4 DE OCTUBRE
En mis amaneceres, las ondas hertzianas se llenan de poncios -analistas de la cosa política- que anuncian el caos y reparten las culpas de nuestro sufrimiento a partes iguales, a diestra y siniestra, como si no fuera obvio que lo que había que hacer es recomendar –sobre todo desde la emisora de la Iglesia- una peregrinación a San Munio.
—- ¿A San Munio?
—- Sí, al San Munio de A Veiga.
Me dijo Hortensia, la señora de Balbino, que es de una parroquia próxima también del concello ourensano de A Bola, que…
—- É o mais milagreiro. Foi capaz de acabar coa peste, a tuberculose e tamén co coronavirus ese… ¿Ou non? ¡San Munio é a solución para as cousas da saúde!
Y me cuenta que, antes de ser santo, Munio fue el anacoreta que fundó en el siglo IX el Monasterio de A Veiga, del que se conserva, como prueba irrefutable de su existencia, una iglesia que fue de estilo románico ojival. Bajo el altar mayor está enterrado el monje santo hacedor de miles de milagros.
Yo me digo a mí mismo que, si es tan infalible este milagreiro santo y a la vista de que hay que peregrinar tan lejos –A Veiga es la puerta de entrada a Peña Trevinca- lo que debíamos de pedirle a San Munio es que ponga orden en las ondas, que ese sí que sería un milagro.
Y de paso en mis huesos, que con tanta humedad de este veranillo loco otoñal se me han puesto blandengues.
Pero mucho me temo que las cuestiones de la salud no las solucionan ni los santos, ni los periodistas poncios, ni los políticos… sino los científicos. ¿No os parece?
OBJETIVO LIÑEREDO
Aún recuerdo aquel día que el Dr. Frame nos dejó en el Liñeredo a Manuel y a mí. Es la cumbre más alta del Val da Mahía y su descenso por la cara este –no solo la va a tener el Nanga Parbat- es una aventura inolvidable para quien busca el más puro estado natural.
Desde su máxima altitud alcanzas todo el valle con la City incluida y también los míticos montes de la periferia de Compostela, incluso el Pico Sacro.
Si te encaramas al Liñeredo te hará falta buena vista para entender la grandiosidad del paisaje, aunque este monte tiene sus mejores atractivos en la flora y en la fauna que goza de su libertad por entre carqueixas, toxos y xestas de la media ladera, territorio del zorro, el jabalí, las víboras y las liebres, que sobrevuelan el búho y el águila ratonera.
Cada sendero, luego, es una invitación a la aventura para procurar la magia de alguna carballeira y varios soutos que divide el Riamonte, ese puro regato amigo de las ardillas y las garzas.
Te cuento como es porque me he propuesto rendir homenaje a Manuel y repetir la más larga caminata que hice con él en la última década, sin que al día siguiente me machacaran las agujetas, como me ocurre hoy después de darle al pedal de la bici estática durante casi una hora.
GRANDES TEMAS DE LA RED SOCIAL
Al llegar a casa, de vuelta, medio asfixiado, me puse a navegar por los foros de discusión antes de entrar al tajo. La gente joven andaba dándole vueltas a un tema muy importante…
—- ¿Cuándo se puso de moda enseñar el ombligo?
Yo sabía lo de la minifalda, sin embargo, de esta moda no tengo ni idea. Creo que está superada hace tiempo, pero no sé, no sé. Pero como es tema de discusión juvenil busco a la bloguera de turno para que me informe y para ella, esa costumbre de acortar camisetas, jerséis y blusas combinadas con los pantalones de cintura alta data de los años noventa.
Lamento no estar de acuerdo, porque en los cincuenta ya recuerdo que mi abuela le decía a mi hermana Betty:
—- Pero onde vas así, enseñando ó ombligo…
—- Al río, mamá, me voy a bañar en el río…
Y allá se quedaba Mamá Ramona rosmando y calentándole la oreja a mi madre que entendía mejor a mi hermana adolescente, la mejor y más guapa hermana que pude tener… ¡No sabéis como me acuerdo de ella estos días!
¡QUÉ MUJERES AQUELLAS MUJERES!
Me fui esta mañana hasta el lavadero bajo un cielo de nubes y sol y por el sendero de tierra. Este se ha convertido en mi lugar de meditación. La etnografía es como una de esas puertas del tiempo en las que entras al fondo y viajas por el pasado.
¡Qué mujeres aquellas mujeres! Se sabían todas las noticias de la comarca sin leer un solo periódico. No necesitaban del papel cuché ni de la tele aún no inventada para saber de amoríos. Mientras el jabón Lagarto se extendía por la ropa o se aclaraba en el agua pura del regato pequeño, surgía la información…
—- Dirás el cotilleo.
—- No existía aún.
¡Aquellas mujeres sí que eran mujeres! Las losas del viejo lavadero eran los únicos testigos de su vida.
TIEMPO PARA RELEER A LOS POETAS
Termino. Es tiempo de releer a los poetas porque en sus versos están las verdades de siempre. Yo, por si acaso, en este día otoñal en la Tierra Única, me he puesto en aquellos setenta en los que me fui con mi tocayo Moscoso a Madrid para hacer la revolución en vinilo y poner en solfa la lírica de la raza.
Fue cuando Xerardo sacó de la mochila aquellos versos de Ramón Cabanillas, todo un himno para aquellos tiempos y actual doctrina de la rebeldía patria cuando nos sacan de quicio:
“Irmans, irmans galegos, de Ortega alo Miño, a folla do fouciño fagamos rebrilar…”
Xerardo Rodríguez