¿POR QUÉ TEMER A LA IA SI SOBREVIVIMOS A LA IN?

Por J. J. García Pena
Un día sí y otro también, las fuentes informativas nos bombardean con nuevos avances de la Inteligencia Artificial, quizás tratando de meternos su propio miedo en el cuerpo y conjurar, colectivamente, la lógica inquietud que toda gran novedad trae aparejada consigo.
El miedo paraliza y puede matar. Sin embargo, la curiosidad metódica, a pesar del temor que pudiésemos sentir, nos hace avanzar.
En todo organismo vivo hay riesgo, siempre fue y será así. El solo hecho de existir ya implica el riesgo seguro (la certeza absoluta) de perder la vida.
Siempre hemos convivido con el miedo y lo hemos superado. Por eso somos el animal más elevado de la escala.
Dependemos de nosotros mismos para alcanzar el grado de dioses que siempre anhelamos ser y lo lograremos.
Pero antes debemos superar esta dura etapa de semidioses en que nos hallamos.
Aún nos falta rendir exámenes de asignaturas ineludibles y pendientes de Educación Universal y sobre todo pulir nuestro atavismo, el más difícil de todos los escollos hacia la excelencia de nuestra maravillosa y jodida especie.
Avanzamos cayendo y reincorporándonos constantemente, en una suerte de movimiento tipo Diente de Sierra. No le temamos a la IA. Si hemos sobrevivido a jueces y a líderes con poca IN (Inteligencia Natural) sin duda sobreviviremos a los que nos regirán y juzgarán mediante la bienvenida y comparativamente benévola IA. Los robots que nos servirán son nuestra obra y los estamos «creando a nuestra imagen y semejanza». (¿Dónde escuché esto antes?)
Algún día se nos parecerán tanto que nos costará diferenciarlos de nosotros mismos, a pesar de su alta inteligencia que les permitirá autofabricarse en beneficio nuestro.
Solo espero (deseo y confío) que, a los futuros robots, precisamente por ser extraordinariamente inteligentes, no se les dé por querer reproducirse sexualmente, origen, motor, motivo y causa de casi todos nuestros males.
Si no, otra vez la burra a la noria del Edén.