galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

COMO EL DÍA MAS GLORIOSO

Por J.J. García Pena

                   

Debe haber sido a fines de los años ´80  o  principios de los ´90. Porque ya se habían cansado los militares e «imperaba», en segunda ronda, el hábil Sanguinetti, malnombrado por sus malévolos e irreverentes adversarios como «El cejas».

Una señora oyente comentaba en una audición radial de A.M. montevideana, el  asombro y emoción que, en su reciente visita a Madrid , le había producido un hecho  insólito, digno de ser  referido en el popular programa Sea usted juez por un minutode inocultadas e inocultables simpatías castrenses.

– Fue tal como le cuento, señor Heber. Me hallaba con mi esposo en La Gran Vía,  presenciando un colorido y marcial  desfile militar presidido por sus altezas los reyes don Juan Carlos y doña Sofía. Allí da gusto estar: ¡No hay comunistas, ni cantores de protesta, señor Heber!

—- ¡Como tiene que ser, señora, como tiene que ser! Siga contando, señora…

—- Le cuento, le cuento. Ya habían pasado varias formaciones de distintos cuerpos aguerridos a cuál más gallardo con sus uniformes de gala y al son de pífanos, trombones y cornetas, que marcaban el exacto  sincronismo en la marcha de los distintos escuadrones. Pasó uno singular con una cabra. Caminaban ligerito mientras invocaban, a grito pelado,  a un tal  Cenobio de la Suerte, me parece….

Mi marido y yo, se podrá usted imaginar, señor Heber, estábamos encantados con las chirimías y fanfarrias que acompañaban a cada formación que desfilaba cuando… ¿Me creerá usted, señor Heber?,  escuchamos una música que reconocimos de inmediato, pero , sorprendidos, dudamos de que fuera la misma que suponíamos. 

¡Bah! Imposible. Debíamos estar confundidos por el paso de tanto uniformado y tanta banda militar desfilando sin cesar.

—- Será eso-, nos dijimos.

Volvimos a consultarnos con la mirada, incrédulos, cuando ya no había dudas de que la marcha  que escuchábamos, inundando de vibraciones la Gran Vía, ¡era nada menos que la inconfundible Retirada de Los Asaltantes con Patente del año 1932!  

¡Hasta dónde ha llegado la fama de nuestras murgas que una de sus Retiradas más tradicionales sirve de marcha en el ejército español, señor Heber!

A cualquier uruguayo lo embargaría la misma emoción que la confesada por la señora radioyente, si a diez mil kilómetros de su patria escuchara nuestro Himno Nacional interpretado por alguna banda municipal de cualquier pueblecito perdido en la geografía del país visitado. Pero escucharlo en plena Gran Vía madrileña es algo que conmovería hasta a un alienígena apátrida.

La retirada de los Asaltantes con Patente, del año 1932, está en el mismo nivel cognoscitivo de los uruguayos desde que nacen,  que el ¡Uruguayos campeones! o el mismísimo ¡Orientales, la patria o la tumba!

Por tanto, no debe asombrarnos la reacción de la señora cuando escuchó y vio desfilar a cientos y cientos de soldados extranjeros  a los sones musicales de ¡Como el día más glorioso…!

Sin embargo, nuestra compatriota se equivocaba, como probablemente también lo haríamos nosotros en su lugar. Hoy sabremos por qué.

Es sabido que las murgas uruguayas (también las gaditanas) suelen «montar» sus divertidas o a veces emotivas letras carnavaleras sobre temas musicales que, en cada nuevo año, encuentren flotando en el ambiente ciudadano,   Para ese fin, la radio es el mejor aliado y la mejor aula.

En 1932 Los Asaltantes con Patente, como tantos otros montevideanos aficionados al teatro, no escaparon al influjo de la revista musical La orgía dorada, de corte épico que, aunque  escrita en 1927, se presentaba por entonces en Montevideo.  El tema central de dicha obra era un pasodoble llamado Soldadito español.

Algún  viejo me contó  que la gente salía del teatro entusiasmada, silbando y tarareando la pegadiza pieza musical.

De ahí a ensayar e incorporar íntegramente a la fiesta de Momo la españolísima y marcial  pieza musical, todo fue uno. Tanto, que no quisieron dejar de cerrar la bulliciosa canción murguera uruguaya con un sonoro ¡Y olé! 

Así nació uno de los más emblemáticos  cantos en el cuál se reconocen los uruguayos de toda edad y condición social.