REQUIEM POR JOSÉ CHOCRON BENTOLILA
«Este venezolano de última adopción, judío de Tetuán y rebozado en Tánger, emprendió sus particulares «Américas » para labrarse un futuro en la Caracas de finales de los años cincuenta. Tras muchos esfuerzos y sinsabores, llegó a montar una de las empresas más potentes de distribución de productos hospitalarios del país.» (Alex Tolón).
EL ÚLTIMO VIRTUABRAZO
Fue él el primero en entender la necesidad de lograr una aún inexistente Educación Universal, dejando de lado desgastados dogmas, fracasados dioses y trasnochados nacionalismos. Un nuevo código moral entendible y aplicable en toda la superficie terrestre. Todos, por igual y sin esfuerzo, en cualquier punto del planeta entendemos el significado de las señales de tránsito y los colores de los semáforos. Los códigos morales deben tener similar extensión educativa. Era, mi amigo José, sabio hombre de paz que resumía su filosofía de vida en esta frase:
«La verdadera hermandad no requiere lazos de sangre»
Por J. J. García Pena
Aunque nunca nos vimos ni se estrecharon nuestras manos, ya echo de menos los diálogos interhemisféricos contigo, amigo del alma. Sabía que tu repentino e inexplicable silencio no podía augurar nada bueno. Lo sabía, pero a lo sumo te imaginaba atravesando una traidora, aunque leve, agresión de coronavirus. Lo sabía, sí. Pero aun así preferí esperar -ya para siempre en vano- que me respondieras aquel último mail…
Querido Amigo José: me preocupa no saber nada de vos, ya que no has contestado a mis últimos correos. Ojalá se deba a que estás disfrutando de algún maravilloso paseo y hayas decidido prescindir de la tiranía informática arrumbando el móvil, medida inteligente por demás”.
Tal como me habías pedido, te fui comentando, de a uno, (y me confirmaste que disfrutaste mis divagues) los últimos cinco libros de Ríus que, generosamente, me habías enviado señalizados con sendas esquelas manuscritas. ¿Cómo imaginar una despedida entrelineada en tantas frases sueltas al estilo de aquella sobre la cremación (la tuya y la mía) que ahora, con el diario del lunes, cobran su cabal sentido?
Quizás el libro de M. Aguinis, (que te pregunté si lo conocías y por eso mismo te anuncié su envío con bombos y platillos, augurándote horas y horas de riquísima y atrapante lectura), esté llorando la ausencia del destinatario en alguna estantería del correo mexicano.
¿Cómo puede caber tanta desdicha, querido José, en el breve espacio de un e-mail sin contestar?
Esta amistad, ¿recordás, José?, nació hace nueve años, entre los signos de interrogación que dibujaron los escombros retorcidos del malhadado tren Alvia, en aquel aciago Julio de 2013.
Se la debemos, vos y yo -al fin y al cabo españoles emigrados-, a Galicia Única, resonadora de ausencias. Fue ella quien trató como suyo, informó, amplificó y dejó consignado, para siempre, el dolor del terrible saldo ferroviario en sus comentarios al pie.
Entre éstos se hallaban las preguntas racionales para las que vos, tu esposa Gloria e Hilda, tu “hermana del alma”, reclamaban respuestas sensatas al ¿Por qué, en vísperas del Apóstol…?
Hoy ambas te lloran, al tiempo que bendicen haber disfrutado de tu lúcida bonhomía hasta tus 89 años y cuatro meses de fructífera existencia.
Contrariando mi insoportable locuacidad, me autoimpuse ser breve en este mi
póstumo virtuabrazo para vos, amigo perdido, que, al decir de Xerardo Rodríguez, ya sos un viajero sideral.
Por tanto, y en tu homenaje, no agregaré más que un pensamiento propio reforzado con otro que tomo prestado al poeta:
Tu ausencia, amigo José Chocrón Bentolila, dimensionará, revalorizándolo, el breve tiempo en que me honraste con tu amistad, porque, “aunque la vida perdiste, dejóme harto consuelo tu memoria…”.