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BOB DYLAN NO ES UN DIOS MAYOR

US legend Bob Dylan performs on stage du

En mis noches de radio, confieso, sentía debilidad por algunas de sus antiguas canciones, pero en los tiempos modernos, cuando descubrí a poetas como Sabina o si me apuras Aute, dejé de amarle. Porque, sinceramente, me importunó el personaje, se me atragantó, no pude más,  se me reiteró pesadamente, se me convirtió en un señor cualquiera que no merece la pena escuchar eternamente.

Tal vez en esa época, cuando conocí de cerca a dioses mayores, descubrí que él no lo era.

Bob Dylan, te digo, es un artista. Solo eso. La historia de la poesía no hablará de él como poeta y sí ocupará un rincón especial entre los cantautores, pequeño pero coqueto; un lugar sin los lujos que ahora se permite.

Cuando los académicos suecos le concedieron nada menos que el Premio Nóbel de Literatura supuse que alguien se había vuelto loco. ¡Mira que no hay en el mundo poetas buenos que merecen ese galardón!

Pero mi indignación fue subiendo de tono a medida que el cantor rehuía, ya no solo las llamadas de Estocolmo, sino el agradecimiento a esos señores tan generosos, por el error de haberle concedido el más preciado galardón literario que existe en el mundo.

Y aún nos daría el hombre, esta misma semana, más motivos para olvidarle…

—- Debido a “otros compromisos” no acudiré a recoger el galardón. Agradezco mucho el honor.

Así se lo dijo a Sara Danius, secretaria permanente de la Academia Sueca y se quedó tan pancho, el pavo.

Lo curioso es que no hace ni un mes, en una entrevista publicada en el periódico inglés “The Telegraph”, Dylan afirmaba…

—- Es alucinante. ¿Quién no sueña con algo así?

Sara Danius relató a la prensa sueca la llamada que recibió después de que, por fin, el cantautor se aviniera a hablar con la Academia. Solo le dijo…

—- Bueno, ya estoy aquí.

Sara le comunicó oficialmente el premio y el contestó…

—- Pues muchas gracias.

A Bob Dylan le conocí en Santiago, porque a Jesús Pérez Varela le sonaba entre los grandes de la música y lo trajimos al Xacobeo. Una periodista amiga mía, muy fans de sus canciones, me preguntó…

—- ¿Y qué tal es el Dylan?

A lo que le respondí sin el menor ánimo de arrepentirme…

—- Un solemne jilipollas…

Lo que siento hoy, porque amo la poesía, es no habérselo llamado en sus propias narices.

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