera de Ourense, porque vemos que aún sigue activo el puente romano mejor conservado de Galicia, construido en la época de Trajano. Es decir, en el siglo XXI aún pisamos la Vía XVIII del Intinerario de Antonino, calzada romana que unía las ciudades de Brácara Augusta con Asturica Augusta.

El Bibei pone fin a su vida entregándose al río Sil, casi enfrente de Montefurado. El paisaje es tan bello que en tiempos de la dictadura construyeron un mirador para que el ínclito jefe del Estado admirase tal maravilla. Así que nos subiremos a él tu y yo para tomar el plano final del río que nos trajo hasta las tierras de Trives. Otro día hemos de visitar la primera villa que mereció el titulo de hospitalaria, porque en ella se creó la primera casa rural de Galicia, la Casa Grande de Trives, que figura en las principales guías turísticas.