VEROÑO EN COLOR
Este no es un otoño cualquiera, mi amigo, porque es un veroño. Un tiempo ideal para seguir el trayecto del agua cristalina que nace con el rocío de la mañana y baja del monte avanzando por las laderas, entre soutos y fragas, provocando el rumor del río que realza con su humedad los colores más vivos.
El color del veroño, en el bosque, es un verde que se degrada hasta llegar al ocre de las hojas caídas.
También se nota en la hermosa aldea de la mediamontaña, que huye de la niebla; y en el parque de ciudad donde crecen los prunos, cerca de las torres de las iglesias que apuntan al cielo, entre sol y nubes.
En las ribeiras de los ríos o en los lagos, los árboles se van desnudando para nadar en el espejo mágico de la vida.
Y hay un veroño final que se pierde en el infinito mar donde se acaba el mundo. De él proviene el agua de la lluvia que, convertida en nieve, próximamente, teñirá las cumbres de blanca soledad.
EL BOSQUE
Para conocer en veroño hay una sierra magnífica de altas cumbres y valles profundos, que tiene un color especial. Es el Courel de Novoneyra, que estos días presume de devesa, en el lugar que conocemos como A Rogueira.
Es la postal preferida por los grandes de la fotografía, que la han perpetuado una y mil veces. Y siempre nos muestra su grandeza.
Este es el bosque bonito; esconde entre los árboles los secretos de la flora húmeda y tapiza su suelo una alfombra multicolor que llega a cubrir la casa del gnomo, ese que que se mudó a este bosque encantado.
En la ladera de la media montaña, desde donde ya se ve el paisaje del Piapaxaro, el souto tiene como protagonista principal al castiñeiro, que es árbol muy nuestro, auténtico hacedor de nuestra riqueza rural.
La gran maravilla del veroño es ese bosque que reagrupa en la sierra a los árboles fantásticos, entre amarillos y ocres.
EL LAGO
El agua vuelve a ser el motivo esencial del paisaje, porque prolonga la estética que nos rodea sobre el lomo del lago. Así en medio de esta atmósfera húmeda, la expresividad cromática veroñal es el esencial motivo de cuanto nuestra vista alcanza.
Junto al lago Castiñeiras, próximo al mirador de las rías de Marín y Vigo, los árboles de raíces profundas convierten en leyenda el sendero que lo bordea, mientras fluyen los sueños sobre el agua en la quietud de la tarde.
Son fantásticos los nuevos colores de este veroño sobre el agua. Los alisos y demás árboles del espacio se despojan de su ropaje vegetal, como en verano se desnudan los cuerpos que buscan el sol de la mañana en las playas próximas de marinenses.
El Lago Castiñeiras casi toca el cielo entre las dos rías mientras los caballos y la gente se mueven en libertad, lo mismo que los ciervos de este bosque y los patos de estas aguas.
LA ALDEA
Este veroño los senderos conducen a lugares fascinantes de la Galicia más natural. Son caminos que pintan verdes desde la cumbre hasta el valle, donde un río organiza el territorio de la vieja aldea.
Entre Parada y A Teixeira ya no quedan emigrantes. Los fines de semana, algún turista se pierde por los miradores del Sil del Gran Cañón. Pasó ya el tiempo de vendimia y el vino de las ribeiras sagradas fermenta en las bodegas.
La aldea, recupera su pasmosa tranquilidad otoñal… Castro, Forcás o Cimadevila en Parada; Fontao, Limeres o Sistín, en A Teixeira. Son lugares hermosos, todos, aún habitados. Otros, se nos aparecen como fantasmas de la emigración al pié de la carretera esperando el retorno del abuelo que yace para siempre en Chacarita.
Dicen que entre Parada do Sil y A Teixeira están los soutos más bellos de la Ribeira Sacra. Se alcanzan desde el río, a bordo del catamarán, o al pié de la serpenteante carretera que impresiona por su estrechez y por su altura.
Los castiñeiros ancianos –con más de cien años sobre sus troncos- conforman el souto de Santa Cristina. Así se le conoce porque es el del viejo monasterio fundado en el siglo IX.
La aldea de otoño, en la Ribeira Sacra, huele hoy a vino y a castañas. Su gente te abre la puerta para que puedas compartir, junto a la chimenea, las viejas historias de la emigración… Por ejemplo, la de los balcones de Madrid, así llamados porque desde este lugar se despedían del río los que se iban incluso a Boston…
LA PLAYA
Hoy está desierta y solo las olas rompen su silencio. Atrás queda un verano de multitudes sobre la arena. Para mí, esta es la gran playa del veroño que te invito a disfrutar.
En realidad son cuatro playas, pero si nos ponemos en un extremo parecen un solo arenal. Quizá el más extenso y bello de Galicia. Y el más yodado, porque enfrente solo tiene un océano inmenso, el Atlántico mas poderoso.
La Playa da Lagoa se llama así porque se inicia en Lagoa Pequena, justamente en el lugar conocido como Tomanagua que es nombre curioso. Justo en la Isla Laxes, ya cambia de nombre y pasa a llamarse Playa das Pozas. Esta termina donde comienza la famosa Playa de Corrubedo que únicamente con marea llena se ve separada de as Pozas por la Lagoa de Carregal.
Desde la Playa y hasta tierra adentro va moviéndose la Duna más grande y hermosa de Europa, pieza principal del paisaje único que provoca el Parque Nacional de Corrubedo.
La última de las playas del conjunto es la Ladeira, la más próxima a uno de los más pintorescos pueblos marineros de Galicia, al que también llaman Corrubedo.
En él merece la pena descansar. Junto al faro, hay un hotel que tiene mucho encanto.