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Débora Iglesias Rodríguez: morriña entre proteomas

Debora Iglesias Rodríguez, profesora de Biología Molecular Marina

Es joven;  muy joven para ser científica de éxito. Hace poco que pasó por encima de los cuarenta y rompe ya ese molde tópico de “chica guapa termina sus estudios para ser ama de casa”.

Me gusta. Tengo varias amigas científicas pero ninguna sonríe como Débora Iglesias. Es viguesa, le encanta el mar de Vigo, como a Martín Codax y a mí. Pero es mucho más estudiosa e inteligente que la mayoría de los y las gallegas que pasamos por cualquier tipo de aula.

— Desde pequeña tenía claro que quería ser científica…

Y así ocurrió, mis amigos, porque su biografía estudiantil apabulla a cualquiera…

Se licenció en Biología por la Universidad de Santiago de Compostela. Amplió estudios en las de Gales y Bristol. La becó el Consejo de Investigación del Reino Unido y la NASA le firmó un contrato como investigadora al lado de Paul Falkowsky.

— Puede que la morriña desaparezca hasta del diccionario, porque el mundo es cada vez más pequeño…

No comparte la opinión de la mayoría de los emigrantes porque ella, Débora, no es una emigrante al uso,  sino una incansable viajera de la ciencia que le llevó varias veces a la Antártida y la instaló, de momento,  en Southampton, después de pasar por la universidad de Nottingham.

Para la mayoría de los vigueses que leíamos las crónicas del inolvidable Ángel Barreiro,  de Southampton venían los cargueros y los “mixtos” que hacían escala en Vigo de paso para Canarias y América. Hoy viene de allí el Queen Mary y también de allí salió el “Titanic”. Por todo eso conocíamos ese puerto cuando la pequeña Débora pensaba ya en la ciencia.

Ahora resulta que el Centro Oceanográfico de Southampton es el más importante de Europa. Allí trabajan quinientos científicos. Entre ellos Débora y solo otro gallego.

Débora dirige a trece investigadores y estudian las proteínas de los cocolitóforos…

— Ya estamos preparados para publicar el primer proteoma de un microorganismo marino…

Lleva diez años estudiando los cocolitóforos –las algas microscópicas unicelulares que se extienden por todo el mundo- y su relación con el cambio climático.

—  Hasta ahora, debido a la acidificación del mar o lo que es lo mismo la progresiva reducción de su PH, debido primordialmente a la generación de dióxido de carbono generado por la actividad humana, se suponía que estos organismos rebajarían el efecto invernadero. En mi laboratorio descubrimos que no, que en realidad su efecto será neutral…

El descubrimiento de Débora Iglesias obligó a la comunidad científica internacional a replantearse todas sus certezas sobre el cambio climático, ya que lanzó al mundo este descubrimiento y las más prestigiosas revistas internacionales se hicieron eco de este trabajo, liderando el ranking de los artículos más citados en las publicaciones de la biociencia.

— Estamos en un momento muy productivo, pero los datos que aportamos resultaron muy controvertidos. Ya se sabe que los dogmas en ciencia son universalmente aceptados y es difícil cambiarlos…

Pero… ¿Como es ella, Deborah, la mujer que habla de ciencia con una sonrisa en los labios…?

En su casa de Winchester se nota que vive una persona de carácter extrovertida que poco o nada tiene que ver con el carácter británico.

Critica la falta de medios de los investigadores españoles y, estimado conselleiro,  no te digo nada cuando habla de la Galicia del siglo XXI.

Se confiesa viajera por placer aunque por trabajo haya participado en un buen número de campañas oceanográficas por los siete mares.

Pero en Vigo tiene su norte, su familia y sus amigos. Por eso viene a menudo. Y porque…

— Echo de menos las playas y el olor del mar gallego. Aquí no es lo mismo. Recuerdo que cuando estaba en la universidad y regresaba a Vigo desde Santiago me encantaba ese aroma atlántico que se percibe cuando el tren abre sus puertas…

Con gente como Begoña, que también es profesora de Biología Molecular Marina, nunca la palabra morriña desaparecerá de nuestro diccionario…